Grant Grinstead es el dueño de Vir-Clar Farm, la granja que permanece desde hace cuatro generaciones en manos de su familia en las afueras de Fond Du Lac, al norte de Wisconsin. Está preocupado por el futuro de Estados Unidos, de su negocio y por las elecciones presidenciales del 5 de noviembre. “Esta es la elección más importante en mi vida”, jura y explica a Clarín por qué votará por Donald Trump.
Wisconsin es uno de los estados cruciales en los próximos comicios que consagrarán a Trump o Kamala Harris en la Casa Blanca. Ubicado en el “Rust Belt” o cinturón del óxido desindustrializado, con amplias áreas rurales y también de industrias agricultoras, se convirtió en las últimas elecciones en un territorio disputadísimo, donde Trump ganó en 2016 por menos de un punto y Joe Biden revirtió esa ola al imponerse en 2020 por un puñado de votos.
Trump y Harris van hoy cabeza a cabeza en los sondeos en ese estado clave, que ambos esperan ganar para sellar su triunfo a nivel nacional. Con áreas urbanas más progresistas y con demografías más diversas en Milwaukee y Madison, el interior rural es más blanco y conservador.
Junto con los vecinos Michigan y Pennsylvania y los más sureños Carolina del Norte, Georgia y Arizona, Wisconsin será una de las llaves para definir los comicios.
Por el llamado “estado del queso” –uno de los mayores productores mundiales de lácteos– batallan esas últimas semanas los candidatos y sus vices, para apuntar el voto del campo y la ciudad y también de los moderados que serán fundamentales para llegar a la Casa Blanca.
El campo
Grant camina por su tambo en plena acción, da indicaciones a sus empleados que manejan a las vacas de raza Holstein que son ordeñadas en forma automática para producir queso. El granjero no da vueltas al hablar de política: “No puedo soportar otra vez lo que experimentamos en los últimos tres años y medio de este gobierno”, se exaspera al hablar de la administración de Biden y explica la caída de su negocio en los últimos tiempos.
“Hemos visto aumentos dramáticos en los costos”, afirma. “Nuestros insumos han aumentado: fertilizantes, semillas y la mano de obra también aumentó”, agrega y dice no poder creer que un tractor hoy cueste casi un millón de dólares cuando hace apenas cuatro años costaba la mitad. También se queja de las regulaciones proambientales.
Grant traza en el aire algunos números. El precio al consumidor del galón de leche se disparó tras la pandemia de casi 3 dólares a 4 –por la inflación inédita en Estados Unidos— pero, según cuenta el productor, “ese aumento en dólares no se trasladó a la granja. Todo está hoy atrapado en el medio, en el procesamiento, la distribución y la venta minorista. Nosotros no vemos ganancias en esos aumentos dramáticos en los precios que los consumidores experimentan con la leche, el queso, los yogures, la manteca. Así que, a medida que nuestros costos han aumentado, nuestros márgenes se han vuelto muy reducidos”.
En su campo no hay carteles de Trump, como se ven al transitar por buena parte de la zona rural de Wisconsin, pero Grant no tiene problemas en hablar de política y contar que votará por el expresidente. “No me gusta todo lo que dice Trump, pero creo que en nuestro sector y en el país hace cuatro años estábamos mejor que donde estamos ahora”, señala.
No puedo soportar otra vez lo que experimentamos en los últimos tres años y medio de este gobierno (…) Hemos visto aumentos dramáticos en los costos»
Grant GrinsteadProductor agrícola
Y agrega: “Yo creo que Estados Unidos debe ser manejado como un negocio. Creo en menos gobierno y más responsabilidad de la gente y el punto de vista de Donald Trump para dirigir este país es coherente con un enfoque empresarial y no político”.
Viajando más al sur por carreteras angostas sembradas de maíz comienzan a asomar también algunos carteles de Harris. En Montfort, vive y trabaja Jerry Volenec, dueño de Hardscrabble Farms, que en los últimos 4 años ha trabajado para cambiar su negocio de una fábrica de leche a una granja de ganado y cultivos diversificados.
