El escritor Pablo Katchadjian, cuyos libros han sido traducidos a diversos idiomas, y el más reciente, «Una oportunidad», se presenta por estos días en España, hizo este jueves una selección de obras para recomendarle a lectoras y lectores que se acercaron a la librería Lata Peinada de Madrid, una de las que se suma este año como sede al Festival de Literatura Eñe, y, en un clima distendido y cálido, compartieron un intercambio sobre rituales de lectura, procesos de escritura y elecciones a la hora de ordenar y elegir obras.Sobre la calle Apodaca, a media cuadra de la concurrida Fuencarral en el barrio de Malasaña, se fueron congregando antes de las 19 quienes en principio iban a asistir a una charla entre el autor de «El Aleph engordado» y Federico Falco, pero éste no pudo viajar por problemas personales, entonces la convocatoria inicial tomó otra forma y Katchadjian se convirtió en el protagonista de un encuentro en el que no faltaron los chistes, las preguntas por sus rutinas y las anécdotas sobre, por ejemplo, la creación de su última novela editada por Sexto Piso.
El encuentro comenzó con el escritor haciendo una selección de libros elegidos entre los estantes de la librería especializada en literatura latinoamericana y así fue dejando una pila con «Cuentos fríos», del cubano Virgilio Frías, del que destacó su prólogo, en el que el autor explica qué se propuso hacer; «Salisbury», del argentino Fabio Kacero, al que definió como «un artista lejano a la idea de un escritor que escribe y sin embargo cuenta alegorías sin mucho sentido»; y «Felicidad clandestina», de Clarice Lispector, del que contó que habló este miércoles con el chileno Alejandro Zambra y que lo destacaron por esa capacidad por contar algo donde parece que no pasa nada y «sin embargo se va cargando de potencia».
Con el chileno Zambra, compartieron este miércoles una charla en la Biblioteca Nacional de España, en la que la dispersión de la época, el enfrentamiento a la página en blanco y las primeras lecturas apasionadas tomaron la tarde.Pero este jueves Katchadjian fue ampliando esa pila seleccionada con obras de autores como Iosi Havilio, Ariana Harwicz, María Sonia Cristoff, J.P. Zooey, Damián Ríos y Mariano Blatt, éstos dos últimos, además, editores suyos en Blatt &Ríos y autores que suele elegir «por su originalidad».
La pila fue creciendo y algunos de los asistentes tomaron directamente de ahí ejemplares para llevarse una vez finalizada la conversación y la tarde de otoño fresca y sin lluvia, después de varios días, en Madrid.
Paloma Reaño, librera y editora del sello Pesopluma, ofició de anfitriona y disparó la primera pregunta después de un pedido para que Katchadjian recomendara un libro suyo y de que la respuesta fuera «el último: ‘Una oportunidad'».
«¿Y cómo surgió?», avanzó Reaño. Entonces el autor comenzó a llevar su relato por un camino que fue encandilando a los presentes, algunos a esa altura ya con copas de vino o cerveza en las manos. «De un accidente», anunció.
Resulta que en un momento sintió que estaba embrujado y habló con una amiga que era astróloga pero que él consideraba bruja, que por su parte le recomendó tres brujas: una moderna, otra con «métodos de antes» y una tercera «con sus propios métodos».
Katchadjian dijo que escribió el libro porque no sabía a cuál llamar. Ahí el protagonista va a las tres. «Fui mi propio brujo», dijo antes de confesar que a sus obras las entiende una vez que ya salieron.
«Hace poco estaba leyendo sobre Sócrates y advertí que en mi balcón había empezado a crecer una planta, fui a una de esas apps que te ayudan a identificar plantas y era una cicuta, la misma con la que envenenaron a Sócrates», relató.
Ese hilo fue creciendo y terminó en un chamán, el análisis de esa planta para él y la importancia que le da el autor de «Gracias» a esas cosas que parecen no tener sentido pero se van encadenando. «¿Por qué no escribes sobre esta historia de la cicuta?», le preguntó alguien entre el público y la respuesta fue breve y contundente: «No lo escribo porque no es ficción y porque ya es un cuento redondo».
Para el docente y poeta, la escritura permite esa tensión entre el control y el estado en el que se puede perder la conciencia pero con límites. En ese proceso, Katchadjian negó tener una rutina, contó que no escribe a mano y que escribe por la tarde: «Soy inútil a la mañana, es un tiempo muy lindo que no es mío», aseveró.
En esa rutina de escribir durante la tarde y en su estudio, relató que hay una pausa para tomar un café que solía ser en uno llamado «Nostalgia», pero que ahora cerró y lo dejó dando vueltas, deambulando por varios otros pero sin uno considerado propio y diario.
En el bar al que iba casi todos los días, no escribía, tomaba notas, corregía parciales, algo que indicó que no puede hacer en otro lado que no sea un bar, y leía. Con la llegada de la pandemia, empezó a extrañar ese momento, ese ritual y se vio poniendo en su casa en YouTube sonidos ambientes de bares.
Pero qué pasa al escribir, ¿hay libros alrededor? «Sí, están, estoy rodeado de libros, sé dónde están, los tengo ordenados por ficción, ensayo y filosofía«. Y además están en muebles que él mismo confecciona, oficio de su formación en la escuela secundaria industrial.
En esa práctica, la de hacer muebles, como en la hacer música, dijo que siempre hay un momento en el que se cansa y se pregunta por qué está en ese camino, por qué lo emprendió. A esa pregunta nunca llega cuando escribe.
Si con los bares hubo uno que se convirtió en espacio elegido, eso no pasa con las librerías, confesó no tener una de cabecera y además no sentirse cómodo con las recomendaciones, lo intimidan. «Se te acercan, te hablan de un libro, te dicen que tenés que leerlo y ¿qué hacés, lo dejás?». Ahora libros que elige y se lleva, los termina.
El autor, que dice tener una hipótesis para todo, se explayó sobre la memoria y su capacidad de retener contextos y sobre cómo eso no le pasaba al leer en digital: se le mezclaban los temas, las historias, los protagonistas. «Perdía el contexto», sintetizó sobre esa materialidad que le falta ante la pantalla.
Esto lo lleva a imprimir, encuadernar y guillotinar aquellos textos que solo pueden leerse en e-book. «Elijo los hilos, tengo varios», detalló y contó que de un libro llegó a hacer dos impresiones: una para él y otra llegó a convertirse en regalo de cumpleaños para un amigo.
La charla colectiva derivó en encuentros más acotados, en los que los que escucharon durante más de una hora se le fueron acercando a conversar y a pedirle la firma de algún ejemplar, antes de que deje Madrid para seguir viaje hasta Barcelona, para seguir hablando de «Una oportunidad».
El festival continúa hasta el 27 en Madrid y Málaga con actividades en sedes como el Círculo de las Bellas Artes o la Real Academia Española pero también en librerías, una novedad de esta edición número 14.