‘Los hombres podemos cambiar pañales pero no escribir al respecto’


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Andrés Neuman nació en Argentina pero vive en España hace años. / Foto: Pablo Añeli.

Fragmentario, lírico, conmovedor, «Umbilical», el nuevo libro del escritor Andrés Neuman, argentino radicado hace décadas en España, ensaya un relato literario sobre el paternar, desde la etapa prenatal de su hijo, cuando era el imaginado, hasta el aparecido «justo al borde del lenguaje» y suma una suerte de monólogo fantástico de un bebé, un texto que es regalo a un hijo pero sobre todo opera como intervención en la omisión que ha hecho el canon literario o el imaginario, como lo llama, sobre la relación entre un bebé y su papá.Neuman, autor de «El viajero del siglo», Premio Alfaguara, está convencido de que para cambiar las cosas, hay que intervenirlas. Lo piensa en relación a la escritura y los escritores que aún siendo padres, que cambian pañales, cuidan a su hijos y los ven nacer, no hacen literatura sobre crianza, como si fuera un tema que no les perteneciera. Quizá por eso «Umbilical» (Alfaguara) es un título que invierte y expande ese nexo que es el cordón umbilical y lo legitima en la paternidad también. ¿Cómo se construye una relación con un hijo? ¿Qué significa volverse padre? ¿Qué hace un bebé? ¿Qué es criar?

Contará en esta entrevista con Télam, de visita a Buenos Aires, en medio del calor de diciembre y la emoción por el Mundial, que mientras su hijo se gestaba en la panza, él le cantaba siempre la misma playlist de canciones. Su hijo, que hoy tiene dos años, nació de urgencia. «Venía desconsolado porque nacer debe ser una experiencia espantosa, pasar de escuchar el corazón de tu madre como un metrónomo, nadando en la más cálida de las aguas, siendo alimentado con una eficiencia que nunca más conocerás en tu vida y de pronto salís a un lugar ruidoso, lleno de luz y el misterio de no recordarlo. Cuando me lo dieron así desconsolado se me ocurrió empezar a cantar y ahí sentí que nos reconocimos, como si fuera un reencuentro».

Neuman nació en Argentina pero de adolescente se exilió en España con su familia, tras el primer indulto a los dictadores. A su hijo lo llamó Telmo, por San Telmo, su barrio. En ambas orillas, publicó libros de cuentos, poesía, novelas largas, cortas, microrrelatos, diccionarios, y fue profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Granada, donde vive. Cada proyecto narrativo es una búsqueda distinta y en ese catálogo «Umbilical» es su libro más personal. «Pendes de un hilo pero no eres frágil, porque aún desconoces tu fragilidad: eres más bien la nuestra. / Voy naciendo al decirte», escribe en la primera entrada de este libro.

-Télam: No es común encontrar literatura que hable sobre «paternar», a diferencia de la maternidad ¿por qué?

-Andrés Neuman: Me pareció encontrar tres limitaciones o alambradas que hace que los escritores varones hayamos escrito poco de nuestra experiencia de la crianza. Hay muchos libros sobre nuestros padres, contra los padres o con padres, pero hay muy pocos libros escritos desde la experiencia cotidiana de la crianza. Y ni que hablar si es un bebé. Es un silencio colectivo, como un tabú. Los hombres podemos cambiar pañales pero no escribir al respecto, parecemos educados para no hacerlo.

Una primera alambrada es el marco biológico. La ecografía te permite ver a tu hijo que no nació, es alucinante. Baudelaire decía que la modernidad es eso, cuya otra mitad es eterna. Es decir, hay una mitad que está cambiando todo el tiempo y otra que se conecta con lo ancestral. Y siento que el fenómeno de la vida tiene algo de eso: hay un costado que está desde el principio de los tiempos pero hay otro lado, del orden de lo tecnológico, de la transgresión de límites, que parece a su vez no tener límites. O sea si podemos visualizar una criatura antes de que nazca, podemos hacer un montón de cosas que parecían imposibles y que te conectan con tu hijo aunque no lo gestes. El marco biológico se está corriendo mucho más de lo que imaginábamos con el modelo de gestación, el ananico de mater/paternidad no biológicas ya instituidas como figuras sociales, por lo tanto eso no explica el silencio.

 Foto Pablo Aeli
Foto: Pablo Añeli.

