«Voy a matar a alguien», el aviso del peluquero de Recoleta y cómo planificó el asesinato



–¿Qué pasó que te cortaste el pelo?

–Porque voy a matar a alguien.

El breve diálogo fue el miércoles al mediodía en un minimercado de Austria, casi Beruti, en Recoleta, entre la cajera y Abel Guzmán (43), el peluquero colorista de la peluquería de Facundo Verdini que, horas más tarde, terminaría ejecutando a sangre fría a su compañero de trabajo, Germán Medina (33).

Guzmán había comprado una gaseosa pequeña y esperaba que le cobren. Ambos rieron por la supuesta broma, pero en la mente del asesino ya corría la frase «el que avisa no traiciona«.

El barrio está convulsionado. Por la puerta pasan muchos vecinos preguntando qué pasó allí, por qué tanta presencia policial y mediática. Otros si fue allí que sucedió todo.

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Sucedió en un local de Beruti al 3000.

“Pensé que era un chiste”, dice a Clarín la joven cajera del minimercado. “¿Quién podría pensar que lo decía en serio?”. Luego aclara que no quiere hablar más, porque sus jefes no la dejan declarar y también por temor. Es una sensación compartida por varios vecinos.

El plan para matar: visita a un primo, una mochila y las llaves del local

Hacía 11 años que «Abelo» trabajaba en el negocio ubicado en Beruti 3017, que desde afuera se veía como un PH, algo escondido. Al lugar suelen ir varios famosos, de venerados artistas como Julio Bocca a otros, más mundanos, como Mariana Nannis, ex esposa de Claudio Caniggia, y sus hijos.

El juez a cargo del caso, Javier Sánchez Sarmiento, busca explicar cómo Guzmán se convirtió en un asesino frío y despiadado. De esos que, como Robert De Niro en Taxi Driver, planifican con cuidado el balazo letal.

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Mónica habló con la prensa sobre cómo era la relación de Germán, su hijo, con su asesino y compañero de trabajo.

El video del crimen muestra que en un momento de distención después del cierre de la peluquería, «Abelo» sacó un arma, apuntó con paciencia y le disparó en la cabeza a Germán.

Pablo es primo de la víctima y le cuenta a Clarín que, el miércoles al mediodía, Guzmán se fue a lo de otro primo que vive en Once. Conjetura que habría ido a buscar la pistola. «Llegó nervioso con una mochila de la que no se despegó en todo el día».

Y aportó un detalle más: cuando se fueron los clientes, el colorista pidió las llaves para cerrar el local y dejarlos a todos encerrados. «Cuando le pega el balazo a Germi, se olvida dónde dejó las llaves y le pide a uno de los que estaba ahí que le abra la ventana para huir«, le cuenta a Clarín.

Los investigadores deberán confirmar si esa es la explicación por la que el compañero accede a abrirle la ventana a Guzmán la ventana y después volver a cerrarla. El video no tiene sonido. Una posibilidad es que haya actuado bajo amenaza.

Shock de los vecinos y clientes de la peluquería

A la peluquería Verdini, los trabajadores acceden por una puerta que está en el edificio de al lado. Una joven que charla en la puerta con la portera es clienta del lugar. Y le dice a Clarín que también su mamá, que era habitué de Guzmán.

“Estamos shockeadas porque conocemos a todos los chicos. Todos son muy amables y buenos profesionales”, cuenta la joven.

Consultada acerca de Guzmán, afirma que era normal ver comportamientos raros: era muy irritable y celoso, y propenso a iniciar discusiones constantes con compañeros por el uso de instrumentos de trabajo (tijeras, peines), a levantar la voz o a las malas formas. Todo por nimiedades, dice, y siempre con compañeros.

Fuera del ámbito laboral, también sabe de una situación de expresión de violencia por parte de Guzmán. “Un vecino del primer piso del edificio solía confrontar con él y varias veces Abel le dijo que lo iba a cagar a tiros. Sin embargo, nunca pasó nada”.

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El joven, que tenía 33 años, vivía en Morón y hace uno trabajaba en Verdini.

La mujer muestra la entrada del edificio y señala una puerta: por allí entra el staff de la peluquería. También señala la ventana por la que se fugó Guzmán: la primera de dos, si se observa desde la puerta de entrada a la peluquería para los clientes. Tiene mucho miedo porque, afirman los vecinos y algunas líneas de la investigación, Guzmán tendría las llaves del comercio. Por eso, los vecinos pidieron custodia policial para el edificio.

La madre de la joven atiende el portero eléctrico. “Sí, me atendía con Abel Guzmán, pero no quiero hablar: tengo dos hijas y yo estoy acuartelada. Este tipo tiene las llaves y tememos que vuelva”.

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Marina, la hermana de Germán Medina, dio detalles sobre la relación que tenía su hermano con quien lo mató y pidió difundir la cara del agresor para que la justicia pueda encontrarlo ya que se encuentra prófugo.

Marta, la portera, además de temor, tiene la instrucción de la administración del edificio de hacer silencio. Ni ella ni la joven ni la madre de la madre de la joven dicen haber escuchado nada, ni gritos ni el disparo.

Antonio, quien atiende un quiosco frente a la peluquería, comenta que vio todo lo posterior al hecho: la llegada de la Policía y luego de la Científica, cuando sacaron a Medina para trasladarlo al Hospital Fernández y todo el operativo de investigación posterior en las afueras del local.

Al menos en su negocio no compraron las cervezas que tomaba el staff de la peluquería luego de cerrar el local, a las 20 del miércoles.

Sí dice conocer a los peluqueros, clientes asiduos del kiosco. Todos eran dicharacheros menos Guzmán. “Él era el único que venía, compraba y se iba. Nunca mediaba palabras, parecía un tipo parco”.

El perfil de Guzmán como un mal angelado es una constante en varias declaraciones. Incluso desde el buffet de abogados de la peluquería cuentan lo mismo: que si bien la clientela nunca se quejó de Guzmán, sí había constantes peleas con colegas por cuestiones profesionales.

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El peluquero aseguró que había sido un día normal pero que el asesino «tenía una mirada diferente».

A pesar de que los instrumentos de trabajo sean comunes a todos los peluqueros, Guzmán solía increpar a algún compañero por usar tal o cual insumo más tiempo del que él creía razonable.

A pesar de que trabajaba hace siete años en la peluquería y tener clientes con cierto reconocimiento en el ámbito del espectáculo, se llegaban a percibir en Guzmán ciertos celos, “profesionales”, dicen desde el buffet de abogados que asesora a la peluquería.

En diálogo con Clarín, uno de los abogados afirma que Federico Verdini, dueño de la peluquería y testigo del crimen, se encuentra todavía shockeado y que no recuerda el tópico de la charla que desencadenó en el disparo a Medina.

También afirma que, como el video de las cámaras de seguridad no tiene audio, no se llega a percibir si se trataba de una discusión, de una escena de reproches o qué otra situación. Los ademanes que Guzmán indicarían que sí se trataba de una discusión, pero aún se desconocen los motivos.

Pero las imágenes también muestran otra situación llamativa. Cuando Guzmán saca el arma, la víctima y las otras personas no parecen sobresaltarse. Los investigadores se preguntan si es que quedaron paralizados, o si nadie creyó que el asesino fuera a disparar.

Mientras tanto, Guzmán permanece prófugo y el homicidio es investigado por el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional 48, a cargo del juez Javier Sánchez Sarmiento.

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