Un grupo de niños observa el incendio forestal de la localidad de Maceda (Ourense). EFE / Brais Lorenzo
Los menores son más sensibles al humo de los incendios, al respirar más aire que los adultos en proporción a su peso y contar con mecanismos de defensa todavía inmaduros, además de pasar más tiempo al aire libre expuestos a estos riesgos ambientales.
“El humo de los incendios no solo afecta a quienes viven cerca del foco. Las corrientes atmosféricas pueden transportar las partículas contaminantes a cientos de kilómetros, lo que significa que amplias zonas pobladas pueden verse expuestas, incluso sin un incendio en las inmediaciones“, advierte la Asociación Española de Pediatría.
Respirar humo
El humo de los fuegos contiene partículas en suspensión finas y ultrafinas (PM2,5), monóxido de carbono (CO), óxidos de nitrógeno (NOx), ácido cianhídrico (HCN) y otros compuestos orgánicos potencialmente cancerígenos.
La inhalación de estos contaminantes puede provocar efectos inmediatos, como un agravamiento de enfermedades respiratorias crónicas (asma, rinitis alérgica), el aumento de infecciones respiratorias agudas, irritación ocular y de las mucosas (conjuntivitis, tos, carraspera) e intoxicaciones por monóxido de carbono o cianuro.
A largo plazo, la exposición repetida o intensa al humo de los incendios puede contribuir al desarrollo en menores de enfermedades respiratorias, cardiovasculares o inmunológicas, además de posibles efectos neurotóxicos que alteren el desarrollo neurológico y la salud mental.
Como otras catástrofes se han observado especialmente en niños y adolescentes secuelas en
salud mental como ansiedad o trastorno de estrés postraumático, así como un aumento del
riesgo cardiovascular que puede perdurar incluso en la etapa adulta.
Decálogo preventivo ante los incendios
El Comité de Salud Medioambiental de la Asociación Española de Pediatría destaca que la prevención es clave para minimizar el impacto de estos episodios cada vez más frecuentes por el cambio climático.
Para reducir riesgos, aconseja:
1. Consultar alertas oficiales: seguir los avisos de Protección Civil y cuerpos de seguridad. Ante indicios de fuego o presencia de humo, contactar con el 112.
2. Vigilar la calidad del aire: puede hacerse a través del visor del Índice de Calidad del Aire del Ministerio para la Transición Ecológica (MITECO) o su aplicación móvil.
3. Mejorar el aire interior: mantener ventanas y puertas cerradas, usar purificadores con filtros adecuados y poner el aire acondicionado en modo recirculación.
4. Evitar fuentes adicionales de contaminación en casa: no fumar ni utilizar sistemas de combustión (leña, gas, velas, barbacoas) durante estos episodios.
5. Uso de mascarillas: las mascarillas FFP2 pueden ayudar a reducir la exposición a partículas. Su uso en niños se recomienda a partir de los dos años, siempre que las toleren.
6. Prepararse ante emergencias: contar con suministros básicos (agua, comida no perecedera) y medicación de rescate si hay patologías crónicas como el asma. Consultar con el pediatra ante cualquier duda.
7. Evacuar si es necesario: en caso de recomendaciones oficiales o si no se puede garantizar un ambiente seguro en casa, trasladarse a lugares habilitados, con climatización y aire filtrado.
8. Detectar síntomas de intoxicación: mareo, somnolencia, dificultad para respirar o alteraciones del comportamiento pueden ser señales de alarma. En esos casos, se debe acudir de inmediato a un servicio de urgencias.
9. Evaluar antes de regresar a zonas afectadas. Comprobar la seguridad de la vivienda, el acceso a servicios básicos (agua, electricidad) y limpiar adecuadamente antes de exponer a los niños al entorno.
10. Cuidar la salud mental: los incendios pueden generar efectos psicológicos duraderos en los menores. Se recomienda observar cambios emocionales o conductuales y, en caso necesario, solicitar apoyo profesional.