«24 fotos», la novela reciente de la escritora argentina Andrea Ferrari, bucea en cómo se construyen los recuerdos y en cuánto tienen de invención a partir de la historia de dos amigas, desde su primera infancia hasta la adultez que, con el motor de un secreto familiar por descubrir, atraviesan la sombra de Malvinas y la dictadura, las crisis económicas y los cambios culturales de un país.Ferrari (Buenos Aires, 1961) es una escritora y periodista reconocida por publicar libros de literatura infantil juvenil. Su novela «El hombre que quería recordar» fue incluida en la selección White Ravens 2006 en la Biblioteca Internacional de la Juventud de Munich y su libro «El camino de Sherlock» ganó la 23 edición del Premio Jaén de Narrativa Infantil y Juvenil.
«24 fotos» (Alfaguara) vendría a ser su primera novela destinada para adultos pero la autora confía a Télam que no cree que «la frontera entre lo juvenil y lo adulto sea tan tajante». «Hay muchos libros que han sido publicados en distintas épocas a ambos lados de esa frontera: a veces responde más que nada a estrategias editoriales. Pero si tuviera que definir qué varía en mi escritura diría que es justamente la mirada, el cómo y desde dónde se cuenta. Los temas no son tan distintos», cuenta sobre el registro literario que utiliza en su nuevo libro.
«24 fotos» narra a partir de fotografías que el lector no ve pero puede imaginar, la historia de Vera y Cecilia, dos amigas que se conocen desde los tres años. En cada una de estas imágenes, que parecen las escenas de una obra de teatro, se desarrolla un momento particular de una amistad que cambia conforme pasan los años pero conserva intacta una gran complicidad.
Las amigas atraviesan juntas la niñez, la adolescencia, los primeros amores, hasta la maternidad y su vínculo está atravesado por la historia argentina: la asunción del «presidente con apellido capicúa», la nevada en Buenos Aires y sobre todo, las huellas de la Guerra de Malvinas.
El recuerdo de estas imágenes también cambia y, de esta manera, la novela presenta un continuo ir y venir en un tiempo en el que se entrelazan temáticas como la memoria, la maternidad y las huellas que van dejando las personas.
-Télam: ¿Cómo surge la decisión de construir una narrativa a partir de fotos?
-Andrea Ferrari: Uno de los temas centrales de la novela es la memoria. Me gustó pensar en las fotos como una forma más de la memoria, que puede ser tan tramposa como los recuerdos. Porque aunque la foto da la impresión de ser la «prueba» irrefutable de una situación, muchas veces interpretamos o completamos la imagen de modos erróneos, deduciendo lo que no está allí. Además, las fotos me dieron una estructura para la novela, ya que en cada uno de los capítulos -que suceden en distintas épocas- se toma una foto, que se convierte en un núcleo de atención. Entonces, la historia queda formada por esos veinticuatro momentos congelados, fotos en la vida de dos mujeres.
-El narrador de la novela anticipa los hechos que le ocurrirán a los personajes y cómo serán sus sentimientos, ¿se trata de un recurso que invita a pensar cómo cambia la memoria?
-Si, exactamente. El recuerdo es una construcción que hacemos a partir de una situación pasada, a la que le agregamos y le quitamos elementos caprichosamente, según lo vivido después, los deseos, las fantasías. Y hay mucho de invento. Todos experimentamos a veces esa extraña sensación de que un recuerdo propio es completamente diferente al de otra persona con quien compartimos la misma situación. Y uno se pregunta: «¿cómo es posible que lo recordemos de forma tan distinta?». Me interesó bucear por ahí en la novela: la manera en que armamos un relato de nuestras vidas a partir de los recuerdos.
-¿De qué manera las palabras (por ejemplo las cartas que encuentra Vera) pueden colaborar a recuperar identidades?
-En el libro la palabra escrita aparece en distintos registros: hay mails, textos y están esas cartas que encuentra Vera. Y que son un salto hacia el pasado, porque fueron escritas durante la Guerra de Malvinas. Es el primer contacto directo de Vera con algo de su padre, la primera vez que «oye» sus palabras y que empieza a captar quién y cómo fue. Ese era un poderoso efecto de las cartas, que se fue perdiendo, ahora que ya nadie las escribe: la posibilidad de traer a alguien del pasado.
-¿Cómo conversa la realidad social, como el derrotero de la Guerra de Malvinas, con la ficción de la novela?
-A.F: En el libro cada episodio está claramente fechado y los acontecimientos sociales o políticos acompañan el recorrido de los personajes. En cambio lo de Malvinas, como mencionaba recién, es un salto al pasado. Mientras escribía la novela tuve la sensación de que no se puede pensar la historia argentina reciente sin mencionar la dictadura y sus consecuencias, aunque en este caso las protagonistas hayan nacido tras la recuperación democrática. La introducción de un personaje que estuvo en Malvinas me permitió traer esa parte de la historia que sigue presente en la actualidad a través de sus secuelas, como los juicios que aún no se cerraron.
-La amistad tiene un rol central en la historia. ¿De qué forma el vínculo entre Vera y Cecilia hace avanzar la trama?
-Sí, la relación entre ellas a lo largo de la vida es el eje del libro. Fue lo que me interesó explorar cuando empecé a escribirlo: los vericuetos de una larga amistad. Los momentos luminosos de la relación pero también los oscuros. Y la permanencia de ese vínculo más allá de los desencuentros. Creo que la amistad entre mujeres tiene códigos propios, una capacidad de sostenimiento mutuo que hace que se vuelva -al menos para algunas- una columna vertebral en la vida.
– En la novela hay muchas referencias como «el presidente de apellido capicúa» o el año en que nevó en Buenos Aires, ¿por qué decidiste ir dejando pistas sobre la historia argentina?
– Quise que la realidad política, social y cultural del país acompañara el recorrido de Vera y Cecilia. Por eso busqué mucha información en archivos, a fin de poder fechar ciertos hitos: aquella famosa nevada, una crisis económica o la masificación de los celulares. En algunos casos son eventos que cobran importancia en la trama, en otros son apenas el telón de fondo en la vida de los personajes, pero que los ubican también como protagonistas de su época.
– Contaste que escribiste la historia a partir de un duelo, ¿cómo pensás que la novela dialoga con ese proceso personal?
– Sí, la idea de escribir esta novela surgió tras la muerte de una amiga con quien compartí buena parte de mi vida. Pero ahí termina el paralelismo, porque obviamente la historia no es autobiográfica, ni siquiera coinciden las épocas. Más allá de algunos guiños, que sólo advierten quienes me conocen, creo que lo más personal es la forma de percibir esa amistad. La sensación de que uno construye buena parte de su identidad a partir de los que te acompañan, que llevás a ciertas personas en el ADN, aún cuando ya no estén.