La artista Marta Minujín cumplió 80 años y lo celebró la noche de este martes en el Malba con un «casamiento con la eternidad», una fiesta a la que llegó acompañado de numerosos performers con las caras pintadas de colores y con máscaras, un absoluto «total black» para el dress code, que se extendió no solo a la vestimenta de todos los invitados sino también a los globos, las copas de champagne, los manteles y hasta la torta de varios pisos completamente negra.
Pasadas las 20, un colectivo de la línea 67 trasladó exclusivamente a a Minujín (1943) hasta la puerta del museo, donde caminó por una alfombra roja, rodeada de una veintena de actores-voluntarios, vestidos de negro algunos, otros con máscaras de disfraces variadas como pelota de fútbol, jirafa, Vincent Van Gogh, oveja, estatua de la Libertad y más. Mientras tanto, algunas clarinetistas se paseaban entre los invitados haciendo sonar «marchas de reyes, reinas y fanfarrias», según contaron a Télam, anunciando que la fiesta estaba por comenzar.
El público se agolpó en la entrada para recibir a Marta que, ni bien ingresó, comenzó a bailar en el centro de la sala el típico vals de casamiento, el «Danubio Azul» de Johann Strauss, con el performer cara de oveja primero, con Van Gogh después, y luego con muchos de los invitados, como por ejemplo su hijo Facundo Gómez Minujín, presente durante el festejo.
Las figuras con las caras pintadas -así también se vio a varias de las chicas del staff del museo- fueron en homenaje a Pablo Picasso, por los 50 años de su muerte, los mismos motivos que utilizó para su famoso «Kidnappening», una performance que realizó en Nueva York en 1973.
Luego del «baile» -donde se podía ver por ejemplo a cabeza de pelota de fútbol bailando con la estatua de la libertad, las máscaras que Marta suele utilizar en sus vivos de Instagram- llegaría el momento de saludar a los invitados, fotos y selfies. Tras pasear por el salón, como en cualquier boda, fue el momento de la torta, con cintitas, también negras.
Y ahí, la protagonista de la noche tomó la palabra: «Espero que disfruten porque esta es una celebración con participación. Es maravilloso. Este museo es mi casa, acá hice la primera retrospectiva. Y este año habrá otras dos muy grandes en la Pinacoteca de San Pablo y en el Museo Judío de Nueva York, y La Menesunda va a recorrer Inglaterra y Dinamarca», dijo una entusiasta artista enfundada en un gran vestido de tules, una combinación de blanco y rosa pálido, con sus inflamables gafas espejadas y su cabello platinado.
«La eternidad para mi es algo invisible, intangible, como el cometa de una estrella volando, No tiene nada que ver con mi persona ni con un objeto»
Entonces, Minujín lanzó al público su ramo, un atípico ejemplar de flores negras, a lo que siguió -luego de un breve revoleo- el lazamiento del tul de la cabeza, típico de cualquier accesorio de novia. «Chau», se despidió la artista -tan solo para bajar del escenario- a lo que siguieron más pedidos de fotos, más saludos y más brindis, con las copas de color negro.
Mientras tanto, en el «salón» -en la planta baja del museo- los actores comenzaban su acto, se paseaban entre los invitados, disparaban frases, saltaban en una pata. «No se puede bañar dos veces en el mismo río», susurraba a una invitada una de las perfomers, en un momento de la noche.
Los voluntarios disfrazados con máscaras gritaban «tiempo, tiempo», a veces aplaudían. «Podes girar sobre vos misma», decía a esta cronista la persona camuflada en la cabeza de jirafa. Mientras, varios probaban la torta, de chocolate con dulce de leche, y cobertura total black, como el código de vestimenta de esta noche. «Una torta divina», dijo en un momento en que tomó el micrófono la artista que popularizó a niveles impensados su clásico latiguillo «arte, arte, arte».
«Esto es arte», «El tiempo es una eternidad», «El modelo del tiempo es la eternidad», fueron otras de las frases que los perfomers fueron susurrando entre los invitados. Por momentos aplaudían de la nada. Entre los invitados se encontraban artistas como Luis Felipe Noé, Guillermo Kuitca, Graciela Hapser, Adriana Rosenberg, Mariana Marchesi, Alicia Herrero y Delia Cancela, entre otros.
«Espero no vivir toda la década porque me parece una decadencia, después de los 90 no quiero vivir más, quiero desaparecer»
A las 21.30 Marta se despidió al momento que todos repitían, esta vez a los gritos, la frase «El modelo del tiempo es la eternidad» y mientras se subían otra vez al colectivo de la línea 67 para despedirse detrás de las ventanillas. El público aplaudía una performance al mejor estilo Minujin. Las clarinetistas hacían sonar su instrumento desde las escalinatas del museo. Marta se sienta en la primera fila y el chofer arranca.
Pero el trayecto era corto porque el colectivo dio la vuelta y se estacionó frente a la puerta trasera del museo, por donde Minujín ingresó al Auditorio del museo para dialogar con los periodistas presentes.
«La eternidad para mi es algo invisible, intangible, como el cometa de una estrella volando, No tiene nada que ver con mi persona ni con un objeto», respondió la artista ante la primera pregunta que realizó esta cronista acerca de cuáles creía que eran las sensaciones que dejaron esta noche.
Los proyectos de Minujín para el 2023
De los proyectos que le depara el 2023 dijo que la «entusiasman todos» y que la muestra en The Jewish Museum arrancará desde sus obras de los 12 años y pasará por los colchones, las esculturas, las obras efímeras, repasó. «La menesunda viajando por Europa me emociona mucho», añadió.
Además, Minujín reveló que por los 40 años de la democracia volverá a realizar su Partenón de libros prohibidos, a la misma escala, y con los mismos libros, en un sitio cercano al CCK, que será inaugurado el 25 de mayo. Aunque no quiso dar más detalles al respecto.
¿Y las figuras con los rostros maquillados?, la consultaron a la artista sentada en el escenario junto a los voluntarios que participaron de la noche. «En Nueva York salía todos los días a tomar algo con Dalí, y él lo odiaba a Picasso, así que cuando se murió hizo una gran fiesta para celebrar que Picasso había muerto. Entonces hice mi Kidnappening con las caras pintadas con sus obras», recordó la artista sobre su obra de 1973, el mismo año de la muerte de Picasso.
En aquel happening, había entre el público quince personas con un botón plateado en la frente, señal de que habían prestado su consentimiento previamente para ser «secuestradas» y conducidas a diferentes destinos de la ciudad: un loft en el Soho, una peluquería, la casa de un crítico, un banquete en una casa elegante, el puente de Brooklyn, entre otros.
«Espero no vivir toda la década porque me parece una decadencia, después de los 90 no quiero vivir más, quiero desaparecer», reflexionó la artista cuyo cumpleaños la vuelve a encontrar en la cima de una carrera pionera y vanguardista. Y apuntó: «Siempre viví en el arte y esta noche, la gente vivió en arte».