Están los usos y costumbres que es la segunda alambrada: cómo organizamos nuestras parejas, nuestros roles. Eso influye mucho en el silencio pero tampoco lo explica todo porque hay millones de padres que le limpian el culo a sus hijos, los duermen, por ahí no es mitad mitad, falta, pero ya es un fenómeno que entra en la realidad cotidiana. ¿Entonces por qué sigue habiendo poca poesía, poca ficción que narre la relación entre hombres y bebes? Y no me queda más remedio que pensar que hay una tercera que es invisible pero poderosísima y es la del imaginario. Hemos sido educados para pensar que no es un tema literario del que escribamos. No solo hemos delegado las tareas de crianza en las madres, los escritores hemos delegado en las escritoras la tematización de esto. Estamos tradicionalmente más ocupados en redefinir el canon de la literatura nacional, pensar la post globalización, el imperativo categórico de Kant, la semiótica, cosas de hombres, dicho con toda la ironía. Entonces, aunque de pronto hagamos otras cosas a contracorriente del supuesto marco biológico y de las tradiciones seguimos pensando que hay temas que no son tan dignos de ser poetizados.

-T: ¿Y es posible reformular eso?

-A.N: No se trata tanto de esperar que las costumbres cambien para que el imaginario lo refleje sino intervenir el imaginario para que las costumbres terminen de cambiar. El imaginario no es descriptivo, es prescriptivo también. Si no intervenimos en el imaginario, la literatura ahí cumple una función, hay ciertas cosas que no se van a producir o que va a ser más difícil que se abra una conversación al respecto.

-T: Este libro opera como intervención al imaginario ya desde el título que expande el imaginario maternal por el paternal.

-A.N: Es preguntarse cuáles son los límites posibles de la paternidad y el vínculo paterno y hasta qué punto no estamos limitados por este juego de alambradas concéntricas que limitan nuestra experiencia de la realidad mucho más de lo que sospechamos. Hay literaturas fascinantes de las que aprendo mucho, otras maternidades, no maternidades, autodenominadas malas madres, que huyen, combaten o se rebelan contra el mandato. ¿Y cuál es nuestro mandato como varones? No sabés nada de bebes, no tenés nada que ver con eso, la biología te limita, hay una distancia, recién cuando hablen vas a poder interactuar de manera plena. Tenemos que desobedecer el mandato y decir ¿cómo le pongo el cuerpo a un bebé, cuál es el idioma posible. Literariamente es todavía más interesante porque ¿cómo le escribís una declaración de amor a alguien que no sabe que existen las palabras, qué le pasa al idioma? No entiendo por qué no estamos escribiendo todo el tiempo sobre esto.

 Foto Pablo Aeli
Foto: Pablo Añeli.

-T: Es un libro con un material muy íntimo ¿cómo fue ese trabajo?

-A.N: La voz siempre es construida y esa es la maravilla, no se trata de que la voz sea más personal, sino que el material es sumamente personal y, para mí, aterradoramente íntimo. Pero para no caer en un confesionalismo plano, siendo que la emoción de partida era enorme, enfoqué estas notas como un regalo de bienvenida para mi hijo, un modo de construir simbólicamente un diálogo lo antes posible porque además sé muy bien que me voy a morir demasiado pronto. Sé que no voy a acompañar toda la vida mi hijo y como sé que una parte del amor por nuestros padres es póstumo, no podía esperar, me sentí en la urgencia de inventar un diálogo cuanto antes. Y como estaba tocando una materia tan sensible traté de pensar cómo hacer para que esto no se desbordara y se convirtiese en una catarsis, que es algo muy peligroso cuando hablamos de literaturas. La idea fue tratar de manejar un formato tenso y poético que la brevedad y la economía en la escritura me obligase a comprimir, a no vomitar la experiencia sino a trabarla bien en lo lingüístico. Y enmarcar la parte más experiencial, que es la parte más larga del libro en dos instancias que en realidad son fantásticas: una carta a un ser prenatal, un diálogo con alguien que no nació, y el monólogo de un personaje que todavía no habla.

-T: Hablás del amor póstumo. La paternidad o la maternidad te enfrentan con la idea de la muerte pero a la vez con la vida ¿cómo opera ese doble juego?

-A.N: La experiencia de la mater/paternidad en el sentido de la conciencia mortal se parece mucho a un parto. Y es un trance agónico donde se juega mucho la muerte: el contexto de una vida nueva es la muerte. Por un lado todo es futuro, todo es horizonte, campo abierto, y por otro lado sabes que fatalmente te vas a ir demasiado pronto y eso impregna mucho la experiencia de la emoción.

