Como presidente de la fundación Embajada Abierta, acaba de presentar El desafío de los países americanos en el G20, un libro que compila la visión de los sherpas de Argentina, Brasil, México, Canadá y EEUU en el organismo que distintos analistas coinciden en señalar como más importante que la misma ONU, en claro declinamiento.
“No hay un solo Norte. Ni un solo Sur. Y los actores secundarios, en busca de una alquimia difícil de influencia y autonomía, también lo saben”, analiza Argüello en el prólogo del libro. A partir de ello, se abre este diálogo con la cuestión argentina en su oficina con vista a la plaza Lavalle.
–¿Qué tan distorsionada está la agenda internacional de Javier Milei respecto de la geopolítica del presente?
–A mí me cuesta entender cuál es el diseño de política exterior del gobierno de Milei. Se emiten mensajes contradictorios que confunden. Por ejemplo, el presidente ha anunciado un alineamiento automático con EE UU y con Israel. Pero en la ONU hemos votado de un modo diferenciado. Otro ejemplo, hace meses el presidente anticipó que nunca iba a pactar con las dictaduras comunistas de distintos países y expresamente mencionó a la República Popular China.
Sin embargo, hace unos días he leído que ahora opina que China en realidad no es tan mala. Así que me parece que todavía falta ver un poco más para tener una idea acabada de cuál es la política exterior de la Argentina. Pero ante todo, este tipo de cuestiones debilitan la posición argentina porque confirman la impredictibilidad de nuestro país.
Foto: Mariano Martino
–Algo que se comenta es que Diana Mondino rompe todo «por arriba» mientras que los funcionarios de carrera sostienen las relaciones con Brasil, con China, etc. ¿Le preocupa esa dinámica?
–La política exterior del país la define el presidente de la República y la ejecuta la persona en el puesto de canciller. Si no hay buenos vasos comunicantes entre esos dos actores y los miembros del cuerpo diplomático, estamos en problemas. Bueno, me parece que estamos en problemas.
Por otra parte, los puntos principales de la agenda exterior de un país requieren de un mínimo consenso de los actores políticos internos. Y además no se pueden ni se deben cambiar posiciones históricas de la noche a la mañana. Porque cuando Milei deje de ser presidente, el próximo va a volver a los ejes tradicionales de la Argentina, al comportamiento que la Argentina ha tenido ante, por ejemplo, la ONU.
–¿Cómo podría describir el puesto de sherpa en el G20, que usted conoce tan bien?
–La figura del sherpa está tomada del Himalaya. Cuando uno quiere escalar en Nepal debe contratar un guía que conozca los pasos y los senderos que hay que transitar necesariamente para hacer cumbre. En el G20, es un delegado personal del jefe de Estado. Los sherpas generan los consensos necesarios que después se expresan en la declaración final que cada año. El G-20 funciona por consenso, no se vota. Pero hay que construir el consenso. Bueno, este año sé que están trabajando la cumbre que va a ser a mediados del mes de noviembre, creo que los días 18 y 19 en Río de Janeiro. Hay muchos signos de interrogación respecto de qué va a hacer la Argentina ahí.
Kamala vs. Trump
Las elecciones de EEUU cierran un 2024 repleto de votaciones en las mayores democracias del mundo. Argüello propone mirar hacia el país del norte bajo dos líneas: que es imposible anticipar lo que ocurrirá el martes 5 de noviembre y, a la vez, que las implicancias para Argentina no variarán tanto según el ganador.
–¿Hasta qué punto es un cambio de época si gana Trump las elecciones?
–Tenemos un espejo en el cual mirar esa posibilidad: son los cuatro años de su primera gestión. Trump llevó adelante una política exterior de corte absolutamente personalista, disruptiva del orden preestablecido. No nos olvidemos que durante su gobierno EE UU se retiró del Acuerdo de Cambio Climático de París y trabajaba en la hipótesis firme de retirarse de la OTAN. Ahora está anunciando que él, en 24 horas, va a arreglar el conflicto bélico en Ucrania.
Vamos hacia escenarios que difieren mucho entre sí según gane Trump o Harris, y no está para nada claro quién va a ganar las elecciones, la moneda está girando en el aire. EE UU tiene 161 millones de potenciales votantes. Sin embargo, esta elección la va a definir un puñado de personas, en los siete swing states o estados cambiantes: Pensilvania, Wisconsin, Michigan, Georgia, Carolina del Norte, Nevada y Arizona. Allá gana el que tiene más electores, no mayor cantidad de votos. Esta elección se puede definir con, por ejemplo, qué tan caro cueste la compra en el supermercado en esos estados.
Y hay un agravante: la situación económica en EE UU no es mala, va a crecer 3% o incluso más en 2024, la inflación se ha reducido dramáticamente en los últimos dos años, la tasa de desempleo es de las más bajas en las últimas décadas. Sin embargo, la percepción es de que se está mal.
–¿Qué tan diferente va a ser para Argentina si gana Kamala o Trump?
–Estuve cinco años en la ONU y en el nacimiento del G-20, cuando el presidente era George W. Bush. Después fui designado embajador en Washington con Barack Obama y Donald Trump. Y los últimos tres años he trabajado con la administración del presidente Biden. La verdad es que nunca vi que Argentina ni América Latina ocupen un lugar destacado en la agenda de los EE UU, salvo cuando aparecen China, Rusia o Irán.. La mirada de EE UU está concentrada en Medio Oriente, Ucrania. En realidad, a mí me da la impresión de que EE UU lo que necesita sólo es que la región no haga ruido. «