Qué hacer para cuidar la biodiversidad desde los hogares y las industrias productivas


La autoinspección de la vida cotidiana para identificar acciones positivas o dañinas, la acción colectiva y la exigencia a las autoridades gubernamentales del control del cumplimiento de las metas del Marco Global para la Biodiversidad (MGB) de Montreal, fueron las principales recomendaciones de científicos del Conicet para que la sociedad pueda colaborar en el cuidado del ambiente.

«Las decisiones de consumo de los habitantes de las ciudades afectan a los ecosistemas naturales», explicó a Télam la investigadora Sandra Díaz al recomendar hacer una autoinspección de la vida cotidiana para identificar acciones ‘dañinas’ o ‘positivas’ en el caso de personas que tienen las necesidades básicas satisfechas, repensar ‘necesito toda esta energía, toda esta ropa, este plástico'».

Por el otro, la científica dijo que «lo mejor que puede hacer el ciudadano común es organizarse» para exigir a través de estructuras colectivas legales establecidas o de organizaciones de la sociedad civil y producir así «grandes cambios».

Sandra Daz Foto Prensa
Sandra Díaz. / Foto: Prensa

Por su parte, el científico del Conicet Christopher Anderson resaltó que por ser un tratado internacional ratificado por la Argentina, el Convenio de Diversidad Biológica tiene un estatus legal justo debajo de la Constitución Nacional y, si bien el Acuerdo de Montreal «no es un tratado internacional», es parte del tratado de la CDB, entonces «los ciudadanos tenemos derecho político de exigir que el gobierno demuestre cómo está cumpliendo con esto».

Para poder cumplir estas metas «va a hacer falta hacer monitoreos y que nos sumemos desde el sector científico, ONGs, y la sociedad en general. Hasta el ciudadano de a pie a través de la ciencia ciudadana o monitoreos comunitarios puede sumarse y monitorear la implementación del Marco Global», enfatizó la bióloga Gabriela Lichtenstein.

En cuanto a las industrias agrícolas, las y los científicos explicaron que hay una «falsa dicotomía» entre producción y cuidado ambiental.

Christopher Anderson Foto Prensa
Christopher Anderson. / Foto: Prensa

«Se puede producir de una forma que no dañe la biodiversidad ni a la gente. Lo que sí es incompatible es la ganancia extrema para una minoría con favorecer a la naturaleza y la salud humana«, señaló Díaz al recordar que hay modos de producción que dañan a los otros organismos y a los seres humanos.

«Si uno le pone un poco de freno a eso, se puede seguir ganando, pero no al extremo de dañar la trama viva que nos sostiene a todas las personas’, eso es lo que para mí el MGB no termina de hacer, porque no establece números en varias metas muy importantes», añadió.

Gabriela Lichtenstein Foto Prensa
Gabriela Lichtenstein. / Foto: Prensa

En ese aspecto, Anderson explicó que hay distintas estrategias para que los sistemas agrícolas sean más agroecológicos aunque la práctica extensiva industrial «siempre va a generar daños».

En Entre Ríos -contó- existen grupos de ganaderos familiares que en vez de desmontar el bosque lo ven como un favorecedor de su ganadería.

«¿Por qué muchos desmontan porque ven al bosque como un estorbo y estos lo incorporan?», reflexionó el investigador.

Para el experto se requiere no solo que los productores piensen en la conservación sino que los conservacionistas piensen la producción.

«A veces los científicos profesamos la catástrofe, y en realidad la pregunta debería ser qué calidad de vida queremos (…) estamos trabajando a favor de la vida, la solidaridad, esos son valores, la naturaleza no es sólo un bosque sino también los valores y relaciones sociales que ocurren en y con ese bosque», concluyó.

Planificación estratégica y la sociedad involucrada, «claves» para las metas de Biodiversidad 2030

La planificación estratégica de los Estados y el involucramiento de la sociedad ante la «alarmante» pérdida de biodiversidad y el deterioro del ambiente serán «claves» para alcanzar las metas acordadas para 2030 por 196 países, incluido Argentina, en el nuevo Marco Global para la Biodiversidad (MGB), consideraron tres especialistas en Ciencias Ambientales del Conicet que participaron de la Conferencia de las Partes sobre Diversidad Biológica de la ONU (COP15).

A nivel global, 75% de los ecosistemas están alterados por la actividad humana y más de un millón de especies «estarían» en peligro de extinción, de acuerdo a las conclusiones del encuentro internacional.

«No nos podemos dar el lujo de no cumplir las metas para 2030 como sucedió con las Metas de Aichi que tuvieron vigencia entre 2010 y 2020, sería un desastre», advirtió a Télam la investigadora del Conicet y Universidad Nacional de Córdoba en el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal, Sandra Díaz.

«Es necesaria una implementación decidida por parte de los Estados y de la sociedad civil», agregó la bióloga que estuvo entre los científicos/as más destacadas del mundo en 2019.

