El presidente Javier Gerardo Milei transparentó lo que era una verdad a gritos: la relación con su vicepresidenta, Victoria Eugenia Villarruel, se deterioró
aceleradamente, a tal punto que está fuera del círculo donde se toman las decisiones de fondo. Según se desprende de la explicación que dio el mandatario, su segunda en el Poder Ejecutivo se desenvuelve con una agenda paralela, distinta a la del Gobierno, de hecho ni siquiera participa de las reuniones de gabinete, a las que dejó de asistir por propia voluntad, confesó el libertario, que ya está metido de lleno en las arenas movedizas de la política criolla. Puede que no le guste -o sí, no se sabe- y aun a costa de toda la batería mediática que lo protege intentando hacer aparecer a Milei como una figura impoluta y distante de los enjuagues de la política tradicional, la realidad es que el Presidente de la Nación ya está metido hasta las pestañas en el mismo sistema que critica. Karina Milei, la titular del flamante partido La Libertad Avanza, oficializado en la semana que acaba de terminar, es la responsable de esa aventura que es tan seductora como peligrosa.
Los inquilinos de Balcarce 50, concretamente el Triángulo de Hierro, es decir los Milei y Santiago Caputo, se entretienen diagramando la cruzada libertaria para imponerse en la próxima parada legislativa, que es el primer paso para soñar con la reelección en 2027. Parece apresurado, todavía no terminó el primer año de gestión y ya tienen definido el plan para quedarse ocho años.
No hay nada más atrapante que jugar a retener el poder, dicen los que transitan la política. Los pretorianos del Triángulo de Hierro vaticinan Milei por muchos años. Atención: no dicen Javier por muchos años.
Cualquier coincidencia con los Kirchner que también diseñaron un pasamanos al infinito, con el más grande de la prole haciendo de rueda de auxilio, no es pura casualidad. El poder evidentemente es narcotizante. A diferencia de los K, que armaban las listas en el lecho matrimonial, los Milei seguramente tendrán otro mueble de uso doméstico para apoyarse a la hora de diseñar la nómina de candidatos.
El hecho es que los libertarios ya juegan a la política. En ese marco se inscribe el cortocircuito del Presidente con su Vice. «Está muy cerca de la casta…», dijo el Jefe del Poder Ejecutivo en una hiriente crítica que sorprendió a todos, especialmente a Villarruel. Es cierto que la Jefa del Senado no hizo ningún esfuerzo por disimular su agenda política, distanciada de Milei, pero también es verdad que ha tenido que sortear obstáculos impensados para poder estar en el círculo más pequeño de Javier Gerardo, su compañero de fórmula. Insólitamente fue relegada en la consideración política/institucional, incluso despojada de áreas que le habían sido prometidas al inicio de la gestión.
Milei repite con Villarruel el infortunio de presidentes anteriores que se llevaron muy mal con sus vices. Desde el retorno a la democracia, hace más de 40 años, el único que no amplificó escándalos con su segundo fue Raúl Ricardo Alfonsín, después de él todos los mandatarios libraron batallas inauditas con sus compañeros de fórmula. Menem con Ruckauf y mucho más con Duhalde. De la Rúa perdió a Chacho Álvarez antes de cumplir un año de mandato. Kirchner con Scioli, por efecto de Cristina en el Senado; luego la propia Cristina Kirchner con Julio Cobos. Macri con Gabriela Michetti, a la que puso de vicepresidenta para tenerla congelada políticamente, y por supuesto el sainete de los últimos tiempos: Alberto Fernández con Cristina Kirchner.
Ahora son Javier y Victoria, el «jamoncito» contra la «Bichacruel», con las instituciones en el medio. Bochornoso.