Sorprendió a los jueces Fernando Canero, Germán Castelli y Enrique Méndez Signori. A tal punto que le ofrecieron reservar su declaración, que debía estar transmitiéndose por la red social Youtube. Nunca ocurrió.
La imputada rechazó la invitación. “Yo no tengo nada que esconder”. Su declaración se extendió durante unas tres horas, en las que describió situaciones personales, explicó sus emprendimientos comerciales y hasta identificó con nombres y apellidos a varios de sus clientes.
Caballero declaró en indagatoria, es decir como acusada. En esa condición, no está obligada a decir la verdad. Pero respondió todas las preguntas de los jueces y de las partes del juicio. Tiempo reconstruyó su declaración y eso es lo que se consigna en este artículo. La veracidad o no de sus dichos le corresponde al tribunal que la juzga.
“En el año 2012 conocí al empresario Jorge Brito en una visita en mi domicilio laboral, en la Avenida Libertador, donde tenía una reunión”. Brito era un empresario que llegó a presidente la Asociación de Bancos Argentinos (ADEBA) y murió en 2020 por la caída de un helicóptero en el que viajaba en la provincia de Salta. Caballero, siempre según su versión, recordó el encuentro y brindó detalles. «Me pidió mi número de teléfono y a la semana me llamó para vernos. Nos encontramos en la esquina de Coronel Díaz y Libertador y nos dirigimos en su auto hacia un hotel ubicado sobre General Paz».
La querella de la Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos (PROCELAC) le preguntó si podía acreditar con transferencias bancarias los pagos que dice haber recibido. La respuesta, con un dejo de ternura e ingenuidad, explicó que las meretrices no emiten factura y que los “clientes”, por lo general, prefieren que sus pagos no queden documentados.
El otro empresario de fuste mencionado por Caballero fue Antonio Cirigliano. “Conocí a Antonio cuando fui a la empresa de colectivos Plaza. Empezamos una relación sentimental, y él me ayudó a comprar un coche porque sabía que lo necesitaba para moverme en la ciudad. Me regaló el coche, y luego yo lo vendí para comprar un triciclo y una camioneta con mis ahorros, plazo fijo y el dinero que sobraba de la venta de otro automóvil, un Peugeot 207”.
Caballero contó su historia de vida, con algunos detalles en extremo dolorosos. A través de la plataforma Zoom (todo el juicio se realiza por videoconferencia), recordó: “cuando apenas tenía 13 años, mi padre me violó delante de mi madre, lo que me llevó a tener que mudarme con mi tía. Sin embargo, siempre busqué la validación de mis padres y eso me llevaba a regresar una y otra vez a intentar recomponer la relación. Me daba vergüenza lo que mi papá me había hecho”.
Con aquel antecedente traumático, Caballero comenzó a trabajar “limpiando casas desde muy temprana edad”. También desde entonces supo que su figura no pasaba inadvertida. “Siempre he sido una persona llamativa, que me gusta llamar la atención, y ya desde adolescente quise empezar a sacarle provecho a eso para poder crecer económicamente”. La herramienta -reiteró- fue la prostitución. “Primero empecé a prostituirme para poder mantener a mi hija, pero después seguí en el rubro porque me iba muy bien y me podía dejar muchas ganancias extra, y lo sigo haciendo hasta el día de hoy”.
Caballero está acusada de no poder justificar con sus ingresos registrados su patrimonio: vehículos, terrenos, emprendimientos comerciales. Pero en la primera audiencia del juicio detalló que los ingresos “extras” se remontan a más de dos décadas atrás y resaltó un hecho que la catapultó económicamente. “Ya con mi hija Camila nacida, Wilfrido Leguizamon, un conductor de radio, me propone realizar un vídeo porno para subir a una web, a cambio de una suma muy elevada de dinero (me alcanzaba para pagar un año y medio de cuotas de un terreno aproximadamente). Ese video se hizo bastante famoso en la ciudad, y me hizo conocida en el ambiente “.
Caballero contó que paralelamente seguía trabajando por horas en casas particulares, que lo hizo en Santa Cruz y finalmente se mudó a la Capital Federal en busca de mejores oportunidades. “La prostitución era mi principal fuente de ingresos, con eso ganaba más que con mis otros trabajos, y nunca lo dejé de hacer”.
En 2006, Caballero comenzó a trabajar como empleada de limpieza en el Hotel Posada Los Álamos, un cuatro estrellas situado en El Calafate. Fue enviada para atender en una recepción en la gobernación y allí conoció a la familia De Vido “y a la señora Alessandra Minicelli, Lali. No fue de la mejor manera; se enojó porque le tiré las tiras reactivas que medían la insulina de su marido. Le expliqué y me perdonó e incluso le dejé mi número de teléfono por si algún día necesitaba una empleada. Al mes me llamó y me ofreció trabajo en la casa de ellos en Capital, como empleada de limpieza. Acepté porque eso me daba la oportunidad de ver más seguido a mis hijos”.
Al inicio de su trabajo (es empleada en relación de dependencia de Lali Minicelli) un grupo de familiares comenzaron a exigirle dinero a cambio de no revelar el contenido de aquel video porno que había filmado en su temprana juventud en Formosa, en el que compartía la acción con otros ocho hombres.
“Fui sincera con Lali, le mostré el video y le conté que yo ejercía la prostitución. En vez de echarme, ella me dijo que yo hiciera lo que quisiera de las puertas para afuera pero que respetara su casa. También me asesoró y me dijo que le contara la verdad sobre lo que hacía a mis hijos. Me compró un pasaje de ida y vuelta a mi ciudad para que se enteraran por mí y no por terceras personas. Fui a Formosa y les mostré el vídeo para que se enteren que soy prostituta”.
“Con gran parte de mi familia, incluyendo a mis padres y algunos hermanos, dejé de tener relación luego de enterarme que ellos fueron los que le vendieron fotos privadas mías a periodistas por un valor de 50 mil pesos”.El resto de la declaración discurrió entre descripciones de emprendimientos, compra y venta de vehículos, ahorros y emprendimientos comerciales, entre ellos una agencia de venta de pasajes.
La cercanía a la familia del entonces ministro De Vido causó una situación insólita, según recordó Caballero. “En 2014, mientras estacionaba mi auto en la costanera de Formosa, se acerca el entonces diputado Martín Hernández a saludar y presentarse”. Se trata del ex diputado nacional formoseño y presidente de la UCR local. “Él llevaba una carpeta y me preguntó si yo se la podía acercar a De Vido. Le contesté que yo era simplemente una empleada y no secretaria, que no me correspondía llevar o traer cosas. También me pidió permiso para dar una vuelta, a lo cual no accedí y eso lo hizo enojar. Entonces me ofreció tres mil pesos por servicios sexuales. Yo le contesté que no me alcanzaban ni siquiera para pagar los calzones que usaba. Tampoco se lo tomó bien. Recuerdo que terminé la conversación diciéndole que las putas no son para todos y menos para los tacaños”.