En el mismo sentido, el biólogo doctor en Ecología Christopher Anderson, que trabaja en la Patagonia como investigador del Conicet y de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego dijo que «la conservación no se va a lograr solo poniendo cercos», sino involucrando a la sociedad «reconociendo los derechos de los pueblos originarios y comunidades locales», tal como marcó una de las metas del MGB, lo que constituye «un cambio paradigmático».

También Díaz remarcó la importancia del respeto a los pueblos indígenas por una cuestión de derechos humanos de acceder a su tierra ancestral, y porque comprobaron con un estudio de la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) que «mundialmente en promedio las tierras indígenas tienen más biodiversidad y la biodiversidad se pierde menos que en las manejadas por los Estados nacionales y los sectores no indígenas», porque «conservan determinadas prácticas, salvaguardas y conocimiento».

Para concretar las metas de Biodiversidad «hace falta una planificación estratégica», explicó a Télam la bióloga investigadora del Conicet en el Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano, Gabriela Lichtenstein, y agregó que los países tienen que desarrollar o actualizar sus estrategias nacionales de conservación de la biodiversidad y, dentro de estas estrategias, habrá indicadores que van a tener que monitorear a lo largo del tiempo y reportar a la CDB.

Además, es necesario «atacar los impulsores y las causas del deterioro de la naturaleza», sumó Díaz.

Entre las causas directas de pérdida de biodiversidad, la investigadora señaló el uso de la tierra, la explotación directa de plantas y animales, el cambio climático, la contaminación, las especies invasoras.

Entre las causas «de raíz», mencionó cuestiones sociales, políticas, como «los grandes subsidios a actividades que dañan la biodiversidad o favorecer el consumo innecesario» y, sobre este punto señaló que «al marco le falta precisión para ponerle freno».

Por su parte, Lichtenstein explicó que «los patrones actuales de producción suelen no considerar las externalidades ambientales, como muchas industrias extractivas; y el sobreconsumo, principalmente en los países del Norte Global».

Asimismo, advirtió sobre la «creciente» disociación entre personas y naturaleza, «en parte debida a la vida en ciudades». En Argentina el 92% de la población vive en ciudades, en Latinoamérica, el 80%, precisó.

«No somos conscientes del costo ambiental de producción de lo que usamos y consumimos, ni de la cantidad de residuos que producimos, ni a dónde van», remarcó la científica al explicar que lleva a un desequilibrio y a convertir a la naturaleza en un «commodity».

La Biodiversidad -definió Díaz- no está solo en los parques nacionales, también está en la ciudad. «Es todo lo que está vivo sobre el planeta Tierra, nosotros incluidos, es una interacción, una trama muy intrincada».

América contiene alrededor del 35% de los mamíferos, 35% de los reptiles, 40% de las aves y 50% de los anfibios del mundo, apuntó Anderson.

«Tenemos gran porcentaje de la biodiversidad del planeta, pero en los grupos que han sido bien evaluados aproximadamente el 25% se encuentra bajo algún grado de amenaza de extinción y esas son las situaciones que tenemos que revertir con esta meta a 2030 y 2050», consideró el investigador.

«El Convenio sobre Diversidad Biológica (CBD, por sus siglas en inglés) es un instrumento legalmente vinculante mientras que el Marco Global, al que se llegó después de 4 años de negociación, es de ‘cumplimiento voluntario’ de todos los Estados parte, que consideran alcanzables estas metas, que están atravesadas a su vez por un enfoque basado en derechos», explicó Lichtenstein, que participó de la COP15 en calidad de vicepresidenta regional para América del Sur y Mesoamérica de la Comisión de Supervivencia de Especies de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Para el caso de Argentina, el investigador consideró que «tiene que seguir reforzando las cosas que está haciendo bien», como la nueva Ley de presupuestos mínimos de cambio climático, con la cual a partir de un Gabinete Federal de Cambio Climático, «todos los ministerios tienen representación en el tema» y permite una «planificación más transversal» para organizar las instituciones en lo ambiental.

En el marco del CBD, el 19 de diciembre fue aprobado el ‘MGB Kunming-Montreal’, que reemplazó a las ‘Metas de Aichi’.

«Con el nuevo marco estamos mejor armados para no fallar porque es más jugado, amplio, inclusivo, tiene más números e indicadores precisos», valoró Díaz.

El acuerdo calificado como «histórico» estableció como puntos centrales la protección de al menos el 30% de las tierras, aguas continentales, zonas costeras y océanos del planeta para el 2030, mientras busca reducir a casi cero la pérdida de áreas de gran importancia para la biodiversidad.

El trabajo de Díaz como co-presidenta de la Evaluación Global de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos por parte de IPBES de 2019 fue «la base principal» para el MGB, que planteó cuatro objetivos y 23 metas relacionados con mantener y restaurar la biodiversidad de especies y poblaciones y los ecosistemas, así como la resiliencia y conectividad de estos últimos para el año 2050; asegurar las contribuciones de la naturaleza para la gente en forma sostenible; compartir de manera justa y equitativa los beneficios de la naturaleza; y obtener los recursos financieros para la implementación.

«Es importante hacer amigable para la naturaleza el otro 70% que no quedaría legalmente protegido, porque es donde vive la mayoría de la gente», concluyó Díaz.





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