Carla Quevedo (34) presentó la reedición de su primer libro de poemas, “Me peleé a gritos con el manager del spa”, que había sido publicado por primera vez en 2019 con la editorial Trópico, tras el boom de su primera novela lanzada el año pasado, “Cómo me enamoré de Nicolas Cage” y con nuevos textos, prólogo, nueva tapa y junto a la editorial Penguin.
Viernes 19 horas en el arbolado Patio de los Naranjos en el Centro Cultural Recoleta, en el histórico barrio porteño del mismo nombre. En un atardecer de 35 grados centígrados y tras un día de humo, Quevedo se sentó junto a Rafael Otegui, poeta, sociólogo y periodista, para conversar sobre escritura, literatura, su poemario y su novela. Entre los presentes se encontraba el cineasta y actor, Martín Piroyansky, y su amiga Victoria Garabal -comunicadora y productora-, entre otros.“Algo de spa tiene este día”, dijo Otegui para romper el hielo en referencia al título del poemario. Como introducción, el escritor leyó un texto propio sobre el libro de Carla que tituló “El viaje del patinador”: describió a los poemas como una “montaña rusa y un bazar, momentos tiernos y otros sórdidos. Montaña rusa de emociones, alternando subidas y bajadas. Bazar porque es como una feria americana”.
En el libro “hay de todo”. «Hay poemas que son como “listas de supermercado, otros como facturas a los padres, a parejas, otros que son búsquedas en google. Poemas rápidos como un shot de tequila y otros que se saborean como un whisky añejo”, aseguró.
A lo largo de la charla, Quevedo contó el proceso de creación del libro, que en un principio no fue pensado como tal sino que fue un camino de armar y juntar escritos. “Cosas recauchutados”, como ella misma describió. «Quizás eran cosas que escribí en los márgenes de los libros, cartas que nunca mandé”, explicó la también autora de la novela “Cómo me enamoré de Nicolas Cage”.
Otegui recordó que, antes de publicar su primer libro, Quevedo solía subir poemas de otros a Instagram y de pronto comenzó a subir los propios, pero sin firma. “A veces la poesía empieza siendo una actividad furtiva”, expresó el poeta; y citó a un colega y amigo: “Pedro Mairal dice que la poesía es como el lado B de la vida, como el anti self”. A esta idea la escritora adhirió y confesó que cuando escribe intenta “correr los bordes». «Como decía con mis primos, abrazar la inmundicia. Qué partes de mí son asquerosas, no me gustan. En la ficción puedo explorar lo más oscuro», o incluso lo que no se anima a hacer en la vida real.“Me peleé a los gritos con el manager del spa” tiene una particularidad y es que, como Quevedo vivió diez años en Nueva York, algunos poemas fueron escritos primero en español y traducidos al inglés y viceversa. Entonces en el libro se puede observar cómo algunos textos están en ambos idiomas y con una traducción de la propia autora.
Otegui describió a la poesía como un “antídoto contra la soledad”. Quevedo coincidió y explicó: “Escribo para acercarme a los otros, sea una persona en particular, un perro, otros en general. Hay algo del vínculo con los otros que se me dificulta mucho”. Poner los pensamientos en palabras le resulta más fácil y la ayuda a ordenarse.
Con respecto a la literatura autobiográfica, cree que toda literatura “parte del yo, siempre está teñida de la propia experiencia”.
Carla y su relación con lo poético
“La poesía termina diciendo lo que quiere decir. Toma vida propia”, reflexionó frente a sus amigos, familiares y lectores, a quienes les compartió que lo que más le sale es “escribir poesía” en oposición a la narrativa, la prosa.
El año pasado la escritora se había propuesto escribir desde la felicidad y “no desde la falta”, y no pudo. “Los momentos en los que me pongo a escribir no la estoy pasando tan bien. Pero es una linda manera de pasarla mal”, afirmó.
Antes de dar por finalizada la presentación y dar por comenzada la firma de ejemplares, Carla leyó seis poemas de su libro, como por ejemplo “Te escucho y te entiendo pero estoy tratando de serte honesto”:
«Mi bisabuela solía decir
Sentime
Cada vez que quería decir algo:
¿Me sentís?
Vos escuchaste todo y no sentiste nada».