«Cuando sea grande voy a jugar en la Selección», sorprendió a su padre de niña Vanina Correa, la arquera de Rosario Central y del seleccionado argentino, de 39 años, que disputará su cuarta Copa Mundial Femenina de la FIFA en Australia y Nueva Zelanda.»Eso me contó mi viejo, yo no me acuerdo», se ataja Vanina, la de más experiencia de la Selección, ya que estuvo en todos los mundiales que jugó la Argentina en su historia, en diálogo con Télam, a la hora de descanso en la concentración del predio de la AFA en Ezeiza.
La historia de Vanina Correa aparece como un ejemplo de superación personal y profesional. Nacida el 14 de octubre de 1983 en el barrio de la Carne, de la ciudad santafesina de Rosario, pero criada en la vecina de Villa Gobernador Gálvez, pegada al sur, de la que la separan el arroyo Saladillo o una simple calle, Vanina recuerda que «pasé casi toda mi infancia en Villa Gobernador Gálvez, en la casa de mi abuela Felisa».
Hija de Hugo Correa «que trabajó toda la vida en la Municipalidad de Gálvez» y de Adriana Ojeda, Vanina se crió detrás de una pelota en la canchita del Club Villa Diego Oeste, donde jugaba con sus tres hermanos -Alejandro, Darío y Mauro- y «de chiquita entraba a los partidos de mascota» confió a esta agencia su pareja, la profesora de educación física Victoria Culasso.
«Él (por su padre) me cuenta eso, yo siempre estaba en medio de mis hermanos jugando a la pelota en la plaza o en la canchita del club del barrio, desde los cinco o seis años, pero jugaba en la plaza porque en esa época no había fútbol infantil para nenas», recuerda Vanina sus comienzos.
«Un día faltó el arquero, el técnico preguntó quién se animaba a atajar y ella dijo `Yo voy al arco'», asegura Victoria, secretaria de Gobierno de la Municipalidad villagalvense.
«Siempre me gustó el fútbol. Primero jugaba de delantera o de defensora, jugaba donde sea, donde faltaba una, yo sólo quería jugar. Un partido faltó el arquero, a los 12 ó 13 años ya era medio kamikaze, me revolcaba por el suelo sin problemas. No había nenas, entonces jugaba como uno más», revela la experimentada arquera.
Consultada sobre el origen de su carrera y de su pasión por el puesto, Correa asegura que «lo hacía más como un deporte porque era lo que me gustaba hacer y como era lo que más me gustaba mi familia me apoyó. Hay que intentar hacer lo que una quiere porque es la única forma de vivir. Te quedás tranquila cuando lo intentás».
A los 30 años, Vanina fue madre de mellizos -Lucía y Romero, que viven con ella y su pareja- y dejó cuatro años el fútbol hasta que un día la llamó el entrenador Carlos Borrello para volver a la Selección.
«Yo había cumplido mis metas en el fútbol, ser madre fue una decisión para realizarme como mujer. Volver a jugar no fue algo que me propuse. Se dio que había vuelto a jugar con amigas, de una forma más relajada, hasta que un día me llamó (el director técnico) Carlos (Borrello) y me dijo si quería retornar a la Selección. Me preguntó si volvía, le dije que no podía por los chicos. Hasta que me llamó un día y le dije que si llegaba (desde el punto de vista de la preparación física), volvía y así jugamos el Mundial de Francia», explica su vuelta al fútbol después de cuatro años.
Sobre aquella vuelta al fútbol, Vanina reconoce que «es súper difícil mantenerse en el tiempo, aguantar el ritmo, pero no sufrí lesiones graves, no tuve que tolerar dolores, estoy bien y es un orgullo ser parte de este grupo, donde tenemos la responsabilidad de representar a un país cuya Selección masculina es campeona del mundo, lo cual es más difícil».
Con Rosario Central, el club del cual es hincha, Vanina terminó en el tercer lugar del Campeonato Femenino YPF de la AFA, una posición histórica en el torneo para el club santafesino. «Es un orgullo que hayamos tenido chances de salir campeonas hasta el último partido y nos deja la tranquilidad de que dimos todo».
Consecuente con sus orígenes, Vanina trabaja en el Área de Deportes de la Municipalidad de Villa Gobernador Gálvez, donde coordina el Programa Ellas Juegan, que promueve la participación de niñas, adolescentes y jóvenes en la práctica del fútbol femenino como medio de inclusión social.
«Hace poquito lanzamos con la LIFA, la liga infantil, dos torneos de chicas y estoy súper orgullosa por la cantidad de equipos -13- que se anotaron, donde participan más de 450 niñas. Estoy allí acompañando a la Municipalidad, siento que trabajo con amigos y que es un espacio para que compitan y aprendan. Es muy importante que la Municipalidad sea parte de darles espacio a un montón de mujeres y niñas», cuenta Vanina Correa, quien se reconoce como «una guerrera» dentro y fuera de la cancha.