En coincidencia con la aparición en librerías de la «Trilogía de la pasión», las novelas de Ariana Harwicz «Matate, amor», «La débil mental» y «Precoz», que ahora se resignifican enlazadas en un único volumen que da continuidad a esa mezcla brutal y lírica de crítica frontal a los lugares comunes en torno a la familia, se anunció que la primera de ellas, publicada en inglés como «Die, My Love», será adaptada a la pantalla grande, protagonizada por la actriz Jennifer Lawrence y producida por el célebre cineasta Martin Scorsese.»‘Matate amor’ es un libro marginal, es literatura recontra independiente, a pesar del camino hermoso de traducciones que ha tenido, así que me parece un encuentro entre dos mundos muy increíble, muy distinto a todo lo imaginado. Yo pensaba que las historias que llegan a Hollywood con actrices tan taquilleras eran otras. Y eso da esperanza, se puede escribir desde las sombras», dice Ariana Harwicz en una entrevista con Télam.
Publicadas por Mardulce como un único tomo, «Trilogía de la pasión» otorga una lógica continuidad a estas tres novelas de prosa brutal y corrosiva -escritas una tras otra con poco tiempo de diferencia- ambientadas en un pueblo rural de Francia que asfixia a la protagonista, ese mismo pueblo desde el que ahora Harwicz conversa con Télam: «Estoy en una iglesia de principio de medioevo, junto a unas ruinas, y suenan las campanas. Muy bueno para hablar de literatura», relata la autora argentina.
El thriller campestre, «Matate, amor» propone una prosa salvaje y desgarrada, en la voz de una mujer y madre que sufre el posparto y va a enloquecer en un escenario rural
Se supo recientemente que los derechos para adaptar esas tres novelas al cine fueron adquiridos por la productora de Martin Scorsese, reconocido por haber dirigido «Casino» y «“Taxi Driver», y -aunque aún no se sabe el futuro de las otras dos- ya se anunció que «Die, My Love» contará con el protagónico a cargo de Jennifer Lawrence (ganadora de un Oscar), y será dirigida por la escocesa Lynne Ramsay, directora del filme «Tenemos que hablar de Kevin».Definida como un thriller campestre, «Matate, amor» propone una prosa salvaje y desgarrada, en la voz de una mujer y madre que sufre el posparto y va a enloquecer en un escenario rural, acosada por el deseo y la violencia, y por sobre todo, que desarma a machetazos el arquetipo de la maternidad.
«Lo más sobresaliente en la lectura a priori es la maternidad, que lo engloba todo: el deseo, el erotismo, la traición, la soledad, el inmigrante, la incomprensión, el rechazo, todos los tópicos enmarañados en la maternidad, que lo arrastra todo, como un cadáver. ¿Pero qué es la maternidad? Esa es para mí la gran cuestión, como si la novela pudiera barrer con todo, aniquilarlo todo y empezar de cero. Yo pienso que uno de los sentimientos más grandes que existe es el amor a un hijo, yo daría la vida, sin dudarlo, pero entiendo perfectamente al otro -personaje o persona- que no siente nada por un hijo: nada. O que lo odia, o que lo abandona o que lo mata. Una novela tiene que escribir lo impensable. Y no juzgarlo», dispara Harwicz (1977).
– ¿De qué manera llegaste a la conclusión de que estos tres libros -editado originalmente por separado- conformaban una trilogía involuntaria?
– No me di cuenta. Para empezar, algo más radical, ni siquiera me daba cuenta que eran novelas, sobre todo «Matate, amor» que da el punto inicial. No fui consciente de que era una novela, no lo supe y no me importó saberlo. Yo estaba escribiendo y no sabía más que eso. Después con las otras dos tampoco la neblina se disipó del todo porque no tenía la forma exacta de la novela. Mucho menos sabía que eran una trilogía. No tenían esa identidad tan fija, por suerte, porque para mi escribir tiene que ver con un aturdimiento de las nociones de géneros, me gusta que estén diluidos, que no se entienda bien qué es. Centrarme en los tópicos de un género literario es todo lo contrario de lo que a mí me interesa, el que escribe tiene que estar sumido en un misterio. Y se dieron cuenta los lectores de que eran una trilogía y después vi una hermandad, que estaban como dadas de la mano, que había más que un aire de familia.
