La emoción y solidaridad de un vendedor de banderas y camisetas albicelestes durante el Mundial


Foto Javier Corbaln
Foto: Javier Corbalán

El salteño Marcos Beeche, de 44 años y dueño de una historia de fortaleza y superación, dice sentirse feliz por poder vender banderas y camisetas de la Selección Argentina durante el Mundial de Fútbol de Qatar, en la ciudad de Salta, al tiempo que habla de la importancia de la familia y de los valores en esta época.«Me pone muy contento y feliz porque veo cómo la gente, con tanto amor, compra las banderas, las pelucas, las camisetas de la selección. Vender esto en estos días es muy emocionante», expresa Marcos a Télam.

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Foto: Javier Corbalán

El vendedor vive en una pequeña y humilde casa del barrio Solidaridad, de la zona sudeste de la capital salteña, junto a su esposa, Verónica López, de 38 años.

En una tarde calurosa y de tormenta, sentado en la mesa de la cocina, Marcos relata cómo le conmueve ver a la gente llegar a su puesto para llevarse algún producto que lo identifique con la selección argentina, antes o después de un partido en el Mundial de Qatar.

Foto Javier Corbaln
Foto: Javier Corbalán

«Hoy, una mujer de 65 años se acercó porque le gustó mucho el sombrero, pero solo me compró una corneta porque no le alcanzaba la plata. Es algo que te conmueve y te da ganas de regalarlo», explica, al tiempo que revela que en la escuela de su hija le dio una bandera a un niño de 12 años porque era el único que no llevaba nada celeste y blanco.

Marcos detalla: «Él no me lo pidió, pero me dieron ganas de llorar porque me recordó esos tiempos en que yo tocaba las puertas de las casas, pidiendo pan para mis hermanos».

«El nene se puso contento. Entró corriendo, orgulloso de flamear los colores de nuestro país. Es hermoso llevar estos colores», afirma rodeado de sus dos hijas más pequeñas, Saraí, de 8 años; y Jazmín, de 10; ambas de bellos ojos claros y que, al igual que su papá, vestían la camiseta de Argentina.

Foto Javier Corbaln
Foto: Javier Corbalán

Además de las dos más chiquitas, Marcos y Verónica tienen otros tres hijos: Isaías, de 16; Caterine, de 17; y Nicole, de 19, todos estudiantes.

«Si se nos da que Argentina llegue a la final, nosotros vamos a estar felices porque, además de la alegría, vamos a vender más y vamos a poder tener la olla activa», reflexiona.

Vendedor ambulante desde los 9 años, Marcos además vende choripán por la noche en la avenida principal de su barrio, y pronosticó que a la final del mundial la jugará Argentina con Brasil o Francia.

«Es bueno que sepamos que no es fácil para un jugador de fútbol cuando pisa una pelota dentro del campo de juego», resalta, al destacar el rol en la selección albiceleste de Rodrigo De Paul, quien en el partido ante México «iba y volvía» de una punta a la otra de la cancha, por lo que le pidió a su hijo que observe «el esfuerzo de ese jugador, y cómo sudó la camiseta, porque la lleva dentro suyo».

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Foto: Javier Corbalán

Precisa que vende productos vinculados a la selección desde 2010. Y revela «En la calle tenés que aguantar muchas cosas, tenés que ser paciente. Por ahí, (las personas) te muestran mala cara». No obstante, «es bueno sacarle una sonrisa a los clientes, que tanto se lo merecen, y gracias a quienes nosotros tenemos para comer».

Asimismo, comenta que desarrolla su actividad en Salta capital y en la localidad de El Carril, a casi 40 kilómetros, donde trabaja «puerta por puerta». Y destaca que, «cuando se acaba el mundial, vendemos tachos y otros productos, muchas veces de temporada, y volvemos al rubro de la comida los domingos, con asado, pollo, empanadas, siempre trabajando».

Marcos, que es el segundo de nueve hermanos, sostiene que es Verónica quien hace las banderas, con una máquina de coser y una sublimadora prestadas, y no deja de hacer referencia a otra faceta de su vida: la solidaria.

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Foto: Javier Corbalán

Desde muy pequeño, debió salir a la calle, a negociar «un tiempo sal, un tiempo jabón, espirales, papel higiénico, tachos, baldes, ajo, condimentos. Aprendí a vender muchas», explica.

«Estando en la calle, día a día, conocí lo que es la delincuencia y a los 16 años la droga. Fue una vida muy difícil y sufrida», rememora, y acota que le gustaba «jugar al fútbol» y que tuvo «la oportunidad de ser un jugador de éxito» porque «jugaba bien», pero «desgraciadamente me gustaba aspirar pegamento, me gustaban las pastillas, la marihuana, la cocaína, el vino. Me gustaba robar».

Tras el fallecimiento de su hijo Jeremías, cuando tenía un año y que nació con graves problemas renales, Marcos volvió a caer «mal con la droga».

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Foto: Javier Corbalán

En ese momento, fue Verónica quien sostuvo la situación y lo hizo reaccionar mediante una medida extrema, debido a que la adicción hacía muy difícil la vida de su familia.

«Tuvimos que separarnos diez meses», indica a Télam, y cuenta que su compañero se sometió a un tratamiento para superar su adicción.

En la actualidad, lo impulsa la decisión de «no volver atrás» y poder reactivar el merendero la Choza, con el que en su casa ayudaba a unos 250 niños antes de la pandemia, además de chicos con adicciones y abuelos, aun cuando no tenían ningún apoyo estatal.

«Hoy, mi objetivo es luchar hasta tener mi máquina para hacer banderas de los distintos equipos de Salta y salir con mercadería propia, además de tener el merendero activo para ayudar por lo menos a 150 chicos», concluya.





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