protestas contra la suba del combustible, el nuevo revés que enfrenta Macron |




Los bloqueos de carreteras convocados el sábado permitirán medir el hartazgo con Macron en la Francia de provincias.

El establishment francés se enfrenta con nerviosismo a un objeto político no identificado, un movimiento sin líderes ni estructura que refleja el descontento de una parte de la Francia de provincias con el presidente Emmanuel Macron.

Les llaman los chalecos amarillos, del nombre de la indumentaria fosforescente obligatoria en los automóviles. Lo que les moviliza es el aumento del precio del carburante, considerada un agravio para esta Francia rural y de provincias que necesita desplazarse por carretera para ir a trabajar, a hacer las compras, a llevar a los niños al colegio o a los mayores al médico.

Gentileza: El País

Los chalecos amarillos han llamado a bloquear las carreteras mañana. Será la primera ocasión para calibrar si tienen una fuerza real más allá del ruido en las redes sociales y medios de comunicación.

El Gobierno se lo toma en serio. El primer ministro, Édouard Philippe, anunció el miércoles una batería de medidas para compensar la pérdida de poder adquisitivo de los automovilistas. Costarán 500 millones de euros al Estado.

Cuando Macron llegó al poder en mayo de 2017, el litro de gasolina sin plomo costaba 1,37 euros y el diésel, 1,21. En octubre costaba 1,56 y 1,52 respectivamente, según datos recopilados por Le Monde. La responsabilidad del Estado es limitada en la subida del precio. Dos tercios del aumento se explican por la subida del precio del petróleo. Un tercio, por la subida de los impuestos. El objetivo, además de recaudar, es disuadir el uso de energías contaminantes para combatir el cambio climático.

Macron, cuya popularidad ha caído por debajo del 30% y que en las últimas semanas ha perdido a ministros clave, se dirigió esta semana a los franceses en una entrevista con la cadena TF1 desde el portaviones Charles de Gaulle. Admitió que las manifestaciones son un síntoma de la desconexión entre una parte de Francia y sus élites. “No he logrado reconciliar al pueblo francés con sus dirigentes”, dijo Macron. “Nuestros conciudadanos quieren tres cosas: que se les considere, que se les proteja, que se les aporten soluciones. No declaraciones: soluciones. Y la consideración, sin duda no la hemos aportado”.

Las protestas de los chalecos amarillos son, en principio, apolíticas y están desligadas de los sindicatos y partidos. Pero varios grupos de la oposición —desde la extrema derecha del Reagrupamiento Nacional (RN, ex-Frente Nacional) a la izquierda populista de La Francia Insumisa, pasando por la derecha tradicional de Los Republicanos— han manifestado su apoyo.

Las autoridades temen que, al tratarse de un movimiento sin jerarquía, se descontrolen. Un problema es con quién negociar. No hay un interlocutor como ocurre con las protestas sindicales. Otro problema es que el precio de la gasolina y el gasoil sea la anécdota, el detonante de un hartazgo que revela un movimiento más profundo y duradero.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente: El País

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