Murales, paseos de esculturas o propuestas de museos a cielo abierto que descentralizan miradas y estimulan panorámicas artísticas en espacios urbanos, escapando de las lógicas museística tradicionales, han dado lugar a iniciativas recientes como la futura sede del Malba en Escobar o el Museo Campo en Cañuelas, sumado a otras opciones como Resistencia (Chaco), la ciudad de las esculturas, o el color con sello femenino en las paredes del porteño barrio del Abasto, en Buenos Aires.
La impronta de expandir los espacios expositivos habituales que confluyen de algún modo con el arte urbano de muralistas de la talla de Alfredo Segatori y Martín Ron, entre otros artistas visuales, se afianza como opción para apreciar un «arte» enclavado en entornos «naturales» -como los proyectos de Cañuelas y Escobar- y paisajes que se escapan y tensionan en diálogo con la centralidad de Buenos Aires, una ciudad que fluye con el cemento y la gentrificación.
Dos nuevos museos que descentralizan la oferta porteña
Con avances de obra mostrados desde el año pasado hasta poder concretar una inauguración demorada -por lo menos habrá que esperar otro año-, el Museocampo Cañuelas, proyecto de la Fundación Tres Pinos creador del Museo Marco La Boca, propone aunar «arte, naturaleza, cultura y esparcimiento» en el predio de 35 hectáreas de la estancia Las Camelias, de la localidad bonaerense de Cañuelas, reconvertido en gran espacio cultural.El 17 de diciembre se presentaron algunas de las obras del museo a cielo abierto, a modo de inauguración y cierre de año, con las nuevas esculturas como las de Luis Felipe «Yuyo» Noé, Carola Zech, Andrés Paredes, Jano Sicura, y un homenaje a Juan Sttopani con presencia de Jean Yves Legavre, que se suman a las ya instaladas en el parque, mayormente producidas por la Fundación que propone un recorrido escultórico de 2 kilómetros a cielo abierto.
Entre las esculturas instaladas están la de Alexis Minckiewicz, Franco Fasoli, Gabriel Chaile, José Luis Landet, Daniel Papaleo, Héctor Tassino y Doma, y programan instala una de Adriana Bustos además de «Compleja esperanza», el tronco de árbol quemado por un rayo intervenido por Noé.
Pero más allá del parque, el espacio también alberga su colección en un edificio de 1.600 metros cuadrados con obras de Eduardo Sívori, Eduardo Schiaffino, Ernesto de la Cárcova, Lino Enea Spilimbergo, Antonio Berni, junto a referentes del Grupo Espartaco, Pedro Figari, Carlos Páez Vilaró y Osvaldo Guayasamín, y tiene un espacio destinado para producción de obra.
En esta misma línea, pero de otra envergadura es el proyecto «Malba Puertos», la ampliación y nueva sede del Museo de Arte Latinoamericano (Malba), fundado por el empresario y coleccionista Eduardo F. Costantini en 2001, que iniciará sus obras en breve y prevé ser inaugurado en marzo de 2024, en Escobar, provincia de Buenos Aires.
Este nuevo espacio de exhibición versátil e inclusivo, como lo definen, tiene como objetivo acercar el arte a otras comunidades, y el lugar escogido fue Puertos, a 45 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires.
Concebido por el estudio Herreros de España -diseñadores del recién inaugurado Museo Munch de Oslo-, el proyecto tendrá el apoyo local de Torrado Arquitectos y será financiado y gestionado por Consultatio, la empresa de desarrollos inmobiliarios y socia corporativa del museo. El proyecto de 5.500 metros cuadrados combina una sucesión de salas y espacios públicos, jardines y bosques y se integra al circuito de arte público de la ciudad, erigiéndose a partir de un gran techo transparente de dos mil metros cuadrados apoyado sobre tres pabellones que contienen sala de exposiciones, aula infantil y servicios de 500 metros cuadrados, una reserva técnica de obras de 470 metros cuadrados y un pabellón totalmente acristalado de 200 metros cuadrados que exhibirá las cinco esculturas del tucumano Gabriel Chaile, presentadas en la última Bienal de Venecia y adquiridas por Costantini.
Y como particularidad de su distribución, los pabellones generan una gran plaza abierta techada, y el conjunto se integra al corredor natural llamado «Salas del bosque» con sus 2.500 metros cuadrados -el primer bosque de alisos del país- que funcionará como un museo vivo, en una propuesta general acorde a los museos del siglo XXI «en el que las disciplinas y formatos son cada vez más híbridos e interdisciplinarios», según explicaba Costantini durante la presentación.
Entonces, con la intención de sacar «el arte de los centros de las ciudades y construir un centro de gravedad cultural y social» inserto en Puertos, -según definía Herreros-, la decisión se respalda por la experiencia que deja la pandemia de coronavirus ante la evidente «necesidad de reinventar las ciudades y descentralizar también la oferta cultural», como afirmaba el fundador del museo.
