San Valentín y el amor, un encuentro de imágenes y distopías


El beso de Klim
El beso de Klim.

El amor de los enamorados se celebra irradiado por Occidente en distintos lugares del mundo cada 14 de febrero en coincidencia con San Valentín, un momento en el cual la industria y el imaginario intensifican pasiones que van más allá de los Venus y Cupidos rescatados por el Renacimiento, y que desde la mirada de una artista, una poeta y una curadora cobran una dimensión que atraviesa tiempos y espacios.¿Acaso este mes no «brotan» flores y rosas, bombones o corazones rojos hasta en forma de globo en calles o pegoteándose cual vinilo a las paredes con la imagen del amor? Esa que suele asociarse a obras tan icónicas que van desde «El beso» de Gustav Klim o «Los amantes» y «El aniversario» de Marc Chagall hasta las alegóricas pinturas de un Tiziano o las disruptivas de Banksy, por mencionar algunas.

En un recorrido por obras sobre amantes, reflexiones acerca del amor y su faceta tóxica como posible contracara, el amor vuelve renovado cada 14 de febrero con imágenes de parejas, besos y otras cuestiones que confluyen en una idea de amor constelada en representaciones tan diversas como épocas e idiosincrasia.

En estos días, distintas iniciativas despiertan la festividad dedicada a los enamorados, desde la conferencia «Love me fast: El amor romántico y las redes sociales», que la artista española Noemi Iglesias Barrios y la curadora Rocío de la Villa ofrecerán este jueves en el Museo Thyssen de Madrid – una actividad que acompaña la muestra homónima con perspectiva de género que reflexiona en ese espacio sobre el amor romántico en las redes sociales- y la venta de souvenirs especiales, hasta una marketinera semana bajo el nombre «La diosa del amor: los mil rostros de Venus» y un concurso para las redes sociales, ambas iniciativas organizadas por la italiana Galleria Borghese.

Esos rostros alegóricos de la diosa son una iniciativa especial dedicada a la «Fiesta de los enamorados», en la cual el museo ofrece «una visión temática de las mil caras de Venus, la diosa del amor, de la belleza, de la fertilidad natural, sensual o recatada, caprichosa o persuasiva», una diosa que encuentra amplio espacio en la imaginación de artistas y mecenas, presente en el acervo de la galería romana. «Enamórese de la Galería Borghese», invitan a la iniciativa que se presenta desde hoy y hasta el 18 de febrero.

Bansky y el amor siempre presente
Bansky y el amor siempre presente.

Así Italia, país y escenario trágico para los amantes de Verona, inmortalizados por la dramaturgia inglesa en «Romeo y Julieta», también pone foco en el amor con «Amarse. El amor en el arte de Tiziano a Banksy'», una muestra expuesta hasta abril en el Palazzo Montani Leoni, en la italiana ciudad de Terni, al norte de Roma.

La muestra organizada por la Fondazione Carit, una ex entidad bancaria, se centra «en un tema muy querido para la ciudad de Terni: el amor» y está concebida como homenaje al San Valentín que vivió entre los siglos III y IV, y que aunque descanonizado hace unos años por la Iglesia es el protector de los enamorados y patrón de Terni.

En el recorrido propuesto, las obras de arte abarcan desde la antigüedad hasta nuestros días, exhibiendo obras que van desde Guercino a Dosso Dossi y Tintoretto, pasando por Francesco Hayez, Antonio Canova hasta Giorgio De Chirico, Giacomo Balla, más dos obras del renacentista Tiziano (1490-1576) y el contemporáneo Banksy.

La muestra apunta a las «iconografías más conocidas y apasionadas dedicadas al sentimiento que más ha inspirado a los artistas a lo largo de los siglos» desde el amor más puro al de la seducción amorosa, hasta su cuestionamiento en «las relaciones más problemáticas y ambiguas descritas por artistas del siglo XX», para «sumergirse en un viaje rico en historias y emociones», apuntan los organizadores. Es que el amor atraviesa todo el arte en todos los tiempos.

Por eso, la exposición abre con un homenaje a San Valentín, al que puede vérselo en un cuadro atribuido a Giambattista Volpato bautizando a Santa Lucía, luego del milagro de devolverle la vista. Hacia el final cuestionan los principios del «amor» presentes en obras donde se observa «la mirada de la esposa del futurista Balla retratada por el artista en ´La duda´ (1907) o el abrazo de despedida de los dos maniquíes de Giorgio De Chirico, titulados ‘Héctor y Andrómaca'(1917)».

Como cierre, «El amor en el arte de Tiziano a Banksy» tiene en el artista urbano de Bristol, Reino Unido, a una de las versiones de «Balloon Girl»: una niña mira su globo en forma de corazón, arrebatado por el viento.

La representación del amor según una curadora, una artista y una poeta

  Pero ¿qué obras representan o simbolizan a los enamorados o el desamor? La pregunta cala en las respuestas de la poeta Teresa Arijón, la artista visual Paula Sendorowicz, y la curadora y docente Adriana Lauría, quienes proponen imágenes de obras tan diferentes como sentidos que transitan, desde lo romántico e idílico, entre el postimpresionismo francés y lo gauchesco, hasta lo disruptivo de un Amor escrito en mayúscula.Arijón prefiere despegarse de los lugares comunes «que reflejan el amor», por eso posa la atención sobre las pinturas de los franceses Gustave Courbet y Toulouse-Lautrec, «Le sommeil» (el sueño, 1866) y «Le lit», respectivamente. También propone a la surrealista «Amor Che Move Il Sole L’altre Stelle» de la británica Leonora Carrington, y «Los perros» de la argentina Lula Mari.

