L@s médic@s no pueden mentir ni engañar


En una reflexión muy personal de la Dra. Carmen Sala Salmerón, la ginecóloga catalana de la Clínica Gine-3 lanza en EFEsalud una pregunta especialmente aguda: ¿Mentimos l@s médic@s?… Una cuestión que ella misma responde sin sutilezas: “Si eres buena persona, ni mientes ni engañas”.

L@s médic@s no pueden mentir ni engañar

A partir de esta interpelación, que nos deja sin pestañear y boquiabiertos, dada la delicada naturaleza de su profesión, desarrolla un argumentario con la sana intención de que conozcamos “un poco más” a los médicos y las médicas que nos atienden en las consultas o en los quirófanos.

Su íntimo pensamiento, que sin duda convulsiona las fibras sensoriales de todas y todos nosotros, empezó a reconfigurarse cuando leyó con atención una entrevista al doctor Ciril Rozman Borstnar, publicada en julio de 2006 en “La Contra” de La Vanguardia y firmada por Lluís Amiguet.

“Este catedrático emérito de Medicina en la Universidad de Barcelona y especialista en trasplante de médula ósea, dijo entonces una frase que purificó mi alma: “El médico no puede ser bueno si no es buena persona, generoso y entregado”.

Mentir y engañar.

“Efectivamente, mentir y engañar no es sinónimo de buena persona”

“Aunque esta frase sea suficiente por sí misma, yo añadiría otra que tampoco es mía y robustece la armonía inquebrantable del juramento hipocrático: “La medicina es una profesión que fracasa si sólo se ejerce para ganar dinero“.

Afortunadamente, han pasado miles de años desde que la medicina asumiera la trascendencia de su papel social; pero hoy en día podemos poner el foco crítico en la hiperespecialización de los cometidos sanitarios.

“Te citas en oftalmología y te derivan al experto en retina o glaucoma. Vas a traumatología y puedes terminar en la consulta especialista de miembro inferior o, quizá, en manos de un médico virtuoso del pie derecho”, relaciona.

“La especialización acelera la pérdida del saber omnisciente que rezuma en la consulta de cualquier médic@ tradicional”, opina.

“Y lo he comprobado en mis propias carnes durante la carrera profesional de mis dos hijos, ambos ginecólogos inmersos en la globalización y la digitalización”, ejemplariza la Dra. Sala.

“Desde que iniciaron sus estudios en Medicina, ambos estuvieron absolutamente obsesionados con las notas académicas, objetivo fundamental para aprobar las oposiciones a Médico Interno Residente (MIR) y obtener así una plaza pública en la especialidad y centro hospitalario deseados”, destaca.

¿Y qué consecuencias se derivan de estos nuevos perfiles médicos del siglo XXI?

“Una pérdida de ciertas habilidades y capacidades para mejorar el juicio clínico; incluso, a veces, nos abandona la mismísima vocación, armazón ético de nuestra labor diaria”, responde.

“Pero, sobre todo, hemos dejado a un lado el contacto físico con l@s pacientes“, asegura.

“Ya no les miramos a la cara, no les escuchamos con atención, no les exploramos con detenimiento, no les tocamos o no les olemos, y tampoco les comprendemos”, retrata con trazo grueso la ginecóloga.

¡Cuántas pacientes me han contado con verdadera tristeza que su doctor o su doctora sólo estaban pendientes de rellenar datos y más datos en el ordenador, con la mirada fija en la pantalla!

“Además, existe una cualidad que los médicos y las médicas deberíamos poseer y que yo, sin saberlo, he cincelazo en mi cerebro consulta tras consulta: la intuición, una materia psicológica que no se estudia en las Facultades de Medicina”, señala.

¿Y por qué es útil esta intución médica?

“Esta capacidad instantánea de comprender las cosas sin necesidad de un razonamiento previo, que también podemos denominar presentimiento, corazonada, perspicacia, olfato o sagacidad, nos sirve para tomar decisiones basadas en las emociones”, define.

Con la suma de todas estas habilidades, innatas y adquiridas, no sólo se entiende perfectamente al paciente, sino que se consigue la sensación de dar o saber algo sin justificación aparente.

“Por tanto, mentir, manifestación o expresión contraria a lo que se sabe, no es una opción médica; y menos aún engañar, que es darle a esa mentira la apariencia de verdad. No seríamos buenas personas ni buenos médicos”, recalca.

“Y yo, ginecóloga, no miento ni engaño a las mujeres porque se notaría demasiado. Si cualquiera de ellas sientiera que estoy en esa tesitura, la confianza que depositan en mí se perdería de manera fulminante“, concluye la Dra. Sala, experta en calidad de vida.

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