Para la escritora Inés Garland, flamante ganadora del Premio Strega Ragazze e Ragazzi, la versión infantil del galardón literario más importante de Italia, «poder leer en un libro la maldad y la envidia, poder hablar de eso y poder reconocerlo es tanto más efectivo que lo políticamente correcto».
La situación de la literatura infantil en tiempos de cancelaciones y avances de ideologías conservadoras, de fenómenos de lectores sensibles, listados de libros prohibidos en escuelas y bibliotecas y de reediciones de clásicos según criterios de corrección política, fueron temas a los que se refirió Garland tras ganar el Stregga en la categoría de 8 a 10 años con el libro «Lilo», un texto que aborda el ciberbullying, el duelo y la gestión de las emociones con humor.
«Lo políticamente correcto me parece nefasto, una de las cosas que hace la literatura es que podamos aceptar mirar de frente nuestros lados más oscuros, salirnos de la soledad horrible a la que te condena la imposibilidad de ver la oscuridad de la vida o del propio corazón», dijo Garland en diálogo con Télam desde Italia.
A entender de la escritora y traductora nacida en Buenos Aires en 1960, «poder leer en un libro la maldad, la envidia, los celos, el machismo o el racismo, poder hablar de eso y reconocerlo es más efectivo que lo políticamente correcto, que lo único que hace es prohibir, y se sabe que la resistencia conduce a la persistencia».
«Descubrir que lo que me horrorizaba de mí misma le pasaba a un personaje y encontrar los modos de lidiar con eso después te puede servir para realmente trabajar con eso y no hacer daño a los demás, pero no reconocer que sos capaz de hacer daño no sirve y eso es lo que va a lograr lo políticamente correcto, una enorme hipocresía», aseguró.
Tomando como referencia las reediciones para lectores sensibles realizadas por grandes pulpos editoriales de clásicos infantiles como los de Roald Dahl, eliminando palabras como «gordo», Garland consignó que lo interesante es que «aparezca en la conversación qué significa decirle gordo o menospreciar a alguien pero no prohibirlo, porque cuando sos niño a lo único que lleva eso es a que te sientas tremendamente aislado con tus emociones negativas y no está nada bueno».
Por otra parte, se refirió a la forma en que se menosprecia al rubro de la Literatura Infantil y Juvenil (LIJ): «Es verdad que son categorías -señaló-, sobre todo la juvenil, que aparecieron y que tienen muchísimo que ver con el mercado, pero hay gente que va a una librería y ni por casualidad busca un libro en el sector joven».
«Leo mucho, sobre todo literatura infantil, porque me encanta. Me encantan los álbumes ilustrados, los autores de literatura infantil, Roald Dahl sigue siendo uno de mis favoritos, ahora tan vilipendiado. Me parece que no existe esa distinción, quiero decir, la literatura o te toca o no te toca, no existe otra definición», subrayó.
Con el libro «Piedra, papel o tijera» Garland ganó el premio de la Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina (Alija) y fue la primera escritora en lengua español que ganó el Deutscher Jugendliteraturpreis, uno de los galardones editoriales más importantes de Europa; y «Lilo» ya había ganado, en 2019, el Premio de Literatura Infantil Ala Delta de España, ese cuento donde el humor sirve para surfear aristas muy ásperas de la vida de sus protagonistas.
«Lo políticamente correcto me parece nefasto, una de las cosas que hace la literatura es que podamos aceptar mirar de frente nuestros lados más oscuros, salirnos de la soledad horrible a la que te condena la imposibilidad de ver la oscuridad de la vida o del propio corazón»
«Creo que el humor muchas veces es una alternativa a la desesperación: alivia las cosas, las relativiza y a la vez puede ser tremendamente doloroso. Hay que pensar en Quino ¿cuántos chistes de Quino son la alternativa a gritar de desesperación? Eso por un lado y, por el otro, el humor es una forma muy cálida de llegar al otro».
Garland no es sólo un reconocida autora de textos infantiles, también es autora de cuentos y novelas como «Una reina perfecta», distinguido por el Fondo Nacional de las Artes (FNA), «Una vida más verdadera» y «Con la espada de mi boca». Pero además tradujo obra de las escritoras Lorrie Moore, Sharon Olds, Lydia Davis y Mavis Gallant.
«Todo el tiempo estamos traduciendo: al leer claramente estás traduciendo: estás traduciendo a imágenes, estás traduciendo a emociones, estás traduciendo a tu propio universo algo que es del universo de otro. Lydia Davis decía que todo es traducir, que leer es traducir, que viajar es traducir, y es verdad, es lo que hacemos permanentemente, todo lo estamos traduciendo: si lo pensás, lo estás pasando de una cosa a otra, a tu propio mundo».
