Tras 15 años, Griesa palpa la posibilidad de terminar el juicio contra Argentina

El juez neoyorquino encara por estas horas una posición muy favorable a la Argentina, un cambio de actitud con el país que se sustenta en que comenzó a palpar la posibilidad de un acuerdo por primera vez desde 2002 y cuya resolución podría ser el punto final de su carrera.

El juez Thomas Griesa encara por estas horas una posición que resulta muy favorable a la Argentina, un cambio de actitud con el país que, si bien obedece en parte a la generosa oferta realizada a los holdouts, se sustenta en que el veterano magistrado neoyorquino comenzó a palpar de manera firme con la posibilidad de un acuerdo por primera vez en 15 años de saga judicial, y que cuya resolución podría ser el punto final de su carrera.

Griesa, reconocido juez -hijo de banquero nacido en Kansas en 1930- que fue promovido durante la presidencia de Richard Nixon, ya tomó el caso argentino con edad de jubilarse y se propuso como meta continuar hasta cerrarlo. A sus 85 años, con una sordera pronunciada, voz casi inaudible y visiblemente encorvado, confesó que ya era hora de irse a Montana, donde reside. Eso sí mantiene entre sus objetivos pre jubilación, estampar antes su firma en la orden que permitiría concluir esta historia del default argentino. Y todo parece indicar que está a punto de lograrlo.

La metamorfosis de Griesa con la Argentina es, por contraposición, el reflejo de la impotencia que el magistrado lleva acumulada en estos 15 años de ponerle punto final al denominado «juicio del siglo» en materia de deuda soberana.

En todo este tiempo, Griesa no pudo disponer las herramientas legales directas que obligaran a ninguna de las partes a sentarse a negociar un acuerdo, porque el sistema de EEUU -y del mundo-, tiene un vacío legal en materia de quiebra de países con acreedores privados.

Esa misma impotencia lo llevo a que, con los años, Griesa sufriera un proceso de transformación profundo en los términos de sus fallos, que resultaron igual de proporcionales al cambio en su estado de salud, su imagen, y su disposición con la prensa.

Al principio, sus fallos eran una de cal y otra de arena. Debía fallar en contra de la Argentina por haber incumplido los contratos, pero en la ejecución de sus sentencias le daba cierto aire al país para que avanzará con las reestructuración de deuda con quita, canjes que se hicieron en el 2005 y 2010.

Las únicas fotos oficiales de Griesa que se conocen del juicio contra la Argentina son de esa primera etapa; son las mismas desde que comenzó el primer juicio en 2002 de los demandantes Old Castle y Lightwater, que resultaron hasta el momento los últimos en pactar con el país (son holdouts que ingresaron a la oferta propuesta por el gobierno de Mauricio Macri).

Por entonces, Griesa no hablaba con la prensa, como no suele hacerlo en general ningún juez en Estados Unidos, pero sí se mostraba dispuesto a sacarse fotos posando en su despacho, con la bandera de ese país de fondo, de traje, y hasta con la toga de rigor que usa durante sus audiencias.

En esas fotografías se ve a un Griesa serio, y en otras hasta sonriente, pero siempre predispuesto a mostrar su mejor perfil, que hoy ya no luce como tal. El paso de los años provocó que rostro se empañara con una mancha roja en su piel, que le cubre parte de la cara y la frente izquierda.

Así fue visto al finalizar un día de discusiones de alto voltaje en la Corte a raíz del «default técnico» que aplicó al país en el segundo semestre del 2014, al salir del estacionamiento manejando casi pegado al volante por su problema espinal y, en sus últimas apariciones. En esa misma audiencia, pedía por favor que repitan una y otra vez los mecanismos de pagos de la Argentina. Como si no los recordara o como si no oyera la exposición de los abogados de las partes. La imagen, por entonces, era la de quien buscaba ganar tiempo para tratar de buscar una salida al callejón sin salida aparente en el que se había metido.