– ¿Cuál fue la génesis de «Matate, amor»?
– Es una pregunta muy importante porque se refiere a un tema filosófico sobre la escritura. Si yo hubiera empezado a escribir esa novela pensando puntualmente en una mujer que se quiere emancipar, que necesita correrse del mandato, del yugo del patriarcado, de la prisión que es la familia, un matrimonio o una relación conyugal, si yo hubiera empezado por ese postulado no solo hubiera sido un fracaso, sino que no la habría podido escribir. Yo no lo sabía, fue intuitivo. Si quiero contar la historia de una mujer que está prisionera en un pueblo no puedo partir de ahí. Entonces la génesis fueron los búhos, las lechuzas, que hay en el bosque y tienen unos cantos nocturnos muy especiales. El disparador fue estar en vela toda la noche, escuchar los gritos de los de los búhos y nada más. No siempre hay que cargar el arma y disparar con las balas que uno presupone de una novela.
– Te interesa destruir el lenguaje, demolerlo, reinventarlo. ¿Cómo arribaste a esta operatoria?
– Desde que corrí a sentarme a escribir «Matate, amor», sin saber a qué estaba corriendo, porque fue así -estaba justamente como el personaje, tirada en el pasto y me levanté corriendo y tuve en la cabeza «Me recliné sobre la hierba entre arboles caídos y el sol que calienta la palma de mi mano me dio la impresión de llevar un cuchillo con el que iba a desangrarme de un corte ágil en la yugular»- no lo pensé mucho sino que salió así, desde el primer momento, sin premeditación. Para mí, escribir siempre fue una cuestión de torear a la frase. No es nada nuevo lo que digo, de enfrentarme al fraseo, a la palabra, a la estructura sintáctica, a la gramática, y tratar de pensarla otra vez. Es eso, como el mecánico desarmando el auto, eso que dice Cortázar de aprender la gramática para romperla, o Proust con romper el cristal de la costumbre. Escribir es siempre esa especie de esgrima con la lengua, desde el comienzo siempre me pareció que era eso, o nada.
– Dijiste anteriormente que nada te parece más perverso que los lazos familiares…
– Claro. Ahí donde hay una impostura, donde hay un deber ser, un rol social que jugar, ahí donde hay una especie de de comunidad de grupo que tiene que hacer de madre, de hijo, de esposo, de nieta, ahí es el horror, porque después en los cuartos entre cuatro paredes, somos otra cosa. Siempre hay algo debajo de la mesa, amores incestuosos, deseos prohibidos. La versión aceptada del ser humano, la versión oficial, es la familia, que siempre oculta o encubre lo otro, lo que el ser humano es. Entonces lo perverso de esas maquinarias que son las familias, es que solo producen infelicidad.
– ¿Cómo recibiste la noticia de que se adaptará a la pantalla grande «Die, My Love». ¿Te preocupa tener incidencia o que se mantenga la fidelidad del libro?
– Scorsese compró los derechos por los tres libros. No sé si hará los tres, por ahora acaban de anunciar «Matate, amor» y estamos muy felices y sorprendidos del casting elegido sobre todo, de esta puesta tan grande. Me parece enorme. Respecto a si tendré injerencia o no, y cuánta, eso no lo recuerdo, tenemos que ver bien el contrato y las reuniones que se tendrán de ahora en más. Sí recuerdo que voy a ver el corte final del guion y participaré en reuniones, conversando y aportando todo lo que yo pueda. Se acaba de anunciar oficialmente así que ahora comienza todo. Me involucro, absolutamente, todo lo que te permite el otro.