los síntomas físicos de la depresión y la ansiedad


Ilustracin Pablo Blasberg
Ilustración: Pablo Blasberg

Sentirse con fatiga y letargo, querer dormir «todo el día», presentar extrema sensibilidad al dolor o problemas digestivos que no mejoran aún con tratamiento son algunos de los síntomas que pueden estar asociados a cuadros de depresión o de ansiedad, según explicaron psiquiatras especialistas, que instaron a «no quedarse» solo en los síntomas emocionales y «prestar más atención» a las respuestas biológicas del cuerpo ante estos padecimientos, que aumentaron «notablemente» en Argentina desde el inicio de la pandemia por coronavirus.Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los cuadros de depresión grave y de ansiedad, los trastornos más comunes en el mundo, aumentaron más del 25% a nivel global durante el primer año de la pandemia de coronavirus.

Mismo panorama se registra en Argentina, donde estas patologías sufrieron un aumento «exponencial» y actualmente son las «más frecuentes» en las consultas psiquiátricas, según especialistas del área de Salud Mental del Hospital de Clínicas.

Sin embargo, advierten, la ansiedad y la depresión no suelen ser rápidamente identificadas como tales y son «comúnmente subdiagnosticadas» en la atención primaria de la salud y, por ende, tratadas de «una manera insuficiente».

«Con el diagnóstico de la depresión, uno de los problemas es que se piensa en función de los síntomas emocionales, como la tristeza y la anhedonia (la incapacidad de experimentar placer), que son los más ‘esperables’ pero no siempre los más notorios ni los únicos», explicó a Télam la psiquiatra María Eugenia Rojas, jefa de la unidad de Trastornos Afectivos en el servicio de Salud Mental y de la unidad de Depresión y Trastorno Bipolar.

Ejemplo de estas respuestas psicosomáticas a la depresión son el letargo, la fatiga y la sensación de pesadez corporal que puede notar sostenidamente una persona que atraviesa un cuadro depresivo, como así también la irritabilidad, la cefalea y algunos problemas digestivos «que aún con tratamiento no se van».

Asimismo, pueden sufrir de hiperalgesia, que es la sensibilidad al dolor y reacción extrema al mismo, o también presentar «fallas cognitivas, en la atención, en la concentración o en la memoria» o la hipersomnia diurna, es decir, la necesidad «de dormir todo el día y así no estar activo motriz y cognitivamente», detalló la médica.

«Muchas veces, al no considerar un abordaje más integral, estos pacientes no son diagnosticados correctamente y se la pasan recorriendo diferentes especialistas porque justamente no tienen los síntomas ‘clásicos’ de la depresión sino algunos más bien físicos», agregó.

Al respecto, la especialista advirtió que, en el curso de un cuadro depresivo, se puede «borrar el límite entre lo psicológico y lo biológico», por lo que resulta importante «prestar atención a estas manifestaciones clínicas que en muchos casos son la respuesta biológica del cuerpo a esa depresión».

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«Los pacientes no están mintiendo cuando refieren síntomas físicos, realmente lo padecen. El desafío está en no pensar al ser humano como fraccionado, sino como un todo en el que la causa de estos síntomas físicos puede estar ligada a lo emocional», aseguró.

Esto no significa que cada diagnóstico «tiene que ser siempre algo emocional», sino que se trata de «llevar una búsqueda médica integral», enfatizó la psiquiatra.

En los casos de trastorno de ansiedad, en tanto, pueden presentarse palpitaciones, sudoración, dolor torácico, mareos, sensación de inestabilidad o ahogo y temblor, entre otros síntomas

«En general, estos síntomas van acompañados con la idea de poder morir, de poder ‘volverse loco’ o de perder el control y puede estar acompañado de sensaciones de despersonalización o desrealización, de sentirse raro en el entorno», explicó, por su parte, la médica Cynthia Dunovits, coordinadora de la unidad de Ansiedad en el departamento de Salud Mental del Hospital de Clínicas.

Al igual que la tristeza, no toda ansiedad «es necesariamente patológica«, sino que supone «una respuesta a una sensación o experiencia de amenaza, a un riesgo futuro» que todas las personas atravesamos «periódicamente».

«Cuando estos síntomas se sostienen en el tiempo, cuando empieza a generar dificultades en la funcionalidad del paciente -en el trabajo, vínculos familiares, sociales, etcétera-, ahí es cuando tenemos que pensar que quizás va más allá de una tristeza ‘normal’ o adaptativa y estamos frente a un cuadro depresivo mayor», explicó la médica.

No poder reconocer tempranamente un trastorno de ansiedad que se sostiene en el tiempo sin tratamiento «genera disfuncionalidad en el paciente» ya que, frente a determinada amenaza que «sobrepasa» a la persona, que prefiere evitar la situación y así «termina por abandonar proyectos, lugares, personas», indicó.

Ataques de pánico: cada vez afectan más a los jóvenes

Los ataques de pánico, episodios ligados al trastorno de ansiedad, cada vez afectan a más jóvenes de entre 20 y 30 años, grupo etario en el que «mayor incidencia» tienen, según la médica especialista Cynthia Dunovits, quien enfatizó en la importancia de dotar de herramientas desde la psicoeducación a quienes presentan este padecimiento.

El ataque de pánico, explicó la médica, es un episodio abrupto o agudo que dura entre 5 y 10 minutos donde la persona experimenta «una sensación de muerte inminente o falta de control», acompañado de «síntomas físicos de activación, como la sudoración, palpitaciones y transpiración».

Desde el inicio de la pandemia de coronavirus y especialmente una vez retomada la «normalidad», cada vez son más las personas que sufren de estos ataques de pánico, que afecta mayormente a «mujeres y adultos jóvenes de entre 20 y 30 años», según la coordinadora de la unidad de Ansiedad en el departamento de Salud Mental del Hospital de Clínicas.

Que afecte a este grupo etario resulta «especialmente» problemático ya que los ataques de pánico suelen estar seguidos por el desarrollo e instalación de «conductas evitativas», esto es que, cuando la amenaza sobrepasa a una persona, al punto de poder desencadenar un ataque, éste opta por evitar afrontarla.

«Así empiezan a preferir no rendir un examen porque saben que se van a bloquear, no presenciar determinados lugares o abandonar proyectos, en un momento etario en que justamente empiezan a proyectar sus carreras, sus vidas, parejas», explicó Dunovits. «El desarrollo de conductas evitativas a esta edad resulta un limitante para este grupo etario», agregó.

En ese sentido, la médica resaltó la importancia de la psicoeducación y dotar de herramientas a la persona que padece ataques de pánico para que «tome el control sobre sus síntomas y sobre su cuadro».

«Es importante que les expliquemos qué es lo que le pasa, por qué se dispara y que sepan que, a pesar de lo que piensen (de la idea de muerte o peligro inminente), igualmente no les va a pasar nada y (el episodio) se va a autolimitar en el tiempo», sostuvo.

La psicoeducación, continuó la psiquiatra, es necesaria para que la persona «se sienta con recursos suficientes para afrontar esa amenaza que implica la ansiedad» y que, en siguientes oportunidades, pueda «poner en práctica esos recursos».

«No todo síntoma de ansiedad tiene que derivar en un ataque de pánico en la medida. En la medida que pueda frenar la escalada de síntomas, puede no derivar en un episodio», concluyó.





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