Son las principales conclusiones del estudio del Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras, publicado en la revista Cell Reports Medicine y sobre el que ya se ofrecieron algunas conclusiones parciales el pasado mes de marzo.
El estudio incide en que quienes alcanzan edades supercentenarias no lo logran por un retraso general del envejecimiento sino por la dualidad de longevidad saludable y envejecimiento extremo.
El trabajo, liderado por el jefe del grupo de Epigenética del cáncer del Instituto, Manel Esteller, incluye el análisis completo de las muestras obtenidas de Maria Branyas antes de fallecer y constituye el estudio más exhaustivo hasta la fecha sobre una supercentenaria.
La excepcionalidad del caso llamó la atención de Esteller, que se propuso analizar qué características diferenciales tenía su cuerpo para prácticamente no enfermar nunca, pues no tuvo ni cánceres ni demencia ni otras patologías graves propias del envejecimiento.
Branyas y su familia accedieron a que el equipo de Esteller recogiera muestras de la superanciana, como saliva, sangre y orina, para dilucidar el por qué de su longeva vida.
Tras analizar las muestras, los investigadores han concluido que quienes alcanzan edades supercentenarias no lo logran por un retraso general del envejecimiento, sino, en palabras de Esteller, gracias a una “fascinante dualidad: la presencia simultánea de señales de vejez extrema y de longevidad saludable”.
En este sentido, el equipo observó que Branyas presentaba características genéticas asociadas a la neuroprotección (que evitan la demencia) y la cardioprotección (que preservan el correcto funcionamiento cardiovascular).
También tenía un microbioma muy joven, como el de una niña, dominado por bifidobacterias beneficiosas, así como una edad biológica inferior en 17 años a la cronológica, según conclusiones parciales del estudio que se conocieron el pasado marzo.
También signos de envejecimiento extremo
A esa salud de hierro, se une signos inequívocos de envejecimiento, como telómeros muy cortos (son los extremos de los cromosomas, que se acortan con la edad), un sistema inmunitario proinflamatorio y una población envejecida de linfocitos B (células del sistema inmunitario que se forman a partir de las células madre en la médula ósea).
Como Branyas no tuvo patologías graves convierte, este estudio permite distinguir claramente entre envejecimiento y enfermedad.
Manel Esteller, también catedrático de genética de la Universidad de Barcelona, en declaraciones a EFE en marzo, explicó que el genoma privilegiado de Maria Branyas “le concedía una gran protección frente a enfermedades cardiovasculares y de otros tipos, y su microbiota hacía que tuviera una baja inflamación intestinal”.
Considerado como una de las máximas autoridades en epigenética y en el estudio del envejecimiento y el cáncer, Esteller señaló que la investigación sobre María Branyas es la “más exhaustiva y completa” que se ha hecho a una persona supercentenaria.
“Hay bastantes personas centenarias en el mundo pero pocas supercentenarias, que son las que sobrepasan los 110 años”, aclaró.
Análisis exhaustivos
En el estudio, en el que participaron equipos de investigadores de prestigio internacional, se analizó el genoma de María Branyas, pero también se incluyó análisis transcriptómico, metabolómico, proteómico, microbiómico y epigenómico de diferentes tejidos que han aportado conocimiento sobre los mecanismos del envejecimiento.
Los investigadores identificaron variantes genéticas raras a través de la secuenciación completa del genoma, y constataron su excepcional perfil lipídico en sangre, con niveles de colesterol bueno (HDL) muy elevados y de colesterol malo (LDL) muy bajos.
María Branyas no tenía exceso de azúcar en sangre, lo que evitaba el riesgo de diabetes u obesidad, y observaron que sus genes mantenían bajo control las infecciones y la regulación autoinmune, además de presentar bajas concentraciones de glicoproteínas A y B, lo que indica un perfil inflamatorio saludable que evita la presencia de enfermedades inflamatorias sistémicas.
Esto ayuda a comprender su buen estado de salud, ya que al final de su vida tan solo sufrió sordera y dolor articular, mientras que su lucidez se mantuvo hasta casi al final, con un bajón que tuvo lugar solo en los últimos meses.
Un estilo de vida saludable
Los investigadores comprobaron que María Branyas seguía una dieta mediterránea que incluía la ingesta de tres yogures al día, y están convencidos de que esto contribuyó a mantener sanas sus bacterias intestinales, una “microbiota como la de una niña”.
“Le gustaba andar, no bebía alcohol ni fumaba y estaba acompañada muy a menudo por su familia, con lo cual no se sentía aislada y esto evitaba la demencia”, explicó Manel Esteller.
Un ejemplo para entender los efectos del envejecimiento
El caso de Branyas ofrece una visión global de los efectos del envejecimiento sobre el organismo que podrían ser útiles para buscar formas de contrarrestarlos, según los investigadores.
En este sentido, con esta información, científicos de todo el mundo podrán comprender mejor el proceso natural de hacerse mayor y plantear estrategias para abordarlo específicamente, del mismo modo que se trataría una enfermedad.
Dado que el envejecimiento del sistema sanguíneo se asocia estrechamente con una mayor incidencia de cánceres hematológicos, como la leucemia y los síndromes mielodisplásicos, los resultados de este estudio sobre supercentenarios también podrían ofrecer valiosas pistas para profundizar en la comprensión de estas enfermedades, según Esteller.
María Branyas, una vida apasionante
María Branyas, la persona más longeva del mundo y la octava más longeva de la historia, falleció en agosto de 2024 a los 117 años y 168 días en la residencia Santa María del Tura de Olot (Girona), en la que vivía desde hacía unas dos décadas.
Poco después en su cuenta de X, que lleva uno de sus yernos, escribieron este mensaje:
“Y cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando de amor” (Tagore). Me siento débil. Se acerca la hora. No lloréis, no me gustan las lágrimas. Y sobre todo no sufráis por mí. Ya me conocías, allí donde vaya seré feliz, pues de alguna manera os llevaré siempre conmigo”.
“Se apagó durmiendo, que era lo que ella quería y lo que queremos todos”, afirmó entonces Rosa Moret, de 80 años, la menor de los tres hijos de María.
María Branyas, hija de un periodista de Pamplona que fue responsable de la revista americana Mercurio y de una publicación barcelonesa, nació el 4 de marzo de 1907 en San Francisco (EEUU), donde su padre había ido por trabajo después de pasar una temporada en México.
En 1914, tras un periplo por Nueva Orleans y lanzar ante las costas gallegas las cenizas de su padre, fallecido en el viaje en barco que les llevaba de regreso a Cataluña, María vivió en Barcelona, Girona, Calonge i Santa Antoni y Palol de Revardit antes de ingresar, hace más de 20 años, en la residencia, de Olot.