Pudo ser una tragedia de grandes proporciones, pero una vez más la buen fortuna jugó a favor de los correntinos. El jueves a media mañana, en medio de la lluvia que hace una semana afecta a la zona, la avenida 3 de Abril de esta ciudad fue escenario de un incidente vial que involucró a tres camiones, uno de ellos un cisterna que se utiliza para transportar combustible. El cisterna colisionó muy fuerte desde atrás a un camión batea, que circulaba sin carga, en tanto un tercer vehículo completó la cadena de choques. Todos se movían en el mismo sentido, de Oeste a Este. Según parece, el encontronazo se produjo como consecuencia de una frenada brusca por el cambio de luces en los semáforos y otros camiones estuvieron a punto de aumentar el desastre. Hasta aquí nada novedoso para los vecinos de la Capital y acaso ese es el hecho sobresaliente que motiva esta columna: la naturalización del peligro.
Los habitantes de la ciudad de Corrientes y en particular los frentistas y los habituales usuarios de la extensa avenida 3 de Abril, que en su recorrido adopta otros nombres (Pedro Ferré e Independencia, respectivamente) están expuestos a un riesgo del que seguramente muchos no tienen clara conciencia. Esa avenida que es la columna vertebral de la Capital en materia vial es el reflejo de los extremos a los que se ha llegado en distintos aspectos: 1) el aumento exponencial del parque automotor; 2) el incesante trajín de vehículos de carga (de todo tipo) que se sirven del puente General Belgrano; 3) de la considerable limitación de la infraestructura vial de la ciudad; 4) de la negligencia social para cuidar el tránsito de tal manera que se pueda preservar la integridad física de todos; 5) la indolencia oficial para atacar los problemas derivados de todo lo anteriormente señalado.
Justamente de ese puñado de ítems (que seguramente se pueden corregir y agregar otros), el más determinante es el último que fue apuntado. La indiferencia de las autoridades de los tres estamentos del Estado (nacional, provincial y municipal) importa en la configuración de un escenario explosivo para la comunidad.
Más grave aún, el caos en esa avenida (y otras de la ciudad) no sólo constituye un riesgo para los vecinos de la Capital sino también para aquellos que circunstancialmente visitan la ciudad. De hecho el choque en cadena del jueves a la mañana tuvo como protagonista un camión con patente brasileña con una conductora originaria de ese país. Por suerte resultó ilesa, pero el vehículo era una postal del espanto.
El episodio ocurrió en 3 de Abril en la intersección de la calle Córdoba. Es decir frente al Hospital Escuela General San Martín. Con el intento de evasión, que no tuvo éxito, uno de los vehículos terminó sobre el parterre a punto de cruzarse a la banda contraria por donde la circulación era también intensa.
No es la primera vez que sucede, ¿cuántas veces más se tiene que repetir algo así para que se decidan a buscar una alternativa que brinde algo de seguridad a la zona?
Se estima que por día casi 20.000 vehículos cruzan el puente Belgrano -en uno y otro sentido-, lo que supone que un número casi igual circula por el primer tramo de la avenida 3 de Abril, a lo que hay que sumar el parque automotor local desbordado en los horarios pico. Es verdad que el sistema de semáforos funciona adecuadamente, pero es evidente que no alcanza porque gobierna la imprudencia. Especialmente de los motociclistas, que también transgreden la circulación por la banda central.
Corresponde señalar que el denominado Corredor Belgrano es parte de una ruta nacional, por lo tanto es jurisdicción compartida, aunque pareciera no tener responsables a la vista.