La orquesta Ciudad de Granada en la inauguración de la Primera Bienal de Flamenco de Granada, el 5 de septiembre de 2025. EFE/Pepe Torres.
El catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad de Santiago de Compostela (USC) Antonio Salas, uno de los artífices de SensoGenoma, sostuvo durante la presentación del proyecto, la semana pasada, que “la detección de alteraciones en la microbiota bucal de los pacientes tras la estimulación de la música (…) sugiere que el origen de ciertas enfermedades neurodegenerativas podría estar relacionado con infecciones orales”.
Añadió que “el hecho de que la música sea capaz de modular la microbiota oral abre la posibilidad de explorar su potencial en la identificación de biomarcadores”.
La exposición del proyecto tuvo lugar la semana pasada en Santiago de Compostela. Proyecto que está liderado la musicóloga Laura Navarro, por el propio Salas y por el jefe del servicio de Pediatría en el Complejo Hospitalario Universitario de Santiago (CHUS) Federico Martinón.
Estos dos últimos son los responsables de los proyectos de investigación GenPoB y GenVip, respectivamente, ambos del Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago de Compostela (IDIS).
Muestras de saliva y sangre desde 2022
Se trata de un proyecto pionero a escala mundial. Iniciado hace apenas tres años, SensoGenoma busca identificar biomarcadores de respuesta individual, validar dianas terapéuticas y establecer relaciones causales entre música y procesos fisiológicos, abordando cuestionamientos históricos sobre la deficiente evidencia científica en estudios de arte y salud.
Para ello, recogieron muestras de saliva y sangre en los participantes de diferentes conciertos experimentales celebrados desde 2022 en colaboración con la Real Filharmonia de Galicia y el Auditorio de Galicia.
Durante los dos primeros años, explica Salas, se centraron en personas sanas y en pacientes con trastornos cognitivos asociados a la edad, como el alzhéimer.
La música y su “efecto compensador”
Entre las contribuciones más relevantes del proyecto, el experto destaca que la música puede “compensar la expresión génica alterada en los trastornos cognitivos relacionados con la edad, activando las vías de autofagia y organización sináptica”.
Además, en pacientes con enfermedad de alzhéimer, la música modula la microbiota oral, afectando a las bacterias implicadas en la neuroinflamación y los procesos neurodegenerativos.
En el caso del Trastorno del Espectro Autista (TEA), la música influye “en genes asociados con la función inmunitaria y mitocondrial”, así como en la microbiota oral, lo que sugiere efectos sistémicos y posibles beneficios para la cognición y la interacción social.
En cuanto al daño cerebral, la música afecta a genes vinculados con la neuroplasticidad y la reparación neuronal, relación de crucial importancia para programas de rehabilitación.
“No sabemos muy bien el alcance y cómo la música realmente regula esto, pero sí podemos especular que hay un cambio en ese ecosistema de la boca”, afirmó Salas.
Martinón apuntó a que esa expresión diferencial de los genes ante el estímulo musical “es diferente en las personas que tienen determinadas patologías” y “tiene un efecto compensador”.
El 3 de octubre, el Auditorio de Galicia acogerá la cuarta edición de Sensogenoma con la participación de la Real Filharmonía de Galicia y la Banda Municipal de Música de Santiago de Compostela.
El concierto tendrá dos partes de 30 minutos y en él se recogerán muestras de donantes antes, después y en el descanso.