En nuestra generación es bastante habitual tener hijos a los 40 años, entre comillas tarde, cuando ya hiciste parte de tu camino y esto tiene sus efectos secundarios que es interesante analizar y poetizar. Uno de ellos es la agudización medio dolorosa de la conciencia mortal. A la vez tiene un costado muy vitalista, una especie de Carpe Diem de no hay tiempo que perder y no hay atención que malgastar. Además de la angustia, esto me genera otorgarle un valor casi sagrado a la compañía del hijo porque una parte de mí se siente espectral: sabe tanto que se va a morir, que se está despidiendo todo el tiempo.

Foto Pablo Aeli
Foto: Pablo Añeli.

«La materpaternidad es una máquina de revoluciones cronológicas»

De leer mucho a escritoras que tematizaron la realidad cotidiana y la crianza y de experimentar él mismo las transformaciones que supone la llegada de un hijo tanto en la propia subjetividad como en la escritura, Neuman a propósito de éste, su último libro, asegura: «Era el libro que deseaba escribir, pero también el único que podía».

-T: ¿Cómo impactó ser padre en tu trabajo como escritor?

-A.N: Leí mucho a las escritoras que reflexionan sobre la maternidad en términos literarios y sobre las condiciones materiales de escritura de las madres y me ayudó mucho a entender cuál era mi nueva situación. Hay muchos hombres padres que escriben pero no supimos todavía tejer una comunidad comunicativa. Entonces aparte de hablar con mis amigos, trato de aprender de las madres que por razones históricas se vieron obligadas, forzadas a pensar esto para sobrevivir o para pensar una supervivencia posible.

La forma del libro está ligada a las condiciones materiales de la escritura: esa extenuación y esa experiencia fragmentaria de la realidad, ese transitar entre la vigilia y el sueño, y al mismo tiempo una mezcla de euforia, excitación y cansancio que te sumerge en una lucidez alucinógena rara. La falta objetiva de tiempo y espacio de escritura hizo que interrumpiera la novela larga que estaba haciendo. Uno de mis temores clásicos era no poder escribir cuando tuviera un hijo. Se confirmó que no puedo escribir pero también se refutó porque se abrió una línea de escritura que solo es posible porque nació mi hijo. Es otra escritura, más breve, interrupta. Y está muy impregnada de la sinestesia de la infancia y de la pequeña revolución del imaginario que supone convivir con alguien que está descubriendo todo. Era el libro que deseaba escribir, pero también el único que podía.

-T: Escribís «Voy naciendo al decirte» en la primera entrada de este libro y luego en distintos textos te referís a la idea de una renacer como padre que revisa la propia historia, el pasado, que vuelve a la infancia, al duelo de la madre ¿cómo fue eso?

-A.N: La materpaternidad es una máquina de revoluciones cronológicas. Está el futuro, la velocidad del crecimiento de la criatura, las preocupaciones burguesas del futuro económico del hijo, toda esta estructura que hemos inventado sumamente cuestionable de lo que vendría a ser una familia. Está esa angustia del futuro que yo imaginaba. Pero, a la vez, mientras se abre una relectura del pasado y se acelera el futuro, la criatura lo que necesita es presente: todo es es aquí y ahora. Eso que te puede impacientar es en realidad un alivio filosófico porque si hay algo que no sabemos los adultos es vivir el presente. Si ya veníamos con la capacidad de evitar el presente, la tecnología la imposibilitó para siempre. Entonces hay mucho que aprender de la radicalidad con la cual una criatura vive el presente.

Lo que no me esperaba es cómo acelera también el pasado, que se te pone delante y te mira de frente. En mi vida, en la de mi familia, hay dos eventos fundantes de hace tantos años que son el exilio y la pérdida temprana de la madre. De pronto nace mi hijo y me doy cuenta que no va a conocer a la madre que me dio vida, a su abuela, me estás dejando huérfano de nuevo hijo por puro amor. Esto de sentirse más huérfano que nunca por tener un hijo no me lo esperaba. Literalmente me atropelló por la espalda y mi madre vuelve a ser un tema que yo ya había trabajado, ya lo había ubicado en un lugar. Ahora hay una misión muy linda que es narrársela y el resto de mi vida pasaré narrando mi madre a mi hijo.

