‘Hay miles de amores como tonalidades de color’


Gustavo Pecoraro es escritor y periodista y acaba de publicar su primera novela Foto gentileza Sebastin Freire
Gustavo Pecoraro es escritor y periodista y acaba de publicar su primera novela. /Foto: gentileza Sebastián Freire.

Argentino radicado en España, escritor, periodista, activista LGTBI+, Gustavo Pecoraro, La Peco, para todos y todas, publicó su primera novela «De querer así», un libro que es ficción y es materia biográfica, en el que se rinde homenaje a una madre, mientras otra voz recorre la construcción del deseo y las experiencias sexuales como testimonio de una subjetividad y también de una época, en una confluencia que explora las tantas formas del querer, lejos de cualquier corsé.La novela, que se consigue en Argentina a través de la distribuidora Alamut, fue editada en España por Egales, dedicada a narrativa y ensayo LGTBI+. Gustavo Pecoraro (Mar del Plata, 1965) publicó otros cinco libros, dos ensayos y poemarios pero «De querer así» es su primera novela y la primera obra de él que se edita en España, donde vive desde 1998 con una interrupción de una década entre 2010 hasta 2021. Pero en junio de ese año se instaló de nuevo en la ciudad capital de Madrid con varios proyectos, entre ellos, su precandidatura a diputado por el PSOE, recientemente anunciada.

Ficción testimonial, nostálgica, luminosa, en «De querer así» se hilvanan dos tramas. Por un lado, la historia de La Nelly, la madre ahora mayor y enferma: su juventud, su deseo de escapar de una familia que la forzaba a un destino encorsetado, su matrimonio, su amistad, su maternidad. La perspectiva es la del hijo, quien reconstruye la vida de su mamá a partir de las cartas que encuentra de ella con su amiga Alicia, y de los recuerdos de su infancia.

«La Nelly fue una luchadora. Su actual rival es el Alzheimer, ese destino impuesto solo para olvidar. Huyó de su pueblo al supuesto edén de la gran ciudad. Se casó con un viudo que ya tenía una hija y creció profesionalmente cuando se divorció», la presenta el narrador.

Por el otro, la escritura galopa al ritmo de amores, encuentros fortuitos en baños públicos, solidaridades, corazones rotos, pasiones inolvidables. «La Peco», como le dicen, despliega un testimonio de época de los 80 y escribe sobre la «socialización» de los «maricas y chongos», sobre el día que el narrador se entera que tiene sida y un manifiesto sobre vivir que no pretende ser receta ni remedio. Escribe: «Una de las medicinas que mejor me ha hecho es creer en el amor como motor para vivir. Y cuando digo amor no me refiero al perfecto, blanco, puro y normalizado. Digo el que sigue latiendo dentro de mí desde la primera vez que besé a un chico».

Foto gentileza Sebastin Freire
Foto: gentileza Sebastián Freire.

En una entrevista con Télam, el autor confiesa que en algún momento de su vida, «casi hasta los primeros ’90, no había ‘pistas del futuro'» en su horizonte. Sin pistas, sin embargo, armó un mapa de lucha: se convirtió en uno de los referentes históricos de los derechos LGBTI+, integró la CHA (Comunidad Homosexual Argentina) y participó de la primera Marcha del Orgullo en 1992. Mientras presenta su primera novela, ahora su vida da un nuevo giro, desde Madrid, con el lanzamiento de su precandidatura a diputado del Partido Socialista Obrero a la Asamblea de Madrid. «Me propongo dar visibilidad en una lista electoral a las personas que vivimos con VIH», dice a esta agencia.

-Télam: «De querer así» es tu primera novela pero se construye también de experiencias propias, ¿cómo dialoga la ficción con tu historia?

-Gustavo Pecoraro: «De querer así» comenzó con esas cartas que se enviaron mi mamá con su mejor amiga durante 50 años, Alicia. Por eso la novela está dedicada a ellas, a Nélida y a Alicia. Esas cartas y esa amistad de tantas décadas me hicieron una especie de click emocional. Si bien son cartas naif, hay expectativas amorosas que en este caso eran de una madre a un hijo, pero que se pueden extrapolar a cualquier forma de amor.

Además, sentí que era muy necesario para mí entender a mi madre más allá del rol «madre». Quería saber sobre su deseo, sus ilusiones, sus miedos, sus secretos, su infancia, sus dolores. Tratar de entenderla como una niña, joven y mujer. No necesariamente sólo como mi vieja. Y en esto el paralelismo con la vida de quien relata es como bueno, acá hay dos vidas que tienen un vínculo súper profundo, sino el más profundo que pueden tener dos vidas, y a la vez pueden ser muy diferentes. La novela es autobiográfica pero también ficcional. Fernanda García Lao en una clínica literaria me dijo que escribir sobre la familia te transforma en «el traidor de la familia». Entonces, ya que iba a quedar en ese rol me permitir jugar un poco.

-La novela contiene dos capas de lectura, la de la madre en un tiempo histórico determinado y mientras enferma, y la del hijo mientras construye una subjetividad de amores y deseos ¿qué conversación entablan esos dos ejes?

-Mi madre, esa madre, creció en un tiempo totalmente patriarcal y machista. Víctima también ella de esto. Y se fue haciendo adulta con deseos de escapar de ello e intentar una familia que le vino medio de rebote. Su tremendo deseo de ser madre soy yo. Le debía a ella, que me acompañó en mi adultez marica y seropositiva, un homenaje.

Ese homenaje creo haberlo hecho en ese diálogo del cuidado de su vejez. Una cotidianeidad que me hizo pasar por diferentes estadios, pero que ya había decidido que iba a ser así. Quería acompañarla no sólo por el hecho de ser mi madre y estar ya en sus últimos tiempos, sino como un agradecimiento a la compañía que me ofreció, incluso -creo yo- sin entender demasiado todo lo que estaba pasando en los peores años de mis dolores y tristezas, o de mi soledad rumbeante por las teteras, las calles de la ciudad, los peligros que para cualquier pendejo eso tenía. Mi madre y yo hablamos en silencio muchas veces, y muchas veces su palabra fue aliento de verdad. ¿Cómo no iba a acompañarla en su enfermedad?

– Otro amor es la amistad entre Alicia y Nelly, que estructura mucho del texto a partir de cartas. ¿Cómo fue la lectura de la correspondencia y cómo impactó en la mirada de hijo?

– Esas cartas son reales. Mamá se las escribió a Alicia antes de quedar embarazada de mí, durante el embarazo y hasta que yo cumplí cerca de dos años. Ellas tuvieron una amistad de 50 años. Antes de morir, Alicia me las dio, yo las guardé y las leí un par de años después y pensé en escribir sobre eso que esconden las cartas: la ilusión y las expectativas de una mujer sobre una vida alejada de todo lo que nunca quiso. Con «su maridito» y todo lo que venía con él; nada menos que una hija. Y luego parirme a mí. La primera vez que las leí fue tremendo porque mamá ya estaba bastante mal del Alzheimer y fue descubrir un tesoro. Luego fui adaptando literariamente la idea y cierta edición de la historia. Imagine que hoy podían ser perfectamente mensajes de WhatsApp con una amiga. Lo que pasa es que era mi mama quien escribía. Esa misma que iba perdiendo la memoria, que se enojaba, que iba dejando de ser lo que fue y se convertía en una anciana con una enfermedad muy injusta. La perdida de la memoria es lo más horrible que nos puede pasar.

Foto gentileza Sebastin Freire
Foto: gentileza Sebastián Freire.

-Y en la historia más personal se contiene también una trama colectiva porque esta novela es testimonio de una época. Una expansión de aquello de que lo personal es político, porque se ve también cómo se construyen espacios de pertenencia o la gramática de la solidaridad que atraviesa muchos vínculos. ¿Cómo se inscribe todo eso en este texto?

– Es que yo soy yo porque fui lo que fui. Y si iba a escribir como una especie de autobiografía no podía dejar de lado mi cuerpo político, mi activismo y militancia, y mucho menos cómo fue construyéndose mi orientación sexual.

Describir una época de mucho erotismo público que luego se transforma con el sida en una época de dolor y resistencia. Escribir sobre mis amantes, novios o amigos muertos por la pandemia me fue tan necesario como describir los acosos y detenciones de la policía, o las primeras ilusiones, los desamores…y, hasta fantasear con el futuro.

-¿Por qué el título «De querer así»? La palabra «así» hace pensar en una desmitificación de una forma de querer…

-Es que «así» es como yo quise y quiero, como a mi me quieren y me quisieron. Al principio de la novela hay una descripción de mi madre como poco cariñosa que sin embargo no quiere decir que no me quiso. Lo que pasa es que a veces no nos damos cuenta que es difícil poner toda la energía en el amor porque estamos tan llenos de pragmatismos que no llegamos a darlo todo.

Además el amor ¿quién lo puede sujetar o enmarcar en un molde? Hay miles de amores como tonalidades de color. A veces ni decimos amor, porque nos da miedo que «suene fuerte», que comprometa; metamorfoseamos lo que sentimos quizás para no perder a alguien. Eso también es funcional. Personalmente he amado tanto y tantas veces que al final nunca sé si dejé de amar a alguien cuando ya amaba a otro. Hoy en día mantengo relaciones, no siempre corporizadas, con hombres a los que amo. ¿Por qué no hacerlo?

-Citas a Juan Solá «Qué inútil es la nostalgia cuando es una tumba y no una pista del futuro», ¿qué pena, que nostalgia por la ausencia, la distancia, se queda en esta novela? O ¿qué supone escribir para mirar el pasado?

-Te confieso que cité a Juan porque lo admiro y quiero un montón, pero porque además su cita me recorre por tantas tumbas que tuve que llorar en un tiempo donde una persona no debe llorar tumbas sino reír juventud y festejar la vida. En algún momento de mi vida, casi hasta los primeros 90, no había «pistas del futuro» en mi horizonte. Había muertes; en cantidades incomprensibles. Entonces se sana escribiendo sobre ello. Sané mis heridas escribiendo sobre la muerte de mis novios y de mis amigos. Aunque la marca queda. No se borra. De ahí lo de tener memoria y esquivarle al pasado. Escribir recordando es traer al presente la posibilidad de no repetir errores o simplemente de intentar hacer mejor las cosas.

Pecoraro: «Me propongo dar visibilidad en una lista electoral a las personas que vivimos con VIH»

 En coincidencia con la circulación de su primera novela, Gustavo Pecoraro lanza su precandidatura como diputado del Partido Socialista Obrero Español a la Asamblea de Madrid para «dar visibilidad en una lista electoral a las personas que vivimos con VIH» y aportar a «una Madrid feminista y diversamente orgullosa, donde la bandera arcoíris ondee junto a la de color rojo del PSOE», sostiene.

En su cuenta de Twitter, donde el último 10 de febrero compartió su lanzamiento como precandidato, @gustavopecoraro se define: «Escritor, periodista, guionista, poeta. De nadie y de todes. Vivo con VIH y soy feliz. Las mariconas no somos varones». Y le dice a Télam: «No soy una X, soy una marica. Quiero elegir más allá de una M o una V en un casillero. Pero también más allá de una X».

Maricona, no varón, cuenta que viene del libro «Las lesbianas (no) somos mujeres. En torno a Monique Wittig» que lo llevó a «pensar el tema de la trampa del binarismo y cómo me encontré encerrado en un lugar que no me reconozco. Vos podrías decir que soy homosexual o gay, pero yo me siento mucho más cómodo identificándome como un o una marica, o un puto. Bien distante de lo que es ser un ‘varón’, palabra que detesto. La trampa del binarismo es que el varón y la mujer deja afuera no sólo a las personas trans o no binarias, sino a todas aquellas que nos sentimos maricas, o a aquellas que se saben tortas, lesbianas, o las formas de identidad que cada cual se construya».

Pecoraro volvió a Madrid en junio de 2021 pero ya había vivido en la ciudad española entre 1998 y 2010. Y aunque ahora está en plena campaña como precandidato a diputado por el PSOE, confía que tiene ganas de volver a Buenos Aires para presentar su novela «De querer así» y para la Marcha del Orgullo en noviembre próximo. El escritor participó de su primera edición en 1992.

«Una de las cosas que me estimuló dar el paso a presentarme fue pensar que debía dejar de tener una mirada crítica desde fuera e intentar exponer mis ideas dentro de las estructuras del PSOE partido que desde la época del gobierno de Rodríguez Zapatero fue una referencia. Es cierto que luego con el 15M también me interesaron otras experiencias», cuenta sobre el por qué de su candidatura.

«Estoy cansado que la derecha se autoproclame defensora de las mujeres y las personas LGTB. Es la hora que rescatemos el voto de las personas LGTBI de las papeletas del Partido Popular. Me produce un inmenso dolor contemplar que aquellos que se han opuesto a cualquier avance en los derechos LGTB sean sin embargo beneficiarios de una corriente electoral del colectivo de gais, lesbianas, bisexuales y trans, que olvida quien luchó y consiguió estos derechos», señala.

Para Pecoraro, «en esencia Madrid es una plaza que habitan muchas personas LGTBI, feministas o que viven con VIH», por lo que es necesario ampliar su presencia. «Quiero aportar a la candidatura que encabeza Juan Lobato por una Madrid feminista y diversamente orgullosa, donde la bandera arcoíris ondee junto a la de color rojo del PSOE, donde las personas que vivimos con VIH no tengamos que escondernos y podamos plantarle cara a quienes destruyen la sanidad pública», dice.

Lo de sanidad se ha vuelto una cuestión central: Madrid atraviesa masivas protestas en defensa del sistema público de salud por la falta de recursos y los médicos hacen huelga desde noviembre pasado. Por eso mismo Pecoraro advierte que «nuestra calidad de vida que se debe a las políticas sanitarias y el personal sanitario que nos atiende desde el sector público, garantizando nuestra medicación y nuestros controles».





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