Cuenta a Clarín que el gobierno de Biden lo ha ayudado en esta transformación y se aterroriza en pensar en un posible futuro gobierno de Trump. “Temo que otros 4 años suyos frenen y posiblemente reviertan los cambios positivos que se están produciendo en la agricultura, cuando se está avanzando hacia un enfoque más consciente del tema climático en la producción de alimentos, más allá de las perturbaciones comerciales que sus fuertes estrategias arancelarias causaron”, señala.
Jerry señala por si hubiera dudas: “Votaré por Kamala y hubiera votado por Biden de nuevo. Es mi esperanza y mi oración que los agricultores y los ciudadanos recuerden los desastres de la presidencia de Trump y escuchen con miedo las promesas que está haciendo si recupera el cargo”.
En Fond du Lac, una ciudad de 43.000 habitantes en el cinturón rural donde suelen votar a los republicanos, Bob (desconfiado, no quiso decir su apellido), fuma un cigarrillo con un amigo, mientras espera que laven su auto. Carpintero jubilado de 63 años, dice estar “indeciso, pero bastante seguro” de a quién va a votar.
Como muchos entrevistados, evitan mencionar a su preferido. Pero en la conversación asoman las pistas: “Los políticos son mentirosos y ladrones. Lo único bueno que se puede decir es que a Trump no se lo puede comprar, no está al servicio de las corporaciones”, dice. “Todo está fuera de control en este momento. Estamos gastando billones de dólares, que no tenemos, en guerras”, un slogan de campaña del magnate.
Votaré por Kamala y hubiera votado por Biden de nuevo. Es mi esperanza y mi oración que los agricultores y los ciudadanos recuerden los desastres de la presidencia de Trump»
Jerry VolenecEmpresario agrícola
Dan, de 38 años, asiente a su lado con la cabeza. Es maestro de fundición, trabaja en una fábrica y tampoco quiere decir a quién va a votar. Sin embargo, dice que él está “mucho peor” que hace cuatro años, en “términos financieros y de inflación”. Y se pregunta: “¿Quién paga por los millones de inmigrantes que llegan ilegalmente? No son los políticos. Son los trabajadores los que pagamos por ellos”.
Republicanos «never Trump»
Hay que sortear varios pueblitos en el norte para llegar a Ripon, de 7.700 habitantes, que está casi perdido en el mapa, pero tuvo un rol importante en la historia política de Estados Unidos. Allí, en una pequeña escuela de madera donde aún se ven bancos originales alineados como en misa, un escritorio y un pizarrón, fue fundado en 1854 el Partido Republicano. Hoy el Grand Old Party está completamente copado por el movimiento MAGA (Make America Great Again) de Trump.
El lugar es un museo que hoy está cerrado, apenas transitado, como un símbolo de un partido que alguna vez supo ser distinto al actual, más moderado, globalista y partidario de libre comercio, con líderes menos extremistas, controvertidos y proteccionistas que el magnate.
Pero existen republicanos que detestan a Trump y decidieron votar por Harris. Como Mark Becker, ex presidente de la agrupación en el condado de Brown, que es uno de los promotores de los llamados “Never Trump” en Wisconsin. “El partido está irreconocible. No es ni parecido a lo que solía ser. Los republicanos se han perdido completamente en el propio mundo que han creado con conspiraciones. Ya no hay una brújula moral real sobre qué es lo correcto y lo incorrecto. Todo se ha ido”, señala a esta corresponsal.
“Los valores del partido republicano eran la integridad, la responsabilidad, la buena gente y el buen trabajo. Ahora están siguiendo a alguien condenado por 34 delitos graves y juzgado por docenas más. Además, trató de derrocar al gobierno. Si los republicanos lo apoyan, han perdido completamente su propia alma”, agrega.
