«Mi lucha», el libro terrorífico de Adolf Hitler cumple un siglo y todavía alimenta la polémica


En algún momento de la tarde del 30 de abril, hace 80 años, Hitler se suicidó en su búnker de Berlín, cuando se avecinaba el fin de la Segunda Guerra Mundial y el colapso definitivo de sus hordas nazis. Las tropas del Ejército Rojo lo tenían cercado. Minutos más tarde, su pareja Eva Braun, siguió el mismo camino. Para Hitler habían pasado casi dos décadas desde que publicara su manifiesto titulado “Mein Kampf” (Mi lucha), del cual acaba de cumplirse un siglo este viernes 18 de julio.

Un libro burdo y carente de cualquier originalidad pero que, a la vez, tuvo una penetración terrorífica: la visión fanática del mundo expuesta por el ex cabo austríaco, su brutal antisemitismo y su desprecio por la democracia y la convivencia estaban expuestos allí.

Pero en aquel momento el libro podía pasar inadvertido. Sus padrinos consiguieron abreviarle su estadía en la cárcel de Landsberg -lo habían condenado por el “putsch de la cervecería”, una intentona golpista de 1923- y su movimiento nacionalsocialista tenía escasa influencia en la turbulenta Alemania de posguerra. 

“El contenido del Mein Kampf inclusive decepcionó a sus seguidores”, explica ahora el profesor Othmar Plöckinger, uno de los estudiosos que viene de publicar la versión ampliada y revisitada de la obra. Allí señala que “la obra de Hitler, a diferencia de otros tiranos, revela sus intenciones, no oculta sus fantasías violentas. Anuncia decididamente la guerra: una guerra futura será una lucha por la supervivencia, en la que deberían derrumbarse todas las consideraciones de humanidad y estética «.

Originalmente el título fue “Cuatro años y medio de lucha contra la mentira, la estupidez y la cobardía”, pero la cortó a “Mi lucha” por sugerencia de Max Amann y fue publicado por la editorial del Partido Nazi. Un segundo volumen apareció al año siguiente. En 1930 se unieron los dos volúmenes. El manuscrito original recién apareció en 1958 en los Archivos Nacionales de Estados Unidos, entre los miles de documentos incautados al concluir la Segunda Guerra Mundial.

El libro «Mein Kampf» (Mi Lucha), de Adolf Hitler, cumplió 100 años y mantiene viva la polémica. Foto: AFP

Desde la prisión

Durante su estadía en la prisión, Hitler le dictaba los textos a su chofer (y criado multifunción) Emil Maurice y luego a Rudolf Hess: ambos también cumplían condenas por la participación en el golpe.

En el primer volumen predominaba la autobiografía, repleta de tergiversaciones, y cerraba con el programa de su partido nazi, de 1920. El segundo volumen, escrito cuando Hitler ya estaba libre, se publicó el 11 de diciembre de 1926 y era más extenso en cuanto a las nefastas ideas del nazismo. Abarcaba sus objetivos en política exterior. En la redacción de este segundo volumen participaron un crítico musical, Stolzinger-Cerny y un religioso, Bernard Stempfle, con experiencia editorial.

Hasta 1929, Mein Kampf vendió apenas 40 mil ejemplares entre ambos volúmenes. Pero esas cifras se dispararon cuando comenzaron los éxitos electorales hacia 1930. Mein Kampf llegaría a vender 12 millones de ejemplares en Alemania durante la época nazi y también se tradujo a dieciséis idiomas. Era como la Biblia para sus fanáticos y, además, el libro que el régimen les entregaba a los recién casados. También tenía una versión en Braille.

Pero, una vez en el poder, a Hitler no le preocupaban las cifras de venta. En algunos documentos se autodefinió como “escritor” y cuando reunió a su sueldo de Canciller en el régimen se vanaglorió que el libro lo había convertido “en un hombre muy rico”.

Adolf Hitler saludando a las tropas alemanas durante un desfile militar. Foto: EFE   Adolf Hitler saludando a las tropas alemanas durante un desfile militar. Foto: EFE

Mitos y verdades

El profesor Plöckinger también cuestiona algunos de los mitos que rodean al libro. Por ejemplo, que es ilegible: “Sí, es redundante, y evidentemente no está escrito en el gran estilo de la literatura o el ensayo de la época, pero hay que entenderlo como uno de tantos libros de la escena nacionalista de los años veinte. Los otros, gracias a Dios, están olvidados. Apenas nadie se quejó en la época de que fuera ilegible y algunos adversarios incluso admitieron que no estaba mal escrito”.

El historiador británico Ian Kershaw -probablemente el más reconocido investigador del tema, autor de los libros de referencia sobre Hitler- señaló que “ningún otro individuo dejó una huella tan grande en el siglo XX” como él.