«Me decido por una historia entre una modelo y un pintor, que quizás evoca el amor y sus misterios, o sus contradicciones», expresa a Télam la autora de «La mujer pintada» (2021) donde retrató la relación tan particular entre las modelos y musas con los artistas. «Algunas modelos inspiran a los pintores por su aspecto, otras por su personalidad», señalaba en su libro.

En esta oportunidad trae la historia contada por Dan Franck en «París-Bohemia» donde «los protagonistas son el desdichado Maurice Utrillo y la incomparable Alice Prin, más conocida como Kikí de Montparnasse», dice sobre «la modelo preferida de los artistas».

Tiziano y su visin del amor
Tiziano y su visión del amor.

«Foujita, Kisling, Man Ray y muchos otros ya habían representado a esa jovencita, jovial y descocada, cuya conducta, modales y silueta eran conocidos en el mundo entero. Utrillo también quería pintar su retrato. Se paró delante del caballete, le pidió que tomara la pose y pintó durante tres horas seguidas. Al final de la sesión, Kikí le pidió ver el retrato. Utrillo aceptó. Se apartó de la tela. La chica se acercó. Soltó una carcajada. Esa risa que conocían todos los bistros de la orilla izquierda del Sena. Se inclinó un poco, para comprobar que no estaba equivocada. No estaba equivocada. Había visto bien. No era su rostro el que aparecía en la tela. Ni su cuerpo. Durante tres horas, Utrillo había pintado una casita en el medio del campo», comparte Arijón.

Otras son las obras que propone Senderowicz para el amor como «Los extranjeros» (2018) de la argentina Claudia Fontes: «Me hace pensar en la idea de que en una pareja los integrantes nunca terminan por conocerse del todo, pueden pasar años, el otro sigue siendo ´un extranjero´».

También propone a Luise Bourgeois y una de sus «The Couple» (2007 – 09), o la obra del cubano Félix-González-Torres «Sin título» (Para un hombre en uniforme» de 1991) que instala en una rincón una gran pila de chupetines envueltos en blanco, azul y rojo. E invita a pensar en las obras bordadas de Feliciano Centurión «Que en nuestras almas no entre el terror» (1992) y «Reposa» (1996) -escrito sobre una almohada-, además de «la instalación de Diana Shufer «Donde las cartas se unen» (1995-2018): una cama y un montón de cartas escritas.

Este es un tema que apasiona a Senderowicz, quien fotografió la instalación «Enamorados a la distancia» (2006), donde sábanas congeladas cuelgan de una soga en el bosque de Banff, Canadá.

Por otro lado, centrada en el arte argentino, Lauría invita con «una obra que no deja de conmover» como es el inicio de un cortejo «lleno de sugerencias» retratado por Juan León Pallière en «Idilio criollo» (1861), una pintura del acervo del Museo Nacional de Bellas Artes.

Sin embargo, saltando décadas, provoca con la novela plástico-performática «Besos brujos» (1965) de Alberto Greco, cuyo original está en el en el MoMA de Nueva York y es «una pérdida para nuestro patrimonio nacional», apunta la curadora.

Se trata de «una narración manuscrita de textos escritos, plásticos», con indicaciones que permiten actuarla, «en torno a un amor que fue y que ya será imposible, con encuentros, asechanzas, desencuentros, pasión desbordada e inevitable ruptura, que impulsarán al artista a concebir en este mismo texto su suicidio, pocos meses después de terminada la obra», explica ante ese «amor no correspondido» del artista que trae los ecos sonoros de Libertad Lamarque en el filme homónimo de 1937.

Otra perspectiva amorosa, señala Lauria, es la instalación «Cartas de amor y camas» (1994) de Diana Schufer, presentada en el Centro Cultural Recoleta que «consistía en una serie de camas de dos plazas en cuyas sábanas se proyectaban imágenes de cartas de amor».

«La sugerente atmósfera conseguida por los paños que separaban los espacios que ocupaba cada cama, la iluminación, la banda sonora, y, sobre todo, la sensación de entrar en la intimidad de habitaciones privadas, se veía fortalecida por los textos de las cartas que, con tono confesional, daban cuenta de pasiones, encuentros evocados, rupturas, promesas», describe.

Tal vez este año Banksy vuelva su mirada ácida para San Valentín como en 2023 cuando aludió al amor tóxico en la ciudad británica de Margate con «Máscara del día de San Valentín», dibujo que mostraba una ama de casa golpeada barriendo el cuerpo de un hombre en un freezer.

Mientras tanto, otras obras parecen describir el amor y la pasión, como la intrigante «Los amantes» (1928) de René Magritte -que representa una pareja con sus rostros tapados, besándose- o los rostros estrechados del pop art «Kiss V» de Roy Lichtenstein. Aunque de metáfora distinta, también lo promueven los famosos colchones psicodélicos de la también pop Marta Minujin, o «Que bueno es estar juntos» (1997-2001) de Luis Felipe Noé.





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