Por otro lado, si le dan a elegir entre escribir o leer, elije leer. «Mi primera lectura eran unos libritos que había en lo de mi abuela -recordó-, debe haber habido anteriores, pero recuerdo esos de Editorial Bruguera para niños porque tenían unas ilustraciones que me atrapaban totalmente. Así que mis primeras lecturas fueron a través de las ilustraciones de los mitos griegos: Perseo con su casco, las alitas en las sandalias y su escudo salvando a Perséfone y el monstruo acercándose por el mar, esa ilustración me marcó muchísimo».
«Después recuerdo algún primer libro muy impactante, uno de ellos fue ‘La sirenita’ de Anderson que me regaló mi papá, que no tenía el final feliz de ‘La sirenita’ de Disney, y que encima en la tapa tenía una especie de holograma que cuando lo dabas vuelta se veía al fondo del mar, una la historia probablemente de las más tristes que puedan existir», repasó.
Y otro muy importante, recordó, fue James and the Giant Peach, o sea, «James y el melocotón gigante», de Roald Dahl, que también le regaló su papá. «Tenía unos dibujos a lápiz que eran una preciosura y veías el durazno gigante con James y los bichos parados arriba del durazno y volando por el aire, arriba del mar con la bandada de gaviotas que ellos habían enlazado con las telas de la araña que estaba dentro del durazno… si tu cabeza fuera una casa, mirá si no te va a llenar de habitaciones con locuras como esas», se despidió.
Garland está viajando estos días por Italia, después de haber asistido invitada al acto de proclamación y entrega del 8° Premio Strega Ragazze e Ragazzi, en la categoría de 8 a 10 año, realizado en la Feria de las Pequeñas y Medianas Editoriales «Più Libri Più Liberi» (más libros más libres), la semana pasada en el Centro de Convenciones La Nuvola de Roma.
No se sabía quién resultaría ganador, o ganadora, así que el resultado sorprendió a Garland. Más bien la conmovió, porque estuvo anticipado y acompañado por el aplauso -«ovación» describieron en notas de prensa algunos que allí estuvieron- de montones de lectores infantiles que habían participado -junto a alumnos de escuelas primaria de toda Italia- de la votación propuesta por los jurados del Strega, que es el galardón literario más importante de Italia.
«Lilo» (Garland) le ganó a Nicola Cinquetti, autora de «La ballena de verano»; a Tiziana Roversi, responsable de «¡Haz las paces! San Francisco en Piazza Maggiore», y a Anna Taraska, quien escribió «Historia de Stitch y Error». Ganó en 48 escuelas de las 69 que participaron y eso hace emocionar a la autora, que no es buenas con los números y por eso los repite insistente, para confirmarse a ella misma que no se equivoca, en la charla que con Télam, una charla diferida: ella responde los al mediodía toscano, cuando logra conectarse a Internet, sus audios llegan en la madrugada justo antes de que el sol despunte.
«Leo mucho, sobre todo literatura infantil, porque me encanta. Me encantan los álbumes ilustrados, los autores de literatura infantil, Roald Dahl sigue siendo uno de mis favoritos, ahora tan vilipendiado. Me parece que no existe esa distinción, quiero decir, la literatura o te toca o no te toca, no existe otra definición»
¿Cómo fue ese momento? «Yo no sé si es una defensa mental, pero nunca pienso que voy a ganar, además ya estar en La Nuvola con el auditorio lleno de niños -lleno, lleno, lleno- era un regalo para mí. Pero igual estaba nerviosa porque cuando nombraron a ‘Lilo’ hubo una ovación y por supuesto no la escuché -pero cuando mirás el video se escucha perfecto- y cuando me di cuenta se me saltó el corazón del cuerpo, tuve que hacer fuerza para no largarme a llorar».
«Era tan grande la alegría -va a decir al rato-, porque este premio tiene eso: a la mañana había estado en una escuela y el entusiasmo de los chicos era enorme. Habían hecho una lámina con qué olores tienen para ellos las emociones -porque Lilo identifica las emociones por lo que huele y se da cuenta, por ejemplo, de que su dueña está triste porque huele a limón pasado-, y entonces sé que en ‘la felicidad’ uno puso ‘pizza con muzzarella’… o sea, realmente fue muy emocionante».
En la ceremonia pasaron un video contando cómo es la elección «y ahí me enteré que es una votación como para presidente, con cajas donde cada uno pone su voto y eso también me pareció para morirse de la emoción -dirá-. Es muy lindo que sean los niños los que votan el libro que más les gustó, si bien hay un jurado previo que elige a esos los libros del año, pero son ellos los que finalmente eligen al ganador».