Francisco habló sobre el caso Loan: «Una de las hipótesis es que ha sido secuestrado para quitarle los órganos para trasplantes»


Imagen de la Virgen María y el Niño Jesús en la Basílica de San Pedro, y el Papa Francisco. Crédito: Daniel Ibáñez / EWTN News.

El papa Francisco recordó este miércoles la desaparición el pasado junio de Loan Danilo Peña, el niño de cinco años de la provincia de Corrientes, y dijo que «una de las hipótesis» es que haya sido víctima del tráfico de órganos.
Francisco dedicó este miércoles la catequesis de la audiencia general a «los cientos de millones de menores se ven obligados a trabajar», muchos de ellos en «trabajos especialmente peligrosos», «por no hablar de los niños y niñas que son esclavos de la trata para la prostitución o de la pornografía, y de los matrimonios forzados».
«Cuando en la calle, en el barrio de la parroquia, estas vidas perdidas se ofrecen a nuestra mirada, a menudo miramos hacia otro lado», expresó el obispo. Enseguida, apartándose del texto preparado para la ocasión, sobre «Los amados del Padre», recordó el caso de Loan Danilo Peña, que generó una intensa búsqueda y la atención de todo el país.
«Y una de las hipótesis es que se lo llevaron para extraerle los órganos, para hacer trasplantes. Y esto se hace. Ustedes lo saben. Esto se hace. Algunos vuelven con una cicatriz, otros mueren. Es por eso que me gustaría recordar hoy a este chico Loan», dijo el Papa Francisco, en el Aula Pablo VI.
Loan desapareció el 13 de junio cuando recogía naranjas junto a otros tres adultos y un grupo de niños, en el paraje Algarrobal, en una propiedad cercana a la casa de su abuela.
Ese día, el niño y su padre, José Peña, habían ido a almorzar a la casa de su abuela paterna, Catalina Peña, en el Paraje Algarrobal, y luego el pequeño se fue al monte a recoger naranjas en compañía de otros niños y tres adultos: Bernardino Benítez, tío del niño; Daniel ‘Fierrito’ Ramírez, y su pareja, Mónica del Carmen Millapi.
Cuando el grupo se disponía a regresar, se percató de que Loan había desaparecido.
El caso, que algunos especulan podría estar vinculado a redes de trata de personas, dio un giro el pasado 29 de junio hacia la hipótesis de que el pequeño habría sido atropellado por una camioneta y su muerte, encubierta.
Esto fue desestimado poco después cuando la tía del niño, Laudelina Peña, que había denunciado el atropello, admitió que era una hipótesis fabricada y afirmó haber sido amenazada y sobornada. Otros familiares también expresaron temores para aportar información.
Una de las pistas también se posó sobre la abuela de Loan, Catalina Peña, de 86 años, tras el resultado de un peritaje que indicó que había borrado 34 llamadas realizadas desde su teléfono móvil luego de la desaparición del menor.
A 216 días de la última vez que se lo vio a Loan, el caso sigue abierto.
En el marco de la causa, el titular de la Fiscalía Federal de Goya, Mariano De Guzmán, y de la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (Protex), María Alejandra Mangano y Marcelo Colombo, solicitaron el procesamiento con prisión preventiva de los siete detenidos, requerimiento que fue concedido por la jueza federal, Cristina Pozzer Penzo.
La investigación apunta contra los acusados Antonio Benítez, Laudelina Peña, Daniel «Fierrito» Ramírez, Mónica Millapi, María Victoria Caillava, y Carlos Guido Pérez, a quienes les endilgan haber participado en la sustracción y ocultamiento de Loan.
Otro de los sospechosos es el comisario Walter Maciel, a quien le solicitaron que sea procesado por haber entorpecido la investigación y facilitado el encubrimiento de los autores de la desaparición del nene.
Según Pozzer Penzo, existen indicios de «un plan coordinado» de los acusados para perpetrar el presunto rapto y ocultamiento del chico, aprovechando las dinámicas familiares y las características del entorno rural donde ocurrieron los hechos; y desviar la investigación.

La preocupación de la Iglesia

El pronunciamiento del Papa Francisco de este miércoles refuerza la convocatoria que hizo la Iglesia católica en Argentina, a través de la Comisión Episcopal de la Pastoral de Migrantes e Itinerantes, cuando el 23 de junio de 2024 expresó su consternación ante la reiteración de hechos semejantes, «sin que se activen las alertas y procedimientos a tiempo, entorpeciendo el esclarecimiento de los mismos».
En otra declaración, con motivo del día internacional de lucha contra la trata de personas, el 30 de julio de 2024, la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) se asoció al dolor por la desaparición de Loan, «y de otros niños, niñas y jóvenes, muchos de ellos sumidos en situaciones de empobrecimiento y vulneración de derechos».
«Cuando son niños y niñas, añadieron, quienes desaparecen ante nuestros ojos a causa de este flagelo la herida nos duele hasta el infinito», señaló ese comunicado.

