Hay promesa de show del pánico mileísta para el lanzamiento nacional de La Libertad Avanza. La muchachada calienta la garganta con su grito de guerra, palabra fetiche, mantra maníaco: libertad, libertad, libertad. Carajo.
Fiel creyente del libre mercado es Gustavo, un abogado arrimado al ágape desde la conurbana Merlo. Lo custodia Karina, su esposa, contadora pública que pasó las 50 primaveras hace rato: “Como ‘El Jefe’, viste, llevo con orgullo el nombre de la que maneja los hilos, yo también soy jefe en mi casa”, resalta la fan de la silente Gran Hermana presidencial, consejera, pitonisa, asesora todoterreno y secretaria general de la Presidencia.
La pareja conurbana se gana el mango vendiendo libros, clásicos de clásicos del liberalismo: “Los de Benegas Lynch hijo, que es el que más sabe. De ahí aprendimos los valores liberales”. Agregan, quejosos, que las ventas vienen flojas. No hay plata.
Marchan por el Bajo porteño los ejércitos de la noche mileísta rumbo al sur olvidado de la ciudad de la furia. Facundo vino desde la incendiada Córdoba. Flamea la bandera amarillenta con el ícono libertarianista de la cascabel de Gadsden. De pasado cambiemita, devino fundamentalista de Milei. ¿Los motivos? “Javier vino a terminar con la casta, con los kukas, con las ideas colectivistas”, dice el cordobés en llamas. Sobre los escasos fondos que envió el gobierno nacional para combatir el infierno en la provincia mediterránea prefiere no hablar. No comments.
Los micros rentados -muchos de la empresa que alguna vez perteneció al “progenitor” del presidente- que acercaron a las Fuerzas del Cielo duermen la siesta sobre la avenida Garay. También las camionetas de los mastines de la ministra de la Represión Patricia Bullrich. El operativo de seguridad acogota la triple frontera que hermana San Telmo, La Boca y Barracas. Debe costar unos cuantos millones de pesos que no llegarán a los chicos hambrientos del Chaco.
No le preocupa el despilfarro entre tanto ajuste salvaje a la señora Mónica. La coqueta jubilada docente resalta que le gusta la “limpieza” que lleva adelante el gobierno ultraliberal. Con tono místico, reza: “Son tiempos duros, pero Javier nos cuida, es un ser de luz. Con Karina son los ángeles del pueblo argentino”. Creer o reventar.
Hay banderas del león, remeras del león, pines del león y hasta un león digno de trencito de la alegría, perdido en el anfiteatro del Lezama. La fauna libertaria copa el parque diseñado por el paisajista francés Charles Thays. El parque no luce un lleno ejemplar. Se puede caminar con libertad.
“El Indec miente”, dice Jorge sobre las dramáticas cifras de pobreza difundidas la última semana. “A mí me va bien, hermano, soy comerciante. Los primeros meses fueron fuleros, pero ahora repunta, al que no le gusta, que se vaya a Cuba. Papá Estado que no joda más. Y al que protesta, palo y palo”, sostiene el treintañero enflaquecido y se pierde entre la batalla de los bombos que estalla cerca del escenario.
Con patitos en la cabeza canta el himno Susana. Jura con gloria morir. Hace un rato saltaba en éxtasis mientras un tuitero fascista puteaba contra los kukas, el estado bienestar y la mar en coche. Es miembro activa de la familia militar: “Es un faro este gobierno. Están de nuestro lado, los que se jugaron la vida por los valores patrios en el pasado. Yo sé que algunos militares cometieron errores, pero no hay que generalizar”.
Sobre los primeros seis meses de gobierno mileísta, no tiene quejas: “No hay más piquetes, no veo planeros en la calle, somos libres. Viva la libertad”.
Antes de que entre el “León” al ruedo, la masa grita en éxtasis y pide más ajuste. El show del pánico está a punto de empezar en Parque Lezama, tierra santa de las falanges libertarias. También, escenario de la novela venerada de Ernesto Sabato que hoy parece volverse realidad: Sobre héroes y tumbas.