En lo artístico, el programa será multidisciplinario y estará a cargo del comité curatorial del Museo con exposiciones temporarias y foco en el arte contemporáneo argentino, artistas federales y prácticas de sustentabilidad acompañadas por actividades educativas y culturales al aire libre con música, cine, literatura, danza, teatro y performances.
Por otra parte, el nuevo espacio dialogará con las obras distribuidas en el espacio público del «Circuito de Arte Público» de la ciudad, entre cuyos artistas están Florencia Almirón, Diego Bianchi, Martín Blaszko, Fabián Burgos, Eugenia Calvo, Irina Kirchuk, Matías Duville, Hernán Marina, Jorge Macchi y Marcela Sinclair, entre otros.
Una ciudad con más de 650 esculturas al aire libre
La capital del Chaco viene construyendo y consolidando desde 1988 con su Bienal de Esculturas y desde 1998 con la bienal internacional, impulsadas por el escultor Fabriciano Gómez fallecido en 2020, un paisaje urbano poblado con más de 650 obras que le otorgan a Resistencia una característica única de «museo a cielo abierto».
Obras de maestros escultores, extranjeros y nacionales, de distintos materiales, se instalan en veredas y paseos integrándose a la vida diaria, eco de una semana intensa vivida como «fiesta popular». No por nada, Resistencia es llamada la Ciudad de las Esculturas, un legado que la Fundación Urunday y el gobierno provincial continúan y que tuvo en 2022 gran presencia en julio y tiene su próxima edición confirmada. Y como ampliación de este proyecto, la plaza central de la ciudad de Juan José Castelli prolonga el gran evento provincial como continuidad de la Bienal, más allá del encuentro nacional que realiza entre bienales, y también instala en sus espacios públicos las obras creadas. Pero por sobre todo, más allá de la experiencia, ambos eventos generan una gran movilidad del turismo «cultural» que impacta en las industrias regionales asociadas.
El Paseo de Esculturas del Bellas Artes
Con otra experiencia institucional, el edificio del Museo Nacional de Bellas Artes se integrará con un Paseo de Esculturas conformado por un espacio al aire libre de dos mil metros cuadrados al que accederá desde el museo o la calle, ubicado entre el edificio principal y el Pabellón de exposiciones temporarias.
El paseo contempla la ampliación arquitectónica -basada en el diseño original- que por primera vez conectará todos los pisos del edificio gracias a este hall de circulación que abrirá al público a principios de 2024. Y como anticipo, se presentó en noviembre el emplazamiento de la primera obra, «Marejada» (1970), de la artista argentina Noemí Gerstein, producto de la primera edición del Programa Bellas Artes Nuevas Adquisiciones de la Asociación Amigos del Museo. La obra estará en diálogo con otras de María Juana Heras Velasco, Émile Antoine Bourdelle, Enio Iommi, Julio Le Parc y otros, que circundan el edificio; y por otro lado, se suma a la lista de las seleccionadas del acervo a ser instaladas como Rugby» y «La danza de Pablo Curatella Manes, Jinete a caballo de Marino Marini, Torso de Antonio Sibellino, El deseo de Libero Badii y Torso de Rogelio Yrurtia.
Además, en un espacio vidriado, a cielo abierto, donde estaba el estacionamiento, estarán las esculturas «La primavera» y «L’Homme Parlant» de Léon-Ernest Drivier, «El segador» y «El sembrador» de Constantin Meunier, «Heracles» y «Centauro» de Émile Antoine Bourdelle.
Murales para la transformación urbana del Abasto
El espacio urbano, propicio para grafitis y leyendas, viene adoptando la costumbre de darle vida a las paredes, «embelleciéndolas» con murales que cuentan historias como los de Alfredo Segatori y Martín Ron en medianeras varias, entre otros artistas visuales, o bien se institucionalizan como los recientes «Murales del Abasto» dispuestos sobre paredes de supermercados y una escuela que llevan el sello de Delia Cancela, Isol Misenta y María Luque -diseñadoras de tres murales pintados por Carolina Jáuregui y Suyay Brillaud-, mientras que otros dos tiene la creatividad de las duplas Silvia Dotta y Mabel Vicentef, y Caro Diatomea y Cuore.
Esta suerte de «nueva galería de arte a cielo abierto» se ubica en el corredor de la calle Agüero -vía de traslado de la mercadería desde la Plaza de la Estación hasta el Mercado de Frutas y Verduras, convertido en Shopping-, y es la primera etapa del proyecto de transformación urbana para la puesta en valor de la identidad de Abasto, cuyo objetivo central es «concentrar las actividades sobre un corredor biocultural que forman el pasaje Zelaya y la calle Agüero para asegurar la caminabilidad del área», dicen desde el ministerio de Cultura porteño que impulsa esta iniciativa que incluye pasacalles lumínicos con un poema de Fernando Noy y tres esculturas de Silvina Babich destinadas a espacios icónicos como el El Zorzal y el bar Roma del Abasto.