Pero aún en los comienzos del juicio, ni la toga que usaba podía ocultar su joroba producto de un problema en las cervicales y su espalda, que se fue agrandando con el tiempo.

Este domingo, durante las audiencias que celebra en el piso 26 de la Corte del Distrito Sur, ubicada a metros de la entrada del puente de Brooklyn, los abogados que se ubican frente a él a realizar sus descargos, alcanzan a divisarlo sentado detrás de su escritorio solamente si se pone de pie.

En la etapa en la que Argentina culminó los canjes de deuda, Griesa no disimulaba en dar señales de que se había cansado de que el país eludiera -legalmente- el pago con los holdouts que seguían pidiendo el 100% los bonos en default que tenían en su poder, ya que no había en Estados Unidos activos comerciales del país para embargar.

Las leyes de Estados Unidos dan inmunidad a bienes diplomáticos pero no al resto, y el gobierno argentino se había encargado de vaciarle el terreno a los buitres, que luego intentaron ir tras las reservas.

Gracias a un Griesa enojado con el país, lograron un fallo de que el Banco Central operaba «alter ego» del Tesoro argentino, pronunciamiento que finalmente fue neutralizado por la Cámara de Apelaciones y luego por la Corte Suprema estadounidense. En el 2012 se determinó que las reservas son inembargables, bajo cualquier circunstancia.

Pero los fondos buitre no se rindieron y continuaron buscándole la vuelta al asunto de cómo cobrar sus acreencias, a la vez que desplegaban todo su poder de lobby desde la calle K de Washington al Capitolio, y realizaban sendas promociones en contra de un país del tercer mundo al que calificaban de «repudiar el pago de su deuda y se aliaba con Irán».

En esta etapa Griesa ya no quiso posar más para los medios. Y se abocó a dar lugar una interpretación novedosa de tratamiento igualitario (pari passu), y a diseñar un mecanismo que obligue a la Argentina a negociar en Nueva York con los fondos buitre.

Encontró algo que técnicamente no era un embargo en contra el país, por lo cual no había posibilidad de apelar el mecanismo, pero que inhabilitada el mismo a pagarle al resto de los acreedores, si antes no se le abonaba a los holdouts.

El mecanismo alteró a la comunidad financiera internacional que rechazó esta interpretación – incluido el FMI, Francia, Brasil, y premios Nobel de Economía-,y obligó a modificar el contenido de las cláusulas pari passu para contratos nuevos, y otras acciones colectivas, para no dar lugar de nuevo a una interpretación similar a la Griesa.

Pese a ello, esta «injuction» pasó el filtro de la Cámara de Apelaciones en el 2013 y de la Corte Suprema de Estados Unidos en julio de 2014, lo que derivó en una sentencia firme que puso entre la espada y la pared a la Argentina.

El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner se excusó los primeros meses con una real cláusula RUFO en el contrato de los canjes, que impedía mejorar la oferta a cualquier acreedor hasta fines del 2014. Luego, no hubo intentos para pagar, ni los holdouts se mostraron interesados en acordar a la luz del inminente fin de la era kirchnerista.

En una de sus últimas audiencias, Griesa, visiblemente cansado, mostró optimismo en que el nuevo Gobierno argentino se sentaría negociar, y hasta reveló su intención de retirarse en funciones con este caso.

Cuando llegó a la presidencia Mauricio Macri con una oferta generosa de pago en efectivo del 75% de la sentencia, vio que el acuerdo era posible.

Como pasó antes con la Argentina, Griesa ahora no puede obligar a los fondos buitre a aceptar esta oferta. Su nueva estrategia consistiría en persuadirlos con la amenaza de levantar las restricciones que pesan contra el país, de manera de acorralar al grupo más díscolo, entre los que se encuentra Elliot del magnate Paul Singer, que sin ellas no tienen más poder de presión ante la Justicia ni ante el Poder Ejecutivo de Estados Unidos, en base a las últimas declaraciones del secretario del Tesoro, Jack Lew en Shangai, tras reunirse con el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay, en el marco del G-20.

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