Las secuelas emocionales del apagón


El apagón generalizado que dejó ayer a España sin electricidad duró unas horas, que no fueron suficientes para que dejara secuelas emocionales generalizadas entre la ciudadanía, aunque sí han podido dejar más poso entre aquellos que potencialmente son más vulnerables como niños, mayores y quienes se vieron con numerosas dificultades para retornar a sus hogares.
Las secuelas emocionales del apagón
Una familia prepara la cena con ayuda de una vela en El Masnou (Barcelona) durante el corte de suministro eléctrico. EFE/Enric Fontcuberta

El psicólogo y secretario de la Junta de Gobierno del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, Jesús Linares, analiza en declaraciones a EFEsalud las posibles secuelas que ha dejado el apagón eléctrico, y señala que, al no extenderse demasiado en el tiempo, no ha dejado grandes posos emocionales entre los ciudadanos.

En general, este tipo de situaciones afectan a los perfiles juveniles, es decir a niños y adolescentes, pero también a las personas mayores y los enfermos crónicos.

Los menores

A los menores porque pueden no entender la magnitud del problema ni tampoco gestionarlo de manera autónoma, de forma que “son los que más miedo” pueden presentar. La falta de rutina también es lo que puede afectar en especial a su estabilidad emocional.

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Seis niños y cinco adultos permanecieron atrapados en un ascensor público de Eibar (Gipuzkoa) durante casi tres horas y media. EFE/ Javi Colmenero

“Se empieza a gestar desde el momento en el que empieza la situación, si dura menos horas, menos probabilidades hay de que aparezcan o se mantengan en el tiempo las regresiones conductuales como la ansiedad por separación, la irritabilidad o hacerse pis en la cama. Cuantas más horas dura más probabilidades hay de que aparezcan y se intensifiquen”, subraya el psicólogo.

Los mayores

Otro de los colectivos potencialmente vulnerables es el de las personas mayores que pueden sentir más miedo, inseguridad y desorientación “sobre todo porque normalmente están más aisladas, tienen menos tejido social al que acudir”.

“Pero también porque tienen más riesgo si cuentan con dispositivos médicos eléctricos que necesiten o que dependan de alguna logística o alguna infraestructura”, apunta el psicólogo.

Las personas con enfermedades

También han podido tener más secuelas emocionales por el apagón las personas con algún tipo de deterioro cognitivo o enfermedades relacionadas con el área neurodegenerativa.

“De la misma manera que algunas otras, como por ejemplo personas que tengan un trastorno de salud mental previo, sobre todo con aquellos que padezcan ansiedad”, agrega el experto, quien resalta asimismo a aquellos que estén en situación de pobreza y exclusión social.

Las situaciones dramáticas

El psicólogo resalta que ha habido personas que se han visto involucradas en situaciones dramáticas como estar encerradas en ascensores o gente que no ha podido llegar a su casa u otras a las que se les han suspendido cirugías por no ser urgentes.

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Imagen del Movistar Arena donde un centenar de pasajeros pasó la noche hasta que se reanude la circulación de trenes tras el apagón eléctrico. EFE / Rodrigo Jiménez.

“Esto ha podido tener un impacto potente en su historia de vida, obviamente, pero de manera generalizada yo lo dudo”, mantiene sobre las secuelas del apagón.

Vuelta las calles, lejos de las pantallas

El apagón eléctrico también nos alejó de las pantallas, ¿ha tenido algo de positivo? A juicio del psicólogo ha sido “tan momentáneo” que no ha habido realmente tiempo suficiente como para que impacte de manera estructural o por lo menos que se note.

“Sí es verdad que ha podido haber más reconexión social y familiar. En cuanto a que al faltar la tecnología, muchas personas vuelven un poco a acercarse más a las familias, a los amigos, a conversar y compartir momentos más simples, a un empoderamiento comunitario”, considera el psicólogo sobre las secuelas del apagón.

Además, como el problema ha sido compartido se ha podido generar un punto de anclaje para iniciar conversaciones y dejar los dispositivos en un segundo plano. Como “una pausa obligada, un ´reset´ que nos ha obligado a parar el ritmo”.

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Varias personas en la terraza de un bar al caer la noche durante el apagón eléctrico en Ourense. EFE/ Brais Lorenzo

“Empiezas a valorar lo esencial, en ese momento piensas qué es lo que realmente te hace falta. Se despierta el sentido de ir a por los recursos básicos y también pueden aparecer los momentos de creatividad y se pueden fortalecer cuestiones como la autoeficacia”, explica Linares.

Esta situación, unida a la pandemia, a conflictos como la guerra en Ucrania, u otras catástrofes, nos ha podido recordar que somos vulnerables: “No ha dejado un poso grande pero sí una cierta inquietud de que somos frágiles”, reitera el experto del Colegio de la Psicología de Madrid.

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