Isabel Polo, hermana del cabo Alejandro Polo, uno de los tripulantes fallecidos en el ARA San Juan, recordó a su hermano, los momentos de desesperación que vivió aquel 15 de noviembre de 2017 y calificó como «vergonzoso» que en medio del dolor de los familiares el Gobierno macrista los haya espiado.Alejandro tenía 31 años cuando se embarcó en el ARA San Juan, en tierra lo esperaba toda su familia, su pareja Verónica, su bebé de apenas 10 meses, la hija de su novia a quien «quería como propia» y su otra hija, Mia, de 9 años que tenía con una anterior pareja.
Su hermana Isabel recuerda que Alejandro «era una persona muy inquieta» y a quien «todo el mundo» recuerda por su sonrisa.
«Ale podía tener el peor día, pero siempre estaba sonriendo. Era muy familiero, siempre se guardaba sus vacaciones para visitarnos a todos y volver al norte, donde nació. Nosotros éramos cercanos, tanto que Alejandro es el compadre de mi hija mayor», compartió en declaraciones a Télam.
La última vez que Isabel vio a su hermano fue en julio de 2017 en una de las vacaciones que compartieron.
Antes, en mayo de ese mismo año, ella llegó a conocer por dentro el ARA San Juan cuando Alejandro, junto con algunos de los otros tripulantes, viajaron a Puerto Madero para conmemorar el Día de la Armada donde se organizaron visitas guiadas en el submarino.
«Vino con parte de la dotación que se perdió en la tragedia. La gente hacía fila para subir porque era un atractivo conocer el ARA San Juan por dentro. Nos explicaron cómo se activaba el lanzamiento de misiles y cómo actuar en una emergencia. Vi con mis hijas dónde se cocina, dónde dormían», recordó.
Meses más tarde, el 15 de noviembre de 2017, su cuñada Verónica llamó a su suegro para comunicarle que le habían notificado de la desaparición del submarino y en ese momento comenzó la tortuosa espera de toda la familia por novedades.
«Imagínate la angustia, ella tenía 24 años y amamantaba a la beba de 10 meses. Estaba desesperada. Mientras pasaban las horas había cosas que empezaban a preocupar más como el tiempo sin oxígeno y que nadie de la tripulación se había comunicado. Si habían tenido alguna emergencia, tendrían que haber salido a renovar el aire antes de volver a bajar», afirmó.
Isabel se quedó en Buenos Aires siguiendo de cerca las noticias por la televisión y haciendo doble turnos en el geriátrico donde trabajaba para poder irse algunos días a Mar del Plata.
La mañana del 23 de noviembre la despertó una llamada de teléfono de su tío diciéndole que prenda la tele porque «habían confirmado la implosión del submarino».
«Me quedé en shock. Se me cayó el teléfono y no sé cuánto tiempo pasó hasta que volví a reaccionar. Lo primero que hice fue llamar a mi marido y decirle ‘me voy a Mar del Plata’. Dejé a mi hija menor de tres años con mi suegra, agarre a mi hija mayor, una muda de ropa, los documentos y arranque para Retiro», relató.
Cinco días después de que Isabel llegara a la ciudad balnearia «declararon que ya no iban a buscar a los submarinistas con vida» y se pasó a rastrear «los restos del navío», lo que para Isabel significaba que «había dejado de considerarse una emergencia».
Isabel decidió renunciar a su trabajo para seguir acompañando la búsqueda, sólo volvió a Buenos Aires para llevarse con ella a Mar del Plata a su hija menor.
El 16 de diciembre cumplió un año Renata, la hija de Alejandro y Verónica, y «aunque no había ánimos de festejar», Isabel contó que «igualmente todos estuvieron ahí».
A cinco años de la tragedia, los familiares de los tripulantes piden declarar el 15 de noviembre como feriado y mantienen la esperanza de realizar una pericia exhaustiva al navío para saber exactamente «que pasó con el submarino».
«Hay muchas versiones. Algunos creen que fue un ataque e incluso hay madres que piensan que fueron secuestrados y que los tienen en Inglaterra. Muchos llegaron a ir a brujos en medio de la desesperación», contó.
Por su parte, Isabel cree que no se trató de algo inevitable, sino que hubo «una gran cantidad de falencias con el buque» que navegaba a pesar del «estado de emergencia» en que se encontraba.
Sus jefes los mandaron a morir porque todos sabían que había un informe donde decía que era imperioso que le hagan la mantención correspondiente al ARA San Juan.
«Había falencias que, sumadas al temporal en la superficie, complicaron todo. En lugar de ordenarles desde acá que mantengan posición y mandar a los buques de apoyo a remolcarlos, les ordenaron seguir y les colapsó todo el sistema motor. Ellos avisaron el 14 de noviembre que tenían problemas al celular del (entonces jefe de Operaciones del Comando de la Fuerza de Submarinos) Hugo Miguel Correa, pero él ni siquiera lo comunicó esa noche. Se fue a dormir», advirtió.
A la mañana siguiente, Correa notificó de los desperfectos oficialmente, pero «esas horas fueron fatales para ellos» y a Isabel todavía le queda la duda de que otro posible desenlace hubiera tenido si «se hubiera avisado como correspondía».
«Les dijeron que sigan su ruta a Mar del Plata. Sus jefes los mandaron a morir porque todos sabían que había un informe donde decía que era imperioso que le hagan la mantención correspondiente al ARA San Juan. Ese documento no lo armamos nosotros, fue de los excomandantes», remarcó.
En medio del dolor, Isabel -como tantos otros familiares- sufrió el espionaje por parte de los servicios de inteligencia del Gobierno de Mauricio Macri y recordó que «en un momento empezaron a pasar cosas raras», como que la foto de Alejandro desapareció de WhatsApp o escuchaba ruidos de interferencia en sus llamadas telefónicas.
«El espionaje, por más que le pese a mucho macrista, no lo inventamos nosotros. Existió y lo reconocieron los los mismos jueces amigos de Macri en su resolución donde hablaban del peligro que representaba un pequeño grupo de familiares para el expresidente o para el exministro de Defensa Oscar Aguad. Muchos salieron a desmentirlo, pero cuando salió el fallo se querían morir», aseguró.
En ese sentido, Isabel sostuvo que «no tienen vergüenza» y que aunque justifiquen el accionar «ningún espía decide por motus propio vigilar a un grupo de esposas, madres, padres, hermanos o hijos», algo que está penado por ley.
El espionaje, por más que le pese a mucho macrista, no lo inventamos nosotros.
«Vos perdés al amor de tu vida, con quien proyectaste sueños y tenés que soportar que te persigan como si hubieras puesto una bomba y que le saquen fotos a tu hijo como le pasó a Andrea Merel. Es algo shockeante y no tiene justificación, estamos hablando del dolor de unas viudas, no de Al Qaeda», subrayó.
Las redes sociales también se volvieron un lugar hostil para los familiares de los submarinistas por los mensajes violentos que recibían por parte de quienes «empezaron a mezclar cosas políticas en momentos en los que nosotros ni pensábamos en eso».
«Antes contestaba los mensajes, pero ahora ya no. Soy yo la que lo vivió, la que lo sufrió y la que todavía lo llora. Sólo nosotros sabemos lo feo y lo duro que es estar durante cinco años sin tener una tumba donde dejar una flor. A Alejandro no pudimos decidir enterrarlo o cremarlo por lo que siempre va a ser más difícil cerrar esa página. Oscar Aguad nos dijo que perdió un hijo, pero yo le respondí que él puede ir al cementerio a recordarlo y yo nunca voy a tener esa posibilidad», lamentó Isabel.