Consciente de que sucederá una nueva pandemia, Lee Hampton -médico epidemiólogo de la iniciativa Alianza para las Vacunas (Gavi)-, aseguró en diálogo con Télam que «así como es importante encontrar la forma de detectar los virus que emergen, también lo es el desarrollo de estrategias para resolver la epidemia de desinformación».Médico pediatra y epidemiólogo, Hampton supervisa las inversiones de Gavi, una alianza de diferentes organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), Unicef, el Banco Mundial y la Fundación Bill y Melinda Gates con el objetivo mejorar el acceso a las vacunas.
En el contexto de la pandemia por Covid-19, Gavi codirige el Covax (la pata de vacunas del Acelerador de Acceso a Herramientas Covid-19 ACT), que consiste en un mecanismo mundial de riesgo compartido para la adquisición conjunta y la distribución equitativa de vacunas contra la esa enfermedad.
En diálogo exclusivo con Télam, Hampton respondió sobre la situación actual de la pandemia, el vínculo entre las sociedades y las vacunas, y las amenazas de salud pública global.
-Pese a los esfuerzos del Covax, un poco más del 30% de la población mundial todavía no recibió si quiera una dosis de la vacuna contra Covid, ¿Cuál es su mirada sobre esto?
-Covid-19 sigue causando enfermedad y muerte. Entre el 1 de octubre y el 1 de diciembre de 2022 las cifras informadas muestran que la Covid ha causado 90.000 muertes en todo el mundo.
En este momento, la mayor parte de la población mundial tiene al menos cierta inmunidad ante Covid-19, ya sea por vacunación o por haberse recuperado de la infección, pero las vacunas siguen siendo beneficiosas, por ejemplo, al reforzar la inmunidad de las personas.
En este sentido es crucial que se proteja a los que están en las primeras líneas, es decir a los trabajadores de la salud. Es vital, porque la pandemia no ha terminado.
Covax sigue adaptándose para responder al desafío, que va evolucionando, y ahora centra esfuerzos en ayudar a los países para aumentar la cobertura de las personas mayores, y para establecer programas de vacunación de refuerzo que apuntan a los grupos de alto riesgo, al tiempo de preparar todo para futuros escenarios.
-Siendo tan evidente la eficiencia de las vacunas para reducir contagios, casos graves y muertes en general ¿por qué cree que sigue habiendo espacio para el movimiento anti-vacunas?
-Toda vez que las sociedades tienen que enfrentar nuevos problemas o usar herramientas nuevas para esa lucha hace falta un gran ajuste. Son ajustes que causan fricción y oposición, incluso si en general son altamente beneficiosos.
Por ejemplo, adaptarse a minimizar el daño causado por la pandemia global de VIH tomó muchos años a muchas sociedades, y ese proceso de adaptación sigue en marcha a nivel mundial. Cuando se apreció el valor de la vacunación contra la muy fatal e histórica viruela en 1700, muchos aceptaron de buena gana el uso de una vacuna nueva y muy efectiva, pero otros se opusieron con vehemencia.
Así que la reticencia de muchas personas a recibir o usar vacunas para prevenir Covid-19 forma parte de un patrón histórico, pero en las sociedades en general nunca a tanta gente se le pidió que hiciera algo nuevo en un período relativamente corto.
«La próxima pandemia no es cuestión de si pasa o no, sino de cuándo y dónde aparecerá. Así como es importante encontrar la forma de detectar los virus que emergen, también lo es el desarrollo de estrategias para resolver la epidemia de desinformación»Dr. Lee Hampton
-En ese sentido, ¿qué cambió en la relación entre la sociedad y las vacunas la pandemia por Covid?
-Algunos elementos de cómo respondieron las sociedades a la Covid-19, como la rápida difusión de la información errada, contribuyeron en mucho a los desafíos de adaptarse a la pandemia. Pero aunque las redes sociales y los medios tal vez contribuyeran a esto, lo que pareció sin precedentes fue la variedad y velocidad de esa información errada.Covid-19 no es la primera enfermedad en la que la información falsa y perjudicial causó daños en la salud pública. Por ejemplo, la mala información acerca de los riesgos, propagación y prevención de la polio representó grandes desafíos a los esfuerzos por erradicarla, en ocasiones contribuyendo a los ataques contra los vacunadores.
La próxima pandemia no es cuestión de si pasa o no, sino de cuándo y dónde aparecerá. Así como es importante encontrar la forma de detectar los virus que emergen, también lo es el desarrollo de estrategias para resolver la epidemia de desinformación que acompañará a la pandemia.
El reciente brote de viruela del mono ya ha tenido brotes de desinformación o mala información en cuanto a sus orígenes y propagación.
-Además de Covid-19, ¿qué otras enfermedades presentan una amenaza global en estos días?
-Estamos hoy rastreando la variante Sudán del Ébola, así como la Marburg y Nipah, entre otras. También enfrentamos los riesgos de la resistencia antimicrobiana de enfermedades que podrían empezar a pasar de los animales a los humanos como pasó con coronavirus, y el SARS, MERS, y el VIH antes de esto, y de enfermedades que podrían presentar riesgos en áreas nuevas debido al cambio climático, como el dengue.
Por eso necesitamos preparación robusta ante las pandemias y un fuerte ecosistema de respuesta, apoyado en fuertes instituciones de salud a nivel global, inversión y capacidad en I + D, y un fortalecimiento continuo en los sistemas primarios de salud y vacunación.
-¿Qué aprendizajes nos deja la pandemia de Covid?
-Aprendimos que si bien el mundo ahora es mucho más capaz de detectar una pandemia y responder ante ésta de lo que sucedió cuando se enfrentó a la pandemia de gripe de 1918-1919, o a la epidemia global de VIH, todavía no estamos lo suficientemente preparados.
Hemos avanzado mucho en el fortalecimiento de los sistemas de salud en las últimas décadas, pero esos sistemas fueron puestos a prueba por la increíble tensión de esta pandemia y su impacto en otros servicios esenciales.
Los sistemas de inmunización llegaron a la mayoría de los niños en los países a los que apoyamos, pero no lograron llegar a toda la población adulta en los países de bajos ingresos, tan rápido como era necesario.
La inversión continua que incluya a los sistemas de salud primaria y la inmunización, más la mejora en la capacidad de los sistemas de salud para llegar a las comunidades que no están cubiertas, es la clave y de hecho es uno de los objetivos centrales de Gavi.
Necesitamos instituciones globales más robustas, mecanismos y redes fuertes, y también un cuidado primario de la salud que sea más fuerte en el nivel más local. Eso incluye financiamiento contingente para responder rápidamente a las pandemias, mejor detección de enfermedades que puedan causar pandemias, una base de manufactura regionalmente más diversa para evitar las restricciones a las exportaciones en situaciones de emergencia, y una más ágil toma de decisiones, pero con un continuo enfoque en la equidad y solidaridad.