Ya a partir de los 4 años los chicos empiezan a sospechar de Papá Noel. No significa que a esa edad dejen de creer. Pero se plantean antes que sus hermanos ciertas inconsistencias del relato. Esas dudas son el preludio para el descubrimiento final, que ocurrirá tiempo después. Según los especialistas, asistimos al fin de la credulidad en la primera infancia.
“Hay un adelantamiento de la edad de descubrimiento porque los chicos tienen acceso a más fuentes de información. Antes, los cuestionamientos empezaban en torno de los 7 años. Hoy, cerca de los cuatro años ya empiezan a dudar”, afirma Susi Mauer, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
Los especialistas explican que ese adelantamiento no implica necesariamente el descubrimiento final de la historia. “Los chicos saben, a nivel inconsciente, que hay elementos del relato que no cierran. Lo mismo con el Ratón Pérez o con los Reyes Magos. Sin embargo, a edades más tempranas comienzan a cuestionarse la veracidad de la historia. Es un proceso de descubrimiento que terminará, tiempo después, con el fin del relato fantástico. Es como el parto, una vez que se desencadena, no hay vuelta atrás”, explica la psicoanalista Mónica Cruppi, especialista en familia e infancia, publica hoy el diario porteño La Nación.
“La riqueza emocional de un niño, su imaginación, se desarrolla a menudo a través de estructuras de ficción, en el cual el mundo mágico tiene un lugar preponderante. Su valor trasciende en efecto lo religioso para ofrecer al niño una estructura de ficción que dé vuelo a su imaginación”, asegura Juan Eduardo Tesone, psiquiatra miembro de la Société Psychanalytique de París y de la APA.
¿Hasta dónde hay que sostener el relato? Hasta el punto de que no ponga en juego la credibilidad y la confianza en los padres, sin exagerar el énfasis, recomiendan los especialistas. “Creo que la ficción puede ser sostenida mientras funcione como un andamiaje para la fantasía del niño, pero si el niño preguntara sobre la realidad, no conviene negarla. Hacerlo sería descalificarlo en sus propias percepciones”, agrega Tesone.
Cruppi coincide: “Sostener a Papá Noel pese a todo es más algo de los padres que de los niños. La historia de Navidad tiene una función social, refuerza la tradición y estructura la psiquis del niño en el modelo normativo. Lo introduce en la sociedad del premio y el castigo: si quiere regalos se tiene que portar bien”, asegura.
De todas formas, explican, los niños tienen una aguda capacidad de leer la realidad. Cuando empiezan a sentir que algo de esa historia no les cierra, van a investigar y no van a parar hasta que descubran la verdad. “No es bueno sostener el relato a costa de una mentira. Uno de los dolores de la infancia es sufrir la incomprensión o la mentira del adulto. El adulto cree que protege así del sufrimiento a sus hijos, pero puede provocarle una gran desilusión. Y no hay nada peor que sentirse decepcionado por los padres”, explica Mauer.
Una vez que empiezan las dudas, dicen los especialistas, hay que acompañar el proceso para que el chico descubra la verdad sin sentir que lo engañaron. “Es importante contarles a los chicos cuál es el verdadero sentido de la Navidad, más allá de nuestra religión. La historia de Papá Noel desplaza el debate más filosófico de por qué los padres creen o no. Sostener a toda costa el relato de Papá Noel puede ser una manera de evitar enfrentarnos con este tipo de preguntas incómodas”, apunta Cruppi.