Becker es uno de los más de 200 dirigentes republicanos moderados que piden votar por Harris. El electorado moderado que detesta a Trump es un voto que ella busca para inclinar la balanza a su favor en esta elección tan ajustada. “En estas elecciones hay más gente como nosotros y creo que gran parte del crédito se debe a Kamala Harris y su liderazgo. Su plataforma es bastante moderada”, apunta el republicano que exhibe feliz una foto suya y de su familia junto a la candidata en un acto de campaña.
La ciudad
Las ciudades más importantes de Wisconsin son Madison (capital del estado), y Milwaukee, ambos centros progresistas y bastiones demócratas. En los últimos tiempos Madison se ha convertido en un polo tecnológico de desarrollo de productos e inversiones.
El corazón de esta ciudad es la Universidad de Wisconsin, que tiene unos 50.000 alumnos. En su verde campus extendido a las orillas de un lago, Sophie Eidman, de 22 años, estudiante de sociología y estudios ambientales cuenta que no tiene dudas para el 5 de noviembre. “Voy a votar por Kamala porque coincido con muchas de sus posturas, especialmente sobre el aborto, que es un tema muy importante”, dice.
“Trump es el peor de todos, es odioso. Creo que sería un gran error elegirlo de nuevo”. “Además, ¿Cómo es posible que sólo hayamos tenido un presidente negro y ninguna presidenta?”, se pregunta. A su lado, Carly Schindler, de 22 años, estudiante de terapia ocupacional, dice que también va a votar por Kamala. “Ella realmente representaría mejor a muchos de nosotros, ya no queremos otro hombre viejo, blanco y rico”.
Alcaldesa argentina en campaña
En las afueras de Madison vive Silvina Arata. Cordobesa, hace 30 años vino a Estados Unidos y luego recaló en Wisconsin porque a su marido le ofrecieron un cargo en la Universidad. Trabajó en la Cámara Latina de Comercio hasta que se lanzó a la política con el Partido Demócrata y desde el año pasado es la alcaldesa de Fitchburg, una ciudad de 35.000 habitantes.
Enclave progresista, en 2020 esta ciudad votó un 80% por Joe Biden. Sin embargo, los demócratas de la zona –y la propia Arata– esta vez no están confiados y hacen campaña con un foco muy preciso para capturar los votos que pueden inclinar el estado hacia Harris: los moderados, los indecisos y los independientes.
“Buscamos que la gente vaya a votar. Detectamos en los registros a los que no fueron en las últimas elecciones y vamos a los lugares donde hay más indecisos”, cuenta. El trabajo es muy fino. Salen grupos los fines de semanas a golpear puertas y los invitan a votar. Si tienen dudas, conversan sobre distintos temas. “Si te dicen que van a votar a Trump no perdemos el tiempo. Pero si están indecisos, una trata de convencer”.
Arata dice que con el cambio de Harris por Trump en la fórmula se movilizó mucho el partido y cree que el voto de las mujeres va a ser crucial en estas elecciones, como también el tema del derecho al aborto. Su pronóstico es que va a ser una elección ajustada. Pero tiene esperanza. “La gente ha visto lo que pueden ser otros cuatro años de Trump. Yo creo que eso puede mover la aguja para nuestro lado”.
¿Hay resistencia a una mujer presidente»
Es obvio que en la calle nadie admite ser machista ni reconoce que no quiere a una mujer presidenta. Pero hay resabios soterrados y no tanto que podrían llegar a manifestarse en las elecciones. Trump ataca a Harris diciéndole que tiene cociente intelectual bajo, que se ríe como una loca y también afirma que pertenece al club de “mujeres con gatos sin hijos”.
El sesgo se refleja en algunos comentarios recogidos en el viaje. El carpintero jubilado Bob, por ejemplo, ataca a la candidata: “Es una idiota y ni siquiera se le debería permitir postularse para un cargo. No fue nominada y es candidata por la demencia de Biden. Apenas es capaz de atarse los zapatos. No puede responder una pregunta con un mínimo sentido”.
