Un Donald Trump recargado vuelve a la Casa Blanca: ¿Qué hará?


Donald Trump ingresará a la Casa Blanca como el 47 presidente de los Estados Unidos y ya no será el “outsider” número 45 de hace cuatro años, que abría un gran interrogante sobre su gestión. Él ahora tiene una administración sobre sus espaldas, que es una de las más controvertidas de la historia y que tuvo un final inédito y violento con un asalto al Capitolio por parte de sus seguidores.

Durante su gestión, varios altos funcionarios que lo acompañaron fueron despedidos por “desleales” y ellos, que lo vieron actuar de cerca, luego alertaron sobre las características de su ex jefe. Su ex secretario de Defensa Mark Esper lo calificó de “amenaza a la democracia”.

Su ex Asesor de Seguridad Nacional John Bolton declaró que “no es apto para ser presidente”. Su ex jefe de gabinete John Kelly lo describió como un “fascista” que tiene “desprecio” por la Constitución y que “admira a los autócratas y a los dictadores asesinos”.

Si su primera presidencia fue un caos, los cuatro años que siguieron no fueron pacíficos precisamente: se llevó documentos clasificados y los dejó arrumbados en su casa de Mar-a-Lago, fue condenado por la Justicia en un caso civil de abuso sexual y en otro penal por 34 cargos por ocultar un pago a una actriz porno y su campaña electoral fue cargada de insultos y agresiones no solo a su rival, Kamala Harris, sino a inmigrantes, afroamericanos y mujeres.

Pese a todo ese bagaje extraordinario que podría haber sido un lastre, Trump arrasó en los comicios del martes porque los votantes ponderaron su gestión económica y la lucha que prometió contra la inmigración, entre los principales motivos, más allá de la impopularidad de la gestión de Joe Biden y las falencias del Partido Demócrata.

Y no solo Trump conquistó la Casa Blanca sino que tendrá mayoría el Senado a su favor (probablemente la Cámara de Representantes también), lo que le permitirá avanzar con su gestión a fondo.

Donald Trump con su ex secretario de Estado Mike Pompeo y su asesorJared Kushner, en la Casa Blanca, en octubre de 2020, antes de dejar la presidencia. Foto: REUTERS

Donald Trump, temporada II

¿Pero qué se espera de él ahora? ¿Intentará solo impulsar su agenda con más experiencia a sus espaldas? ¿O vendrá un Trump recargado, revanchista, enfocado en castigar a los que lo han criticado y a la propia justicia?

Se espera que Trump tenga un arranque fulminante con una serie de medidas por decreto que prometió para sus primeros día: la mayor deportación de inmigrantes en la historia de Estados Unidos, ampliar la perforación petrolera, nuevos aranceles radicales a las importaciones, un congelamiento de las regulaciones relacionadas con el clima, una remodelación de las agencias federales de salud y cambios ideológicos enfocados en la enseñanza de raza y género.

En su primer mandato, Trump hizo importantes cambios en sus políticas, pero se quejaba de que la burocracia se interponía en sus objetivos más ambiciosos. Armado con esa experiencia, él espera que los funcionarios de su segunda administración entiendan mejor cómo navegar por agencias complejas y procesos políticos, lo que hará posible una agenda más rápida y ambiciosa, según estiman los asesores de Trump.

¿Poder absoluto?

Podría enfrentar obstáculos legales al implementarlas, pero para él puede no ser un impedimento. Cuando le preguntaron en una entrevista de campaña si abusaría de su poder, Trump dijo que no sería un dictador “excepto por el primer día”, prometiendo enseguida cerrar la frontera sur y expandir la extracción de petróleo. Luego dijo que había sido una broma.

Michael D. Kennedy, profesor de Sociología y Asuntos Públicos e Internacionales de Brown University, dijo a Clarín que “Trump conocerá pocas restricciones. Tendrá más poder que la mayoría de los otros presidentes porque su partido, sobre el que tiene una influencia abrumadora, controlará el Senado y tal vez la Cámara de Representantes. Además, la Corte Suprema simpatiza con su política y recientemente ha dictaminado que el presidente tiene inmunidad ante el procesamiento penal por acciones relacionadas con su trabajo. Su abrumadora victoria electoral no hace más que legitimar su autoridad”.

“Espero que la presidencia de Trump esté marcada por una política de represalias, pero la pregunta es contra quién”, se cuestiona Kennedy. “A esta altura tiene demasiados enemigos, ninguno más prominente que los ex funcionarios de su staff que lo declararon peligroso, incompetente y egoísta. Pero ¿qué castigo les dará? Son “personas del pasado” y él ya los ha superado. ¿A quién podría debilitar para demostrar nuevamente su abrumador poder? ¿Por qué no debilitar al New York Times por su descarado apoyo a Harris y también celebrar cómo el Washington Post rompió su tradición y se negó a emitir ningún respaldo presidencial? Podría imaginarlo siguiendo un camino de represalia estratégica”, agregó.

Michael Kazin, profesor de Historia de la Universidad de Georgetown, experto en movimientos políticos y sociales estadounidenses, dijo a Clarín que “Trump seguirá hablando en el estilo que ha usado desde que comenzó a competir en 2015. Solo si las políticas que instituye son impopulares, los republicanos en el Congreso buscarán moderarlas, por miedo a perder las elecciones de mitad de período. Pero nunca admitirá que está equivocado porque nunca lo ha hecho”.

