Silvia Rodríguez, quien había sido adoptada de bebé, fue encontrada 52 años después por sus cuatro hermanos gracias a datos vertidos desde la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (Sennaf).
“Hace 52 años nos separaron. Tras la muerte de mi mamá nos trajeron desde Tucumán a Buenos Aires. Recuerdo ese viaje en tren, íbamos cantando y los pasajeros nos aplaudían y le daban monedas a mi papá”, relató Silvia Rodríguez en una conferencia de prensa junto a sus hermanos, que ayer volvieron a estar juntos por primera vez desde entonces.
Aquel viaje fue en 1965 tras la muerte de la mamá de los hermanos Rodríguez, cuando el papá los trajo a todos a Buenos Aires: Olga, que entonces tenía 10 años, fue con Silvia al Hogar de Niñas Garrigós; Roque, de 8, fue al hogar Martín Rodríguez; María Luz, de 2, al Hogar Riglos, y Luisa, que por entonces tenía 10 meses, a la Casa Cuna.
“Cuando mi papá nos venía a visitar yo le pedía ver a mis hermanas. Un día me llevó a la Casa Cuna y cuando la vi, Luisa me tiró los bracitos. La alcé y la abracé muy fuerte. No sabía en ese momento que iba a ser la última vez que la iba a ver, hasta hace quince días”, relató Silvia, eufórica y emocionada mientras sonreía a su hermana menor.
Al poco tiempo Luisa fue dada en adopción, mientras que el resto de los hermanos siguieron institucionalizados; cuando María Luz cumplió los 6 años fue derivada al Garrigós con Olga y Silvia, mientras que Roque, después de terminar la primaria, fue llevado por una tía de regreso a Tucumán.
“Durante todos estos años nosotros estuvimos en contacto. Nosotras (Silvia, Olga y María Luz) nos vemos todo el tiempo y con Roque siempre que podemos viajar o que él viaja. Pero nos faltaba nuestra hermanita menor”, recordó Silvia.
“Durante estos 52 años nunca dejé de buscarla, yo le pedía a las monjas del Garrigós que la busquen, si iba a un hospital preguntaba, escribí a Tucumán para ver si tenían algún dato en el registro de las personas, fui a la Casa Cuna y nada”, añadió.
A mediados de este año, Silvia decidió estudiar portugués y, al recurrir a un grupo de Facebook integrado por las entonces niñas del Garrigós en búsqueda del certificado del secundario, se enteró de que en la Sennaf, dependiente del Ministerio de Desarrollo Social, estaban sus legajos con todos los certificados.
“Cuando me entregan la carpeta en la primera hoja, encuentro el nombre de todos mis hermanos, y allí estaba el nombre adoptivo de mi hermana menor: Marisa Sandra Vázquez. Me quedé llorando un rato largo sin poder creerlo”, reseñó.
A partir de allí, el Programa de Derecho a la Identidad y Búsqueda de Orígenes de la Sennaf comenzó el rastreo de Marisa (Luisa) y de la otra parte de la historia.
“Crecí en una familia que me dio mucho amor, pero jamás me dijeron que era adoptada. Mi madre adoptiva murió cuando yo tenía 8 años, y cuando falleció mi papá, hace 14 años, mi madrastra me dijo la verdad. Pero yo no estaba lista para buscar a nadie”, describió por su parte Marisa, el nombre con el cual se identifica.
“A mediados de noviembre recibí un anuncio del correo que tenía correspondencia, fui a buscarla y encontré una carta del Programa. Estaba tan nerviosa que llamó mi hija. El 24 me acerqué a la Secretaría y me contaron que mis hermanos me estaban buscando”, continuó.
Esa misma noche Marisa llamó a Silvia, hablaron varias horas y el viernes 25 pudieron abrazarse en la Sennaf, junto a Olga y María Luz. A Roque recién lo conoció ayer, ya que antes no había podido viajar desde Tucumán.