Es difícil de predecir cuánto impactará el tema en el electorado y si aún hay resistencia entre los estadounidenses para que una mujer comande la primera potencia mundial.
“Creo que hay resistencia. Y más con una persona de color”, dice Arata. “Eso también lo veo como mujer, más aún en mi posición: siento que me ven con una lupa. Me juzgan 10 veces más que a un alcalde hombre. Lo hablamos con otras alcaldesas y les pasa lo mismo, no nos respetan, simplemente les cuesta vernos como líderes”.
Pese a todo, señala, “este país está listo para tener una mujer presidenta. A esta altura que sea hombre o mujer tendría que ser indiferente. Yo creo que a la generación de 40 años para abajo no les afecta si es mujer u hombre. Es un tema de las generaciones más grandes”.
Aili Mari Tripp, profesora de la Universidad de Wisconsin-Madison y experta en género y política, coincide. “Sí, estamos preparados para tener una presidenta. Harris no ha hecho mucho hincapié en su condición de mujer o de mujer de color, ni que sería la primera mujer en conducir al país. Sospecho que lo hace a propósito. Ha destacado que será una presidenta para todos los ciudadanos”, dice a esta corresponsal.
“Las encuestas también lo demuestran”, añade. «Dos sondeos de Pew afirman que los estadounidenses no creen que una presidenta sea mejor o peor que un hombre en cuanto a liderazgo. Los demócratas eran más propensos que los republicanos a decir que era importante elegir a una mujer presidenta”, agrega.
El recorrido continúa en Milwaukee, el otro gran centro urbano de Wisconsin, una ciudad estratégica que los republicanos eligieron para organizar la Convención que en julio ungió a Trump como candidato.
Makeisha, afroamericana de 29 años encargada de un hotel en el centro, afirma estar “muy orgullosa” de que una mujer tenga chances de ser presidenta. “Y más aún que sea negra porque hace tiempo que venimos teniendo hombres blancos en la Casa Blanca. Yo tengo una hija de 6 años y ya le estoy diciendo: podemos llegar hasta lo máximo, la presidencia”, se entusiasma.
Pero a medida que se sale de la ciudad más progresista y se llega a los suburbios, el paisaje cambia a uno más residencial, conservador y acomodado, de casas prolijas y jardines manicurados. Es el condado de Ozaukee, donde Amber Shoreder recibe a Clarín en un café rodeado de árboles de otoño.
Vive en el estado desde hace 17 años, tiene 3 hijos, exhibe y monta caballos y es una de las fundadoras y vicepresidenta de “Moms For Liberty” (mamás para la libertad) del condado, una organización que nació durante la pandemia con críticas a la educación sexual en las escuelas y ahora hace campaña por Trump.
Moms for Liberty reúne un centenar de miembros en el condado y es una organización que se replica de a miles a nivel nacional. Amber y sus compañeras buscan ahora movilizar a las mujeres -un electorado que favorece a Harris– para que voten por Trump con mensajes en redes sociales, reuniones y recaudación de fondos.
“Trump va a afrontar temas que preocupan a las madres como reducir la inflación. Ya no podemos ir al supermercado como antes, el costo de los comestibles es exponencial, el costo de reformar la casa es escandaloso, llenar el tanque de nuestras camionetas para llevar a los chicos a la escuela y sus actividades es abrumador”, señala.
Además, apunta: “Nunca hemos estado más asustados por nuestras vidas cuando se trata de inmigración ilegal, fentanilo traído a través de la frontera, niños desaparecidos que son explotados y robados en la frontera, inmigrantes ilegales que son peligrosos, que son criminales”.
Amber cree que los 34 cargos por los que Trump ha sido convicto son inventos del poder judicial y los demócratas. Y sobre la posibilidad de que una mujer gobierne el país, es tajante: “No me importa si es una mujer o un hombre. Creo que la persona más calificada debería ser presidente y hoy es Trump”. “Así que realmente espero que Wisconsin salga a votar y haga lo correcto”.
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