Hay víctimas, aquellas que han sufrido un daño objetivo y otras con «rol de víctima», de perfil victimista, que se atribuyen una ofensa y organizan la propia vida en torno a este rol social.
Con el victimismo, se busca el reconocimiento social desde un estilo de de atribución externo que se sustenta en el siguiente pensamiento: «Yo soy la víctima y tengo la razón, vuestro dolor o vuestro punto de vista es inferior al mío».
De tal manera que estas personas se sienten con el derecho de comportarse de forma agresiva y egoísta puesto que, según ellos, su alto sufrimiento justifica cualquier acto.
¿Cuál es el perfil de una persona victimista?
- Personalidad ansiosa que fomentan alta vigilancia hacia el entorno, aunque tengan una baja empatía hacia los demás.
- Muestran una baja autocrítica hacia sí mismos y, sin embargo, se muestran intolerantes con los errores de los demás.
- Pesimismo. Tienden a exagerar los aspectos negativos y generan un malestar familiar o del entorno por ello, obviando puntos de vista más complejos de la realidad. Entran dentro del esquema maniqueo bueno/malo. Y enlazan con el planteamiento de que la víctima es siempre la buena y existe un halo de superioridad moral del que participan.
- Rencor. Aquellas personas que presentan el rol de víctima, tienen varios sentimientos dañinos acumulados de ira y agresividad. Pueden emitir expresiones de desprecio a intolerancia hacia la integridad física y moral de otras personas a las que ella puede considerar culpables por alguna razón.
- Tendentes a buscar culpables y con actitud de desconfianza. Pueden generar un trastorno paranoide de la persona en casos graves.
- Rumian sobre el pasado. La ofensa percibida está frecuentemente en su mente y en su decir, aunque esta haya sido producida hace años o décadas.
Nuestra sociedad premia discursos cerrados y muy entendibles, sin flecos donde se marque claramente lo protagónico/antagónico.
Los victimistas cuentan detalles íntimos muy llamativos y enarbolan un daño moral muy manifiesto.
La psicoterapia cuestionará esa manera que tuvo la persona de perfil victimista de hacerse a sí mismo para poder cambiar esa herida percibida por una actitud de apología por el otro, donde las necesidades de los demás formen parte también de los propios argumentos de la vida.