Y el otro evento es el exilio familiar. A mis cuarenta y pico de años esa herida del exilio está más que cicatrizada, tengo dos lugares y soy extranjero en ambos lugares, una mezcla de las dos experiencia. Ahora mi hijo que está aprendiendo a hablar está a punto de descubrir que su padre es medio extranjero, está a punto de saber que nací muy lejos, que a mí me enseñaron a nombrar las cosas con otro acento y yo voy a tener que pararme como semi extranjero frente a mi hijo y entonces otra vez estoy con la crisis que tuve cuando fui a la escuela en España. Mis dos hablas son genuinas, sinceramente no sé cómo hablarle a mi hijo en términos de idioma. Y esa es una duda que hace treinta años no tenía. No me imaginaba que mi hijo aparte de maravillarme, enamorarme, extenuarme y y revelarme un montón de cosas, me iba regresar a la puta casilla de partida donde los conflictos más importantes de mi vida vuelven a estar sin resolver. De todo esto habla el libro.

«Me gusta mucho esa sensación de que aprendo a escribir en cada libro»

Con «Umbilical», Andrés Neuman presenta su libro más íntimo y una vez más revela los giros temáticos y formales que son capaces de tomar sus libros, cada uno con un proyecto narrativo distinto, en el que a partir de una idea construye una narración que es literatura pero también reflexión, como en este nuevo volumen donde retrata la relación entre un bebé y un papá y dialoga sobre la paternidad, la crianza y la realidad cotidiana.

Fragmentario, interrupto, como dice, «Umbilical» es ese libro que pudo escribir durante la crianza de su hijo. «Para escribir La guerra y la paz con un hijo hace falta no ocuparte de él, con lo cual incurrimos en una contradicción clásica, por ejemplo, en la literatura política que es el compromiso, que es ocupar un lugar para ausentarte de otro. Entonces somos capaces de escribir 5.000 páginas sobre nuestro hijo pero estando lo más lejos posible de él. Me da miedo caer en eso. El libro con su estructura, su brevedad, participa de su propio argumento», dice.

-Télam: Cada uno de tus libros tiene una búsqueda muy clara, el anterior que se publicó aquí «Anatomía Sensible» era una celebración del cuerpo, este es sobre el hijo ¿cómo encarás cada proyecto?

-Andrés Neuman: Pienso que con el último libro «Anatomía sensible» y «Umbilical» hay ciertos vínculos, no sólo de extensión sino que hay un trabajo con el género en sus dos sentidos. El género en términos identitarios y el género en términos de forma literaria. Son libros que trabajan en las fronteras en sus dos sentidos y reflexionan sobre las relaciones entre lengua y cuerpo.

Me interesa mucho preguntarle al libro que voz podría tener, más que pensar que un libro es la proyección incansable de mi propia voz. Primero porque dar por sentado cuál es mi voz me parece ingenuo, eso de creer que sabés quién sos y cuál es tu voz me parece de una ingenuidad suprema. Pero además somos tan corales, podríamos ser de tantas maneras y la realidad nos demuestra que podemos ser tantas personas que me atrae mucho de pensar la voz, el trabajo con el lenguaje, qué maniobra lingüística necesita este libro para ser. Y eso me divierte mucho de la escritura y por eso trabajo con poesía, novela breve, narrativa. Me gusta mucho esa sensación de que aprendo a escribir en cada libro. Obviamente que hay una memoria de lo escrito. Hay una diferencia ética entre el estilo y la marca, en términos de marca registrada. Y creo que se confunden en el mercado literario y que incluso desde el ámbito del prestigio y del capital simbólico fatalmente se confunden también.

-T: ¿Cuál sería la diferencia entre marca y estilo?

-A.N: La marca tiene que ver con que antes de empezar el libro vos ya sabes cuál es el estilo y es siempre el mismo. Ya resolviste la duda de cómo escribir, como el artista que empezó a vender cuadros haciendo una mancha roja en la parte superior derecha y entonces sus siguientes 100 cuadros tendrán esa marca en la parte superior derecha. ¿Cuál es la búsqueda estética de eso? Es la reproducción de la certeza, no hay una búsqueda. El estilo, en cambio, me parece que tiene con lo que no podés evitar que se repita y se repite inconsciente o involuntariamente. La coherencia entre tus distintos libros que a veces se producen a pesar de tu voluntad de cambiarlo. El fantasma que vuelve.





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