Catequesis del Papa Francisco sobre el maltrato infantil y los derechos de los niños

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En la audiencia precedente hablamos de los niños, y hoy también vamos a hablar de los niños. La semana pasada nos detuvimos en cómo, en su misión, Jesús habló repetidamente de la importancia de proteger, acoger y amar a los más pequeños.
Sin embargo, aún hoy, en el mundo, cientos de millones de menores se ven obligados a trabajar, a pesar de no tener la edad mínima para someterse a las obligaciones de la edad adulta, y muchos de ellos están expuestos a trabajos especialmente peligrosos. Por no hablar de los niños y niñas que son esclavos de la trata para la prostitución o la pornografía, y de los matrimonios forzados. Y esto es algo amargo. En nuestras sociedades, lamentablemente, los niños sufren numerosas formas de abusos y malos tratos. El maltrato infantil, sea cual sea su naturaleza, es un acto despreciable, es un acto atroz. ¡No es simplemente una lacra de la sociedad, no, es un crimen! Es una gravísima violación de los mandamientos de Dios. Ningún niño debería sufrir abusos. Un solo caso ya es demasiado. Es necesario, por tanto, despertar nuestras conciencias, practicar la cercanía y la solidaridad concreta con los niños y jóvenes abusados y, al mismo tiempo, crear confianza y sinergias entre quienes se comprometen a ofrecerles oportunidades y lugares seguros en los que crecer serenos. Conozco un país de América Latina donde crece una fruta especial, muy especial, llamada arándano. Para cosechar el arándano se necesitan manos tiernas, y obligan a los niños a hacerlo, los esclavizan desde pequeños para que hagan la recolección.
Las pobrezas difusas, la escasez de herramientas sociales de apoyo a las familias, la marginalidad que ha aumentado en los últimos años junto con el desempleo y la precariedad laboral son factores que cargan sobre los más pequeños el precio más alto a pagar. En las metrópolis, donde «muerden» la disparidad social y la degradación moral, hay niños empleados en el tráfico de drogas y en las más diversas actividades ilícitas. ¡Cuántos de estos niños hemos visto caer como víctimas sacrificiales! A veces, trágicamente, son inducidos a convertirse en «verdugos» de otros compañeros de su misma edad, además a dañarse a sí mismos, su dignidad y su humanidad. Y, sin embargo, cuando en la calle, en el barrio de la parroquia, estas vidas perdidas se ofrecen a nuestra mirada, a menudo volvemos la cabeza hacia otro lado.

Hay un caso en mi país: un niño llamado Loan fue secuestrado y se desconoce su paradero. Y una de las hipótesis es que lo enviaron para extraerle órganos, para hacer trasplantes. Y esto se hace. Ustedes ya lo saben. ¡Esto se hace! Algunos vuelven con una cicatriz, otros mueren. Por eso me gustaría recordar hoy a este pequeño, Loan. 

Nos cuesta reconocer la injusticia social que lleva a dos niños, que quizá viven en el mismo barrio o bloque de apartamentos, a tomar caminos y destinos diametralmente opuestos porque uno de ellos nació en una familia desfavorecida. Una fractura humana y social inaceptable: entre los que pueden soñar y los que deben sucumbir. Pero Jesús nos quiere a todos libres y felices; y si ama a cada hombre y a cada mujer como a su hijo y a su hija, ama a los más pequeños con toda la ternura de su corazón. Por eso nos pide que nos detengamos a escuchar el sufrimiento de los que no tienen voz, de los que no tienen educación. Luchar contra la explotación, especialmente la infantil, es la manera principal de construir un futuro mejor para toda la sociedad. Algunos países han tenido la sabiduría de escribir los derechos de los niños. Los niños tienen derechos. Busquen ustedes mismos en Internet cuáles son los derechos del niño.
Entonces podremos preguntarnos: ¿qué puedo hacer yo? En primer lugar, deberíamos reconocer que, si queremos erradicar el trabajo infantil, no podemos ser sus cómplices. ¿Y cuándo lo somos? Por ejemplo, cuando compramos productos que emplean mano de obra infantil. ¿Cómo puedo comer y vestirme sabiendo que detrás de esa comida o de esa ropa hay niños explotados, que trabajan en vez de ir a la escuela? Tomar conciencia de lo que compramos es un primer acto para no ser cómplices. Ver de dónde proceden esos productos. Algunos dirán que, como individuos, no podemos hacer mucho. Es cierto, pero cada uno puede ser una gota que, unida a muchas otras gotas, puede convertirse en un mar. Sin embargo, también hay que recordar a las instituciones, incluidas las eclesiásticas, y a las empresas su responsabilidad: pueden marcar la diferencia dirigiendo sus inversiones a empresas que no utilicen ni permitan el trabajo infantil. Muchos Estados y organizaciones internacionales ya han promulgado leyes y directivas contra el trabajo infantil, pero se puede hacer más. También insto a los periodistas – aquí hay algunos periodistas – a que cumplan con su parte: pueden contribuir a concienciar sobre el problema y ayudar a encontrar soluciones. No tengan miedo, denuncien estas cosas.
Y doy las gracias a todos aquellos que no miran hacia otro lado cuando ven a niños obligados a convertirse en adultos demasiado pronto. Recordemos siempre las palabras de Jesús: «Todo lo que hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25,40).
Santa Teresa de Calcuta, alegre trabajadora en la viña del Señor, fue madre de los niños más desfavorecidos y olvidados. Con la ternura y el cuidado de su mirada, ella puede acompañarnos a ver a los pequeños invisibles, los demasiados esclavos de un mundo que no podemos abandonar a sus injusticias