La Guardia Nacional de Texas custodia a un grupo de migrantes que intenta cruzar la valla desde México, en una imagen de junio. Foto: AFP  La Guardia Nacional de Texas custodia a un grupo de migrantes que intenta cruzar la valla desde México, en una imagen de junio. Foto: AFP

Para el experto, Trump “primero intentará deportar a un porcentaje de inmigrantes indocumentados (en su mayoría aquellos con antecedentes penales). Luego probablemente intentará aprobar otro proyecto de ley de reducción de impuestos. Ambos son populares. No está claro si intentará enjuiciar a los adversarios demócratas. Eso no será algo que la mayoría de los estadounidenses aprueben”.

Sobre si será una presidente revanchista Kazin dijo: “A él le gustaría. Pero si sus instintos políticos superan a sus necesidades emocionales, puede que siga maldiciéndolos retóricamente y no haga mucho más que eso. Ya veremos”.

Trump también ha prometido depurar lo que él llama el “Deep state” con el despido de unos 50.000 funcionarios públicos, la mayoría profesionales, y convertirlos en nombramientos políticos leales. Y, además, ha lanzado diatribas contra el poder judicial, indicando que podría iniciar una purga en los lugares desde donde ha sido atacado.

Mike Davis, un incendiario asesor jurídico del presidente electo y un abogado conservador que está siendo considerado para el puesto de fiscal general parece estar preparando el terreno para investigar y procesar a los adversarios legales de Trump, entre ellos el fiscal especial Jack Smith y la fiscal general de Nueva York, Letitia James.

Davis ha dicho en entrevistas que Smith debe estar en la cárcel y que James, que condenó a Trump pagar US$ 355 millones en un juicio civil, podría ser procesada. «Escucha, cariño», dijo Davis, dirigiéndose a James. «Esta vez no estamos jugando y meteremos tu trasero gordo en la cárcel por conspiración contra los derechos. Te lo prometo», advirtió.

¿Tendrá una política revanchista? “Lo intentará, pero no se sabe hasta qué punto podrá lograrlo”, señaló a Clarín Ken Kollman, profesor de Ciencias Políticas y experto en política estadounidense de la University of Michigan. “Si intenta politizar el Departamento de Justicia tanto como ha sugerido, se enfrentará a resistencias y es posible que sus deseos más extremos al respecto se vean frustrados”.

La Guardia Costera de EE.UU. patrulla frente a la residencia Mar-a-Lago, el complejo de Donald Trump en Palm Beach, Florida. Foto: AFPLa Guardia Costera de EE.UU. patrulla frente a la residencia Mar-a-Lago, el complejo de Donald Trump en Palm Beach, Florida. Foto: AFP

Kollman dijo que espera que el estilo de gobierno de Trump sea “errático e impredecible”. “Todo indica que va a virar de un lado a otro sin demasiados principios ideológicos. Ha prometido reducir el tamaño del gobierno estadounidense y erigir restricciones comerciales. Buscará esas cosas, aunque es difícil predecir hasta qué punto el Congreso estará de acuerdo. También ha prometido ser aislacionista, lo que creo que intentará lograr de manera aleatoria, interfiriendo cuando quiera, nuevamente sin demasiada ideología de principios”.

Sobre las primeras medidas que tomará, posiblemente por decreto, señaló: “Intentará cerrar la frontera sur y creo que despedirá a mucha gente del gobierno en agencias que no le gustan. Redactará y publicará muchas órdenes ejecutivas en gran medida simbólicas que le serán difíciles de implementar. Enviará señales claras de que no va a financiar la guerra de Ucrania contra Rusia, aunque eso no dependerá exclusivamente de él. Mucho depende de si los republicanos ganan la Cámara de Representantes (algo que todavía no sabemos)”, agregó.

Kennedy advierte que “hay dos vertientes de riesgo” por la concentración de poder que tendrá Trump cuando asuma. “Primero, su poder sin restricciones hace que su impulsividad prevalezca sobre la experiencia para determinar políticas y direcciones de gobierno. Su pasión por los aranceles, por ejemplo, amenaza con una catástrofe económica”.

“En segundo lugar, su egocentrismo en torno a los acuerdos amenaza con desmantelar las alianzas geopolíticas y las arquitecturas de seguridad. Ucrania, obviamente, depende ahora de congraciarse con Trump, cuya admiración por su colega Putin hace que la soberanía ucraniana y la defensa de la democracia a nivel mundial sean más inciertas que nunca. Corremos el riesgo de sufrir desmoronamientos globales, sin claridad sobre lo que vendrá tras los fracasos institucionales que Trump diseñe”.

Desde su casa en Mar-a-Lago, el presidente electo trabaja en conformar su futuro gabinete y espera los resultados finales del conteo que determinará si los republicanos también se quedan con la Cámara de Representantes. No está garantizado que, solo porque Trump tenga un poder masivo, despreciará los controles y equilibrios constitucionales. Pero los antecedentes empresariales y políticos de Trump alertan que el magnate siempre ha buscado doblegar los límites.

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