Líderes británicas toman el frente político tras el Brexit


La decisión de salir de la Unión Europea (UE) fue un batacazo que derivó en las renuncias de Cameron, en los sorpresivos corrimientos de dos de los abanderados del Brexit, el ex alcalde londinense Boris Johnson y el líder de extrema derecha Nigel Farage, y en una revuelta partidaria contra el el líder laborista Jeremy Corbyn.

En pocos y atribulados días, los nombres masculinos que llevaron adelante la campaña por la salida o la permanencia se convirtieron en cenizas de las que renacieron las conservadoras May y Andrea Leadsom, la laborista Angela Eagle y la ministra principal de Escocia, la independentista Nicola Sturgeon.

La escritora alemana Mara Delius, llamó a estas mujeres parte de «la nueva femokratie» (femocracia) en Europa, un nuevo paradigma con «Elektras posmodernas en trajes y guantes de goma» que llegan para «limpiar el desorden creado por los hombres».

Como favorita que sigue en la carrera para convertirse en primera ministra y que cuenta con amplio respaldo parlamentario, May, de 59 años, que defendió con bajo perfil la permanencia en la UE dijo que si era elegida no iniciaría de forma oficial la ruptura con Bruselas, al menos hasta fines de 2016.

Y remarcó que uno de de sus objetivos será asegurarse que la inmigración en su país descienda hasta un nivel «sostenible».

Considerada una mujer «sensata» en el ámbito conservador, confiable y prudente sin mesianismos -todo lo que sí se dice de su rival Michael Gove, ministro de Justicia-, May elaboró un lobby entre los ‘tories’ sin desmesuras, ni escándalos.

«No soy una polí­tica vistosa. No hago tours por las televisiones. No curioseo sobre la gente en almuerzos. No bebo en los bares del Parlamento. Simplemente hago el trabajo que tengo delante», dijo May quien se autodfine como «la única capaz de atraer el apoyo de todo el partido conservador».

Comparada con la Dama de Hierro, Margaret Thatcher, al frente de Downing Street entre 1979 y 1990, en un período marcado por una gran crisis económica y social interna, May, hija de un vicario -igual que Angela Merkel- estudió Geografí­a en Oxford, fue concejal, parlamentaria, primera mujer presidenta del Partido Conservador y ministra.

Casada, sin hijos, amante del cricket y con una casa frente al Támesis, Theresa Brasier, tal como fue bautizada, fundó en 2006 la asociación Women2win para defender el acceso de las mujeres al Parlamento.

Y se hizo célebre con una frase contra los policías a los que llamó «vagos y corruptos», al tiempo que les exigió «más trabajo y menos lloriqueo sentimental».

Arrimando en el segundo lugar entre las tories más votadas para el mayor cargo político está Andrea Leadsom, la secretaria de Estado de Energí­a y Cambio Climático, apadrinada por un ya desdibujado Johnson.

Con 56 años, Leadsom, confesa admiradora de Thatcher, elevó su perfil político durante la campaña del referéndum donde propalaba su «amor a Europa» y admitía su «odio la UE y a la manera en que está destruyendo un continente maravilloso».

Que las favoritas para suceder a Cameron sean ellas quizás encuentre una vaga explicación en las palabras de su colega del partido, Lady Jenkin de Kennington, quien dijo: «Creo que todo el país se siente algo aliviado… Hay una sensación de ‘sí, nanny (en referencia a un estado protector), por favor venga y díganos qué tenemos que hacer'».

Pero Sophie Walker, al frente de Women’s Equality party (Partido por la igualdad de mujeres) sostuvo al diario The Guardian que «es importante ver a otras mujeres en posiciones de poder, pero también es importante que estas líderes estén enfocadas en otras mujeres, no sólo en el poder».

Según Walker, Leadsom pidió que a las mujeres que trabajan para pequeñas empresas o comercios «se les quiten los derechos por maternidad», mientras que May fue la responsable de la detención en Yarl’s Wood -un centro de deportación de inmigrantes- de mujeres embarazadas y otras con problemas de salud mental.

«Una no puede evitar preguntarse acerca de sus políticas. Preguntarse qué es lo que van a hacer para que las mujeres sean iguales en este país», cuestionó Walker.

Del otro lado de las aguas políticas, emergió como mascarón de proa en momentos de tormentas la diputada laborista Angela Eagle quien llegó para candidatearse al frente de su partido.

De sólida y larga trayectoria, Eagle, de 55 años, estudió Filosofía y Economía también en la prestigiosa Universidad de Oxford, fue elegida parlamentaria en 1992, formó parte del gobierno de Tony Blair y fue ministra de Hacienda -la más joven del gobierno- en 2009 con Gordon Brown.

En 1997 confesó durante una entrevista televisiva que era lesbiana y desde 2008 está en pareja con María Exall, ingeniera de British Telecom y miembro del Sindicato de los Trabajadores de la Comunicación.

Inteligente y experta jugadora de ajedrez, Eagle -tiene una hermana melliza también parlamentaria- sabe moverse en el tablero incluso para enfrentarse en situaciones sexistas que padeció con Cameron y cuando sus rivales la destacan por su orientación sexual.

Sin secretos, Eagle quiere disputarle el liderazgo laborista a un maltrecho Corbyn: «Tengo el apoyo para presentarme y solucionar este ‘impasse’, y lo haría si Jeremy no toma una decisión pronto», tiró el guante hace pocos días.

La más joven es Sturgeon, de 45 años, líder del independentista Partido Nacional Escocés y ministra principal de Escocia; es, además, la primera mujer en ocupar ambos cargos.

Considerada por una mayoría de todo el reino como una mujer «í­ntegra y hábil», según las crónicas actuales, la escocesa se plantó en Bruselas para seguir negociando con el bloque tras el referéndum en el que un 62% de los votantes escoceses apostó por la permanencia.

Se hizo escuchar. Se ganó ese derecho, le dijeron, pero las negociaciones quedaron puertas adentro del reino. Eso no fue un tropezón en su carrera sino que, por el contrario, iluminó su figura en una marea política confusa.

Ellas se empoderaron sin rupturismos ni radicalización, sino aceptadas en una situación de caos político que necesita moderarse, pero también como advirtió Walker «hay que preguntarse qué van a hacer para la igualdad».

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