L os jóvenes son las principales víctimas de la crisis de empleo y según estimaciones de Unicef sobre la base de datos de Encuesta Permanente de Hogares que realiza el Indec, la tasa de desempleo es aproximadamente tres veces mayor entre los jóvenes de 18 a 24 años (20,1 %) en comparación con el promedio de la población (7,7 %), llegando al 21,7 % entre las mujeres. Además, entre los jóvenes que tienen trabajo asalariado, la informalidad alcanza al 57 %, casi el doble del promedio general (36 %). Los datos corresponden al relevamiento del primer trimestre de este año, es decir cuando impactaron de lleno las medidas del gobierno libertario. El problema no es nuevo, pero se agravó en el último tiempo. Desde hace un año aproximadamente Argentina tiene las peores expectativas de generación de empleo del mundo, aunque en países vecinos de América latina los indicadores no son alentadores. También se mantienen en nivel superior a la media global. Un reciente informe de ManpowerGroup da cuenta de los problemas coyunturales de la economía nacional y pone de manifiesto que la Expectativa Neta de Empleo (ENE) para el último trimestre de 2025 aumentó un 4 %. No obstante, es una buena nota ya que representa una disminución de 1 punto porcentual en la comparación trimestral. Los estudios arrojan datos que dan forma a la dura realidad que enfrenta la población argentina; hay un estancamiento muy firme en la expansión del mercado laboral. Sucede que los empresarios no tienen intención de incorporar personal. ¿Es falta de vocación o no tienen necesidad? Cualquiera sea la razón, la expectativa neta de empleo de Argentina es la más baja del mundo. En perspectiva, la media global se ubica en 25 % y el país en donde más creció el indicador es India con el 37 %, seguido por Costa Rica (+36 %), EE.UU. (+34 %) y Brasil (+32 %). En tanto, Chile, Hong Kong e Israel preceden a la Argentina entre los países con las expectativas más bajas, con el 8 %. Es importante considerar también el contexto de cada país. No es igual el punto desde el cual arranca la medición en Hong Kong o Israel, donde hay una situación económica muy diferente. Los problemas de la macroeconomía parecen haber desviado la atención de un tema medular que hace a la competitividad de nuestro país: la capacidad de atraer inversiones y generar empleo. Un informe del Centro de Economía Política Argentina (Cepa) muestra datos de la Superintendencia de Riesgos de Trabajo que indica que se perdieron 9.972 empresas que son pymes y lo que tiene como contracara la pérdida de 265.000 puestos de trabajo registrado. La caída del consumo afecta al rubro del comercio, en tanto la producción industrial retrocedió entre 20 % y 25 % contra el mismo período de 2023 y la consecuencia inmediata que esto tiene es la caída del empleo de la Argentina. Los especialistas sostienen que el escenario económico se vio sacudido no solo por la pandemia, sino por continuos hechos que mostraron la fragilidad de un sistema que requería ser revisado: la crisis de logística, movimientos políticos extremos. El impensado escenario desencadenó un proceso de reconfiguración productiva conocido como nearshoring, que implica la relocalización de procesos productivos de Asia a destinos más cercanos, buscando mayor seguridad en las cadenas de suministro. Seis de cada diez empresas americanas consideran esto como parte esencial de su estrategia. Sectores como la energía, la industria automotriz y la tecnología constituyen la vanguardia de esta transformación. Argentina tiene potencial para competir, pero primero tiene que poner en orden la casa.
Conseguir trabajo en blanco en Argentina constituye un desafío. El ciclo de inestabilidad económica afectó considerablemente al mercado laboral