“Sus víctimas ascendieron a más de 50 millones, casi dos tercios eran civiles”. En una de las biografías del Führer detalló como la mentalidad de este se fue transformando durante la Primera Guerra Mundial.

“Allí aumentó considerablemente su odio a los judíos, algo que no se había registrado ni siquiera en sus años en Viena. Consideró que los judíos eran los culpables, tanto de la guerra como de lo que consideraba la vergonzosa capitulación de Alemania. Su primera declaración escrita sobre el antisemitismo, en septiembre de 1919, afirmaba que el objetivo final de un gobierno debía ser la eliminación total de los judíos. Para él, eran los que dirigían el capitalismo occidental, el bolchevismo soviético y la destrucción de Alemania”. 

Y en el Mein Kampf, Hitler escribió que “el sacrificio de millones de los mejores hombres de Alemania podría haberse evitado si unos doce o quince mil de estos corruptores judíos hubieran sido sometidos al gas venenoso”.

Ya sabemos cómo terminó esa historia, desde que Hitler ascendió al poder en 1933 y seis años después, cuando desató la Segunda Guerra Mundial desde su “blitzkrieg” sobre Polonia.

La edición crítica de Mein Kampf,publicada en 2016 en Alemania. Foto: AFPLa edición crítica de Mein Kampf,publicada en 2016 en Alemania. Foto: AFP

Kershaw resalta que “Mein Kampf no exponía ningún programa político. Pero sí se proporcionaba, a pesar de su desorden, la proclamación de los principios políticos de Hitler, su visión del mundo, su sentimiento de su propia misión, su visión de la sociedad y sus objetivos a largo plazo. El libro establecía también las bases del mito del Führer. Porque en Mein Kampf , Hitler se retrataba como el único cualificado para sacar a Alemania de la miseria y conducirla a la grandeza. Es importante porque nos permite asomarnos a su pensamiento a mediados de la década de 1920”.

La politóloga Barbara Zehnpfenning, en un estudio para la Agencia Federal de Educación Cívica de Alemania, señala que “hay infinitas razones para no leer este libro nefasto, porque el estilo es deficiente, las diatribas de odio de Hitler resultan desagradables y, con sus casi 800 páginas, el libro supone una verdadera prueba para el lector”.

Sin embargo, cuestiona la idea generalizada de que Mi lucha es un libro confuso, lleno de repeticiones y de contenido incoherente. Su argumento es que, al contrario, “los pensamientos de Hitler son extremadamente coherentes, y el lector imparcial se encuentra con una fascinante perspectiva de la vida interior de un hombre fanático en sus creencias. A través de Mi lucha , se comprende la conexión entre la cosmovisión de Hitler y su práctica política. Y se comprende que esta práctica estaba enteramente al servicio de esta cosmovisión, que Hitler creía estar cumpliendo una misión al poner en marcha su obra de aniquilación”.

Edición crítica

La difusión del Mein Kampf, en las épocas de la desnazificación, estuvo prohibida. Pasado tanto tiempo, se vio el tema bajo otra lupa. Por ejemplo, hace una década, el gobierno regional de Baviera y en acuerdo con el gobierno central en Berlín, publicó una edición crítica a cargo del Instituto de Historia Contemporánea de Alemania: anotaciones y comentarios que triplicaban el texto original. Kershaw, cuya “Biografía definitiva” de Hitler se editó en 2010- calificó de excelente aquel trabajo del Instituto: “Aunque no dice nada nuevo sobre Hitler, les recuerda a los lectores actuales la peligrosa ideología que defendió cuando era ajeno al sistema político”.

Andreas Wirsching, director del Instituto, le manifestó ahora a Babelia -el suplemento cultural del diario español El País– que “los paralelismos o las analogías potenciales entre la época nacionalsocialista y Hitler, de un lado, y nuestro extremismo de derecha, del otro, existen, creo yo. Aunque quizá no tanto en el lenguaje político, que es más matizado hoy. Hay que decir que la violencia verbal era entonces mayor, si bien no sabemos lo que ocurrirá en el futuro. Naturalmente, lo que es parecido son los esquemas de amigo-enemigo. El propio grupo y los traidores. El propio grupo y los inmigrantes. Hay que decir que son dicotomías que recuerdan a los años 20 y 30, sin que esto signifique se trate de una traducción de Mein Kampf al tiempo actual”.

Lamentablemente, gran parte del discurso racista y de los brotes antisemitas que se notan actualmente tienen su raíz en aquellos dichos.

El lenguaje venenoso que estamos escuchando nos recuerda, triste y vergonzosamente, a los escritos de Hitler de hace un siglo. No solo sobrevivieron su antisemitismo, sino también su odio a la democracia”, dijo la historiadora Lisa Pine, de la Universidad de Londres. Las redes sociales, a la vez, funcionan como amplificadores de esa ola, que se inscribe en la ultraderecha moderna.

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