Los vecinos señalan al barranco del Poyo como el principal responsable de la riada que arrasó con más de quince municipios y pueblos de la provincia de Valencia. Provocó más de doscientas muertes y cientos de desaparecidos.
El martes, el barranco alcanzó unos 2.230 metros cúbicos por segundo. “Cuatro veces más el caudal normal del río Ebro”, dicen los especialistas.
Y se desbordó en Torrent, en Picanya, en Paiporta -el pueblo en el que más vecinos perdieron la vida-, en Catarroja y en Massanassa.
El domingo a la noche llovió con ganas pero el barranco ahora es una grieta seca, irregular y pedregosa, que la UME y el Ejército inspeccionan buscando rastros de las personas que pudieron haber quedado atrapadas en los autos que la corriente arrastró con furia.
La muerte enterrada
“Los cadáveres están debajo de nuestros pies”, sentencia un policía y señala una fosa, cavada en el lecho del barranco, donde a más de un metro de profundidad asoma el faro trasero de un Volvo azul metalizado y una puerta abierta y magullada de un auto blanco.
La gota fría que inundó la zona el martes podría haber dejado un cementerio enterrado.
“Hemos previsto una morgue que tiene capacidad para 400 fallecidos”, dijo este lunes, desde Madrid, el general jefe de la UME, Javier Marcos.
En el barranco del Poyo hay huellas gruesas de las grúas que están revisando las decenas de autos destrozados que fueron arrastrados por la corriente.
Porque el Poyo es un cauce fluvial que se extiende durante más de 40 kilómetros a lo largo de la Comunidad Valenciana. Está a medio camino entre los dos grandes ríos de la región, el Turia y el Júcar, y desemboca en el Mediterráneo a través de la Albufera de Valencia.
A la altura de Chiva, un municipio de 16.000 vecinos también castigados por la riada, el desborde del barranco dejó en evidencia los restos del vertedero ilegal que se escondía allí. Toneladas de esa basura fueron arrastradas por la corriente.
El personal de emergencias revisa las chapas retorcidas para ver si hay rastros humanos. Los autos que ya fueron rastrillados son marcados con aerosol. Una “R”, una cruz o un círculo sobre la parte más visible de los restos amorfos indican que las patrullas ya pasaron por aquí.
El barranco del Poyo es atravesado por un puente de seis arcos paralelo a la autopista A-3 que comunica Valencia con Madrid.
Sobre uno de los pilares del puente, un utilitario blanco quedó estampado y anudado con ramas como un cristo crucificado. En pocos metros del lecho del barranco, más de cincuenta autos aniquilados, recostados sobre las piedras del cauce seco o dados vuelta como cucarachas bajo los efectos de un insecticida, ofrecen un paisaje que bien podría asemejarse al día después de un apocalipsis.
Este domingo, la polémica visita de los reyes a las zonas afectadas incluía una escala en Paiporta y otra en Chiva, que nunca llegó a concretarse. Las agresiones a la comitiva de Felipe VI y la reina Letizia, que estaban acompañados por el jefe del gobierno, Pedro Sánchez -quien fue el primero en subirse a un auto y abandonar la gira-, y el presidente regional valenciano, Carlos Mazón, suspendieron el recorrido.
A la frustración de no ver llegar a los reyes a su pueblo, los vecinos de Chiva sumaron otra mala noticia: en la noche del domingo se derrumbó el centro cultural conocido como La Mutua, un punto de encuentro y actividad sociales muy querido para la gente del municipio.
No había nadie en el lugar, una construcción de 1883. Pero aunque Chiva no lamenta muertos ni heridos en el desmoronamiento de La Mutua, crece el temor a los derrumbes.
A seis días de la mayor tragedia climática que sufrió España, los vecinos continúan anegados en sus barrios.
La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, anunció este lunes que prohibirá el despido de aquellas personas afectadas por el temporal que no fueron a trabajar.
Antes del mediodía, el servicio meteorológico avisaba que la DANA -el fenómeno atmosférico que ocasionó la catástrofe climática- ya empezaba a alejarse de la provincia de Valencia para ensañarse con Barcelona. Para los vecinos valencianos que siguen escurriendo barro y agua de sus casas, la noticia no es ningún consuelo.