De las tradicionales librerías de Parque Centenario, Rivadavia o Plaza Italia, a las de calle Corrientes, de las que atesoran ejemplares únicos hasta lectores que ponen en venta sus libros después de una vida acumulados y crecen con proyectos propios, el mapa de libros usados combina lo económico, lo inesperado y lo romántico y se reconquista con el empujón del espacio virtual: ¿creció la tendencia a consumir estos libros? ¿Cuánto del costoso acceso a la novedad inclina a lectores?Al aire libre, en las principales avenidas, en calles de barrio escondidas, sobre una manta en una céntrica peatonal porteña, en ferias, como la reciente FLU (Feria del Libro Usado), los libros en la Ciudad de Buenos Aires están a la vista, al punto de que en 2011 la Unesco la declaró capital mundial del libro, mientras que antes de la pandemia el Foro Mundial de Ciudades Culturales la ubicó como una de la ciudades con más librerías. El cimbronazo de la pandemia condujo al cierre de locales de libros y obligó a multiplicar los canales de venta incorporando lo digital como una plataforma más, pero los libros siguen.
En el universo de librerías hay novedades, saldos, raros y también usados, esos títulos de segunda mano que son codiciados porque permiten acceder a títulos que ya no se editan, son más baratos, no se encuentran en todos lados o tienen una originalidad que los vuelve únicos, como primeras ediciones, subrayados, dedicatorias que cuentan historias. Como contracara, coleccionistas, buscadores de joyitas, aquellos que revuelven hasta dar con alguna sorpresa, lectores y lectoras que hacen frente a la situación financiera sin resignar el placer de una lectura.
Para Fernando De Luchi, fundador de Sudeste, librería ubicada en plena calle Corrientes, «en estos tiempos un lector regular casi no tiene otro camino que volcarse al libro usado, cuando una novedad puede significar nada menos que un 10 por ciento de su sueldo. Al margen de eso, hay también una cuestión romántica porque siempre hubo en un público con cierta seducción por el libro viejo, por la historia que traslada, por encontrar títulos que no se reeditan, con encontrarse con un ejemplar dedicado por una abuela a su nieto, por contener anotaciones pintorescas».
Desde el año 2006 Sudeste vende usados, saldos y novedades en un local que es un oasis en el torbellino sonoro de la «calle que nunca duerme», aunque su historia arrancó un tiempo antes en las vísperas del 2001 y como ocurre en este oficio llevó su pasión hasta la obsesión. «Las formas de acceder a los libros usados son muy variadas y algunas se fueron transformando con el paso de los años. Desde recorrer paños de gente que vendía todo lo que le sobraba en los parques en aquella víspera de la crisis 2001, a poner avisos en el diario anunciando que compramos libros. También la librería es una boca de recepción: mucha gente de acerca allí a vender sus libros», cuenta.
El público de Sudeste es diverso y «fluctúa con los horarios y los días. El dólar alto trae turistas de toda la región, al mediodía está el público ‘oficinista’ que la recorre en su hora de almuerzo, los sábados la visita gente que va al teatro y ‘hace tiempo’ revisando bateas o chusmeando las oportunidades de las mesas de ofertas». Para el librero, además, aunque «en menor medida que décadas pasadas están los coleccionistas, aquellos que les falta un ejemplar para tener la revista Sur o El Gráfico completas. O el buscador de tesoros, con su afán de encontrar perdida alguna ‘joyita'», cuenta el librero.
A una cuadra de Sudeste está Edipo, librería fundada en 1978 que también combina novedades, saldos y usados. Uno de sus libreros, que trabaja hace más de treinta años, cuenta que la circulación cambió mucho después de la pandemia, por lo que debieron potenciar la venta a través de Internet. Aunque traccionan a sus seguidores de siempre, esos lectores que conocen y confían en los hallazgos de la librería y sus elecciones, el fuerte también se ubica los fines de semana cuando la gente va al teatro y se acerca «por el precio». La ecuación es sencilla: una novela que pasó por otras manos se puede conseguir por 1.000, una recién salida de imprenta vale 5.000.
Daniel Zachariah es inglés, vive en Buenos Aires hace más de una década y tiene una librería sobre la calle Reconquista, The Book Cellar & Henschel, a la que ahora sumó un pequeño local a metros nomás para guardar todos los libros que va comprando y ya no entran en el espacio. «Cuando era chico y pasaba por la librería de usados en Londres tenía miedo entrar, como si fuera un lugar al que tenés que ir con cierto conocimiento porque no es como las librerías de nuevos donde la gente va por autores, categorías o por sus atractivas tapas. Entonces, el trabajo más grande que tenemos que hacer como libreros de usados, antiguos, raros, es seguir introduciendo a la gente para que se sorprenda y encuentre lo que no sabía que estaba buscando», dice.
Capítulo aparte es el detrás de escena de todos esos montones de volúmenes a la venta: el circuito es fascinante. Los libros ya leídos, ya comprados, tienen circuitos de accesos muy variados para libreros. Van del boca en boca, visitas a domicilios, avisos en diarios, gente que se acerca a vender lo que tiene y bibliotecas que necesitan despojar su volumen por traslados, muertes, anticuarios con sus tesoros, limpiezas domésticas y también hallazgos de recicladores urbanos. ¿Cómo se fija precio? ¿Cómo se define cuando sí y cuando no? Oficio de librero: arte, intuición y riesgo.
Zachariah lo define como «un fenómeno de movimiento constante» y da como ejemplo Cesar Aira que «siempre fue muy seguido pero ahora la gente se vuelve loca por sus primeras ediciones, lo mismo con otros escritores de culto de los 80 y 90». Pero lo cierto es que nadie tiene la bola de cristal: «Todo el tiempo me piden libros de Mariana Enriquez y van bien, pero lo que no sabemos es si en 20 años ella va a ser coleccionable, si se van a pedir sus primeras ediciones, los libros firmados. Es parte de la diversión también». Los libros usado bajan y suben en función de demandas, tendencias, decisiones editoriales.
Como trasfondo de ese oficio una «obsesión» como se define el librero, que participó de las tres ferias de libros que tomaron la agenda editorial de la ciudad en este mes (la del usado, la del raro y la del antiguo): «Cuando descubrís que puede ser un hobby, que te encantan los libros, te encanta leer y puedes vivir de eso, es un placer. Yo empecé con libros en inglés pero aprendí de todo, de arquitectura, de filosofía», cuenta.
¿Se vende o no se vende? Zachariah dice que no tiene quejas «en este contexto»: «Hay alta y bajas, como todos los años». En su caso, los feriados complican porque ajustan el mes y los bolsillos pero a diferencia de lo esperado fin de mes puede ser una buena oportunidad porque «hay gente que ve que le sobró un poco de plata que no se justifica ahorrar y entonces la vuelca a los libros usados. Por el mismo precio que una novedad se puede llevar hasta cinco más».
Juan Pablo Correa está detrás de Librería Mastronardi, «librería de viejo», como se define en su Instagram que atiende de manera virtual. Gestor y conocedor del mundo editorial, entusiasta lector, Correa define a la ciudad de Buenos Aires como «un paraíso para quienes aman los libros». Él mismo, desde su 15 años, compró tantos libros que «cada tanto hago pequeñas ferias, regalo o canjeo. Hace unos años empecé a vender en Mercado Libre, pero se volvieron despóticos y dejé de hacerlo a través de ellos». Para Correa, ese comercio sirve a comercios pero no a libreros amateurs, como él que «en cierto modo vendo para comprar».
«Con los años -dice- he aprendido a ser desprendido, prefiero hablar de juego no de marketing. Me gusta que uses la palabra curaduría, yo que me he pasado la vida riéndome de los curadores, ahora me he vuelto curador curatorial. Y lo que pongo a la venta es lo que he leído y me gusta. A veces me cambió el gusto y ya no me gusta más, pero puedo hablar de la impresión que me produjo en su momento Nabokov, por ejemplo. Ahora no me gusta pero cuando lo leía me hacía vibrar».
Esa vibración probablemente lo aleja de pensar al libro en función de su fin monetario: «Me resisto a pensar en el libro como valor económico, valen por el placer que te dan. Tener una biblioteca es una felicidad, recorrés los anaqueles buscando alguno y te encontrás con otro que te estaba esperando y tenía algo importante para decirte».
Libros Pampa es un emprendimiento librero de venta online que surgió en 2008, encabezado por madre e hijo, Andrea y Agustín. La sinergia entre quienes compran y quienes venden se sostiene en las referencias y en el vínculo, por lo que intentan ofrecer textos que consideran de interés para sus clientes. «Nos contactan personas con interés en vender sus libros por diversos motivos, mudanzas, sucesiones, problemas de espacio, donaciones, entre otros motivos», cuenta Agustín sobre el circuito que da forma a su catálogo.
Sobre el interés en usado plantea que no están «viendo un aumento en ventas, observamos un gran estancamiento hace unos años a esta parte. Para los lectores los precios de los libros nuevos actualmente son prohibitivos y eso puede que esté haciendo que haya un cierto interés en el libro usado. No obstante, vemos que tanto para el libro nuevo como usado el mercado se ha achicado enormemente producto del estancamiento económico».
En su opinión interviene otro factor «cultural»: «la gente lee poco o directamente no lee libros, y ello incide fuertemente en toda la industria. Asimismo, esta problemática representa también un desafío para los libreros que tendemos a leer mucho y querer entusiasmar a los lectores con libros fuera de catálogo, rarezas o de autores todavía desconocidos o que se leyeron mucho en su momento y que deben ser recuperados», dice.
Libros y medio ambiente ¿sustentabilidad gana novedad?
Libros Pampa se presenta como una forma de «lectura más ecológica y sustentable». Explica Agustín, también abogado y politólogo, que «está claro que la reedición de cualquier obra implica en términos de sustentabilidad, un gasto en papel que proviene del procesamiento de la pulpa de celulosa de origen vegetal. El libro usado permite esa circularidad y reutilización de una obra ya impresa». Eso, dice, potencia también la bibliodiversidad con la recuperación de obras que ya no se reeditan.La propuesta de Libros Pampa con una perspectiva eco entra en diálogo con la tendencia a la circularidad que están proponiendo otras industrias como la moda. Para Zachariah si el motivo de inclinarse al usado fuera ecológico no le pedirían bolsitas de plástico para cargar los libros que compran en su librería. Y De Luchi en está línea aporta: «Me encantaría pensar que fuera por una inquietud ecológica, pero me inclino a que responde a una cuestión económica».
A esa cruzada de crisis que conjuga situación económica y el precio de las novedades, Juan Pablo Correa agrega otra: «Una crisis de la industria editorial mainstream, publican libros que no tienen nada que ver con la literatura y salvo en algunas librerías no encontrás novelas que no sean novedades».