‘Me gusta la potencia de escribir sobre lo que nos aterra’


Tamara Grosso incursiona en la novela con Viudas jvenes Foto Luisina Donnarumma
Tamara Grosso incursiona en la novela con «Viudas jóvenes». Foto: Luisina Donnarumma.

La narradora de «Viudas jóvenes», la primera novela de la poeta y escritora Tamara Grosso, saca cuentas de manera obsesiva y encuentra así una forma de marcar un ritmo a sus días y a los encuentros con otros mientras vive un duelo que da lugar a un nuevo vínculo con Mora, quien también mantenía una relación amorosa con Juan, el joven que muere de manera intempestiva después de haber compartido sus últimos días con ellas.¿Cómo nombramos las formas de amor que no entran en las definiciones tradicionales de pareja o familia? La protagonista está atenta a esas palabras para nombrar los vínculos porque advierte que es la llave de entrada para darles un lugar en el relato construido ante amigos y familiares, aunque en el caso de la relación que inicia con Mora no suele haber mucho espacio para compartir con esos otros.

Editada por el sello Alquimia, «Viudas jóvenes» es la novela con la que Grosso (Buenos Aires, 1991) incursiona en el género después de haber publicado los libros de poesía «Guatepeor», «Márgenes», «Cuando todo refugio se vuelva hostil» y «El ritmo del derrumbe».

«Las cosas que no se entienden no se nombran», reflexiona la narradora y ese es uno de los hilos a seguir en esta historia en la que la autora logra avanzar con humor, acidez y perspicacia en las contradicciones del duelo, ese momento en el que entra en tensión lo irreversible de lo sucedido con aquello que genera nuevos rituales en lo cotidiano y empuja hacia lo nuevo.

Ese tiempo las viudas jóvenes creadas por Grosso lo pasan juntas construyendo una nueva intimidad que supone aquella que cada una compartió con Juan pero que ahora toma forma en un departamento que se vuelve a habitar y es un protagonista más de esta historia.

De viaje por Europa pero puntualmente desde Madrid, la poeta y también trabajadora de prensa del sector editorial, dialogó con Télam vía meet en un alto de ese recorrido que tuvo un capítulo reciente en Italia y que no tiene fecha concreta de regreso a Argentina, donde su agenda quedó en pausa.

-Télam: ¿Cómo fue el pasaje de la poesía a la novela?

-Tamara Grosso: Había publicado un libro que no llega a ser una novela, pero es un coqueteo con la narrativa, que es «Guatepeor». Es una prosa poética y no hay trama, pero no está cortado en verso. Es un híbrido. Después me aboqué a la poesía, tenía ganas de hacer algún proyecto de narrativa y lo fui trabajando hasta que quedó este libro.

-T: La novela puede ser leída como diario de duelo, pero también como una reflexión sobre las distintas dimensiones que toman los vínculos cuando los pensamos lejos de la monogamia. ¿Cuál fue el punto de partida?

-T.G.: El punto de partida fueron conversaciones sobre las parejas o las formas de amor no tradicionales y cómo, en esas formas diferentes de relacionarse, había una inquietud clara que tenía que ver conmigo. Estaban así mis ganas de escribir sobre eso, pero también que hubiera una historia atractiva y tuviera otras aristas porque tampoco me interesaba hacer un libro sobre el debate de Twitter acerca de si está bien la pareja abierta o no, sino que me interesaba naturalizarlo. Por ejemplo, hay otras formas de relacionarse en las que también podrían pasar cosas como que alguien se muriera y ahí ya sentí que tenía algo mejor por dónde ir. Lo de la muerte surge mucho de conversaciones en las que se debate el tema de los círculos, las relaciones abiertas y demás. Siempre surgen esas preguntas como qué pasa si tu novio se enamora de la otra persona y te deja o lo mismo que pasa si te deja por otra persona. Me gusta la potencia de escribir sobre lo que nos aterra, en este caso era como conjugarlo: esto me asusta, bueno lo voy a escribir.

-T: Si bien están la muerte y el duelo como puntos de partida, es una novela muy luminosa porque da cuenta del encuentro entre dos personas y da lugar a una intimidad que se mezcla con el duelo.

-T.G.: No fue tan intencional pero me da vueltas la idea de las relaciones que van quedando atrás. A veces puede ser cambiar de trabajo, amistades con las que compartíamos tanto y de repente eso no es así. Eso también es un duelo que vamos haciendo todo el tiempo. En el encuentro con algunas personas quizás está el duelo por otras.

– En ese vínculo también comparten la imposibilidad de decir sobre aquello que está pasando. Si están juntas, qué relación tienen o cómo relatan cómo se conocieron es una preocupación muy presente. ¿Te interesaba esa pregunta por lo que pasa cuando las palabras no ayudan a dar cuenta de la forma que toman los vínculos?

– Sí, tenía la intención de dar cuenta de esas palabras que no están, de pensar que pasa con ese tabú. Está el duelo de no poder hablar de algunas cosas. Ese punto hace aparecer lo gracioso de la incomodidad.

Foto Luisina Donnarumma
Foto: Luisina Donnarumma.

– Esa relación de tres que se da se ve alimentada por lo onírico, ¿por qué optaste por ese recurso?

– Era consiente de que no estaba tratando la relación de tres y eso era algo de lo que quería dar cuenta. Intenté darle lugar más allá de que un personaje lo piense o lo diga. Una vuelta más me parecía que podía ser esa: que ella imaginara media borracha y dormida que pasaría con los tres estando juntos compartiendo más.

– Cada capítulo tiene un epígrafe y el de Anne Carson acerca de los comienzos se podría extender a toda la novela porque se van corriendo los límites acerca de cuándo es el comienzo de algo o no. El departamento en ese punto marca ese comienzo, se lo vuelve a habitar con otra persona y se convierte en algo nuevo.

– Lo de los comienzos es porque está siempre el juego de que los comienzos o los finales son lo mismo. ¿Hay una sola idea de darle final a algo? No, hay distintos modos también. No solo es irse de una casa, también es pintarla, cambiarla, habitarla de otra manera.

– Esta obsesión de la narradora por contar parece relacionada con la poesía, que es también darle un ritmo a lo que se va contando. ¿Coincidís con esa idea de la poesía como una posibilidad de encontrarle un ritmo al día a día?

– La escritura de poesía es darle un ritmo a la propia vida. Sí, eso tiene que ver con la poesía, con ese ir contando desde una obsesión y la poesía también lo es, ya que implica volver sobre las palabras, sobre un verso, sobre algo chiquito, insistir hasta lograr un poema. No quería poner personajes que fueran demasiado parecidos a mí y eso de la obsesión me pareció que le daba al personaje un rasgo de personalidad.

-¿Qué estás escribiendo en este momento? ¿Es más constante la escritura de poesía o de narrativa en estos días?

– Siempre estoy escribiendo poemas pero estuve escribiendo un diario que no es ficcional. Es un diario de esta experiencia de viaje que se llama «Diario de miedos». Todavía es algo que está sucediendo, no sé hacia dónde va a ir, tampoco si me gustaría publicarlo porque es algo más personal. Me esta gustando explorar esto.





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