La preservación del patrimonio industrial argentino es considerada «pionera y de las mejores del mundo» a partir de su puesta en valor desde los 2000, como un proceso que combina «lo antiguo con lo moderno» y que permite impulsar nuevas actividades, indicaron este lunes especialistas que participaron del congreso internacional «I Estado General del Patrimonio Industrial en la Argentina».En el marco de la primera jornada del congreso internacional, con sede en la Universidad Católica Argentina (UCA) en Puerto Madero, especialistas dialogaron con Télam sobre el proceso de patrimonialización de los espacios industriales y por qué implica más que un trabajo de arqueología.
El patrimonio industrial se desprende de la infraestructura y restos como edificios y maquinaria, talleres, fábricas, depósitos, medios se transporte y sitios relacionados con la industria y las actividades sociales que la rodean, según el Comité Internacional para la Conservación del Patrimonio Industrial.
Para el historiador e investigador italiano Giovanni Luigi Fontana, este tipo de herencia «representa la memoria individual y colectiva de pueblos, ciudades y áreas con vocaciones productivas particulares de largo plazo».
Esto implica un proceso de selección y conservación, con el propósito de «salvaguardar» el patrimonio, pero también una «decisión política y cultural», destacó el exrepresentante nacional en el Comité Internacional para la Conservación del Patrimonio Industrial.
Entre algunos ejemplos de patrimonio industrial que destacó Fontana, se encuentra el Palacio de Aguas Corrientes, ubicado en el barrio porteño de Recoleta, o el edificio donde actualmente funciona la UCA, en uno de los enormes depósitos de ladrillo de Puerto Madero.
«Las áreas abandonadas se han convertido en áreas de gran atracción», señaló Fontana y remarcó que «Argentina ha sido un país pionero en el campo del patrimonio industrial».
Para ello, aseguró que se deben articular intervenciones donde «lo antiguo se combina con lo moderno, donde hay proyectos de valoración cultural junto a proyectos de desarrollo económico y de impulso a nuevas actividades».
«Patrimonializado significa puesto en valor. El patrimonio es un elemento para promover el desarrollo y como herramienta para operar en función de nuevas actividades, pero también es un resultado que las nuevas actividades producen un nuevo patrimonio. Es un circuito virtuoso donde se combina el elemento cultural, social, económico, financiero, urbanístico, etcétera», sostuvo el catedrático.
Muchas veces este proceso implica también la incorporación de vegetación o tecnologías verdes, como paneles solares y manejo de desechos. «Hay un nuevo horizonte de cómo se puede conjugar virtuosamente el patrimonio industrial con la transición verde, y reducir el carbono en la atmósfera», agregó Fontana.
En Argentina se pueden encontrar varios establecimientos industriales que fueron de la mano, en gran medida, de la inmigración inglesa e italiana.
Sin embargo, el fenómeno de desindustrialización que comenzó en la década de los 80′ y se agudizó en los 90′, «produjo tal cantidad de áreas y regiones con un montón de grandes fábricas y regiones abandonadas», señaló Fontana.
A nivel mundial hay un aumento en el reconocimiento de estos espacios, incorporados a la lista de patrimonios de la humanidad, en especial durante los últimos 20 años.
Sin embargo, Fontana remarcó que el reconocimiento de estos espacios «siempre es una batalla».
Asimismo, existen lugares donde funcionaron polos obreros, fabriles e industriales que actualmente se encuentran abandonados, mientras que en las grandes ciudades y metrópolis estos espacios son codiciados para otro tipo de desarrollos, por ejemplo inmobiliarios o gastronómicos.
«¿Cuál es el problema? -reflexionó el investigador- que frecuentemente en las ciudades más atractivas, sobre todo, o más dinámicas, hay mucha presión especulativa y se construyen cosas que no producen los efectos de redinamización que se pensaban».
Y ejemplificó: «El edificio industrial muchas veces no se considera. Hay millones de casos en el mundo, de edificios industriales bien construidos con elementos estéticos interesantes, que han sido destruidos, banalizando lo que se ha construido en el mismo lugar, con por ejemplo, grandes supermercados».
Por su parte, la historiadora e investigadora del Conicet, Mariel Ceva, destacó que a principios de los 2000 en Argentina se comenzó con «la puesta en valor, a través de museos, de pequeños objetos de industrias, y a partir del 2010 hay un movimiento muy importante de recuperación de espacios industriales a través de equipos interdisciplinarios».
Estos equipos implican el trabajo de historiadores, antropólogos, arqueólogos, arquitectos, economistas y gestores culturales, entre otros, que llevan a alcanzar un «círculo virtuoso» de patrimonialización.
Ceva se dedicó a la recuperación y puesta en valor del archivo del museo textil Algoselán Flandria, una fábrica fundada a finales de los años 20′ en la localidad bonaerense de Jáuregui, partido de Luján.
Al igual que su experiencia, en la que actualmente funciona un museo, existen otras como el archivo recuperado de la Fundación Bunge y Born, que «van de la mano con la patrimonialización» y requieren «voluntad y deseo», para llevarse adelante.
«Siempre es una acción de conjunto, que integra empresarios, comunidad, investigadores, Estado; pero siempre, en algún momento se requiere la acción de los distintos agentes», concluyó.