El Papa instruyó una comisión para estudiar el diaconado femenino, una posibilidad hasta hoy reservada a los hombres, que permitiría a las mujeres anunciar el Evangelio, bautizar, asistir al sacerdote en el altar, distribuir la comunión y dar testimonio cristiano ayudando a los más pobres.
El papa Francisco instruyó una comisión para estudiar el diaconado femenino, una posibilidad hasta hoy reservada a los hombres, que podría dar un giro histórico a la posición de la Iglesia de no permitir el sacerdocio de mujeres en ningún grado.
La Comisión será presidida por el actual secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el arzobispo de Tibica Luis Francisco Ladaria Ferrer y tendrá otros 12 miembros, incluidas seis mujeres.
El primer encuentro de la comisión en la que también hay tres jesuitas será «en septiembre», confirmó este martes a Télam el director de la Sala de Prensa del Vaticano Gregory Burke.
Francisco había adelantado en mayo la posibilidad de instituir la comisión en un encuentro con religiosas durante el que dejó trascender que el diaconado femenino puede ser «una posibilidad para hoy» y recordó que en la antigüedad las mujeres diáconas ayudaban a bautizar a las mujeres cuando la práctica del bautismo, en los primero siglos, implicaba sumergirse en el agua con el cuerpo desnudo.
Luego, en su viaje de retorno de Armenia a fines de junio, agregó: «Ciertamente existían estas mujeres que ayudaban al obispo y ayudaban en tres cosas: primero en el bautismo de las mujeres, porque era por inmersión, segundo en la unción prebautismal de las mujeres, y cuando la mujer iba al obispo porque el marido le pegaba, el obispo llamaba a una de estas diaconisas, la cual veía el cuerpo de la mujer para hallar los indicios que probaran estas acusaciones».
Si bien Juan Pablo II había clausurado en los hechos la posibilidad del diaconado femenino en 1994 con su carta apostólica «Ordinatio Sacerdotalis» al sostener que Jesús eligió a 12 apóstoles hombres como servidores, Francisco agregó durante su regreso de Armenia: «Nosotros hemos escuchado que en el primer siglo había diaconisas».
«La mujer piensa de otro modo que nosotros los hombres y no se puede tomar una decisión buena y justa sin escuchar a las
mujeres», justificó en esa línea.
El diaconado es el primer grado de ordenación en la Iglesia católica, seguido por el sacerdocio y el episcopado. Entre las funciones permitidas a los diáconos (hoy sólo hombres mayores de 35 años) están la proclamación del evangelio, la predicación y la asistencia en el altar, la administración del sacramento del bautismo y el presidir matrimonios, dar bendiciones, pero no pueden celebrar misa ni confesar o dar la unción de los enfermos.
La discusión sobre el diaconado femenino se inició durante el Sínodo de Obispos de 2015 y fue el arzobispo canadiense Paul-André Durocher quien planteó que «el Sínodo debería reflexionar seriamente sobre la posibilidad de permitir el diaconado femenino, porque abriría el camino a mayores oportunidades para las mujeres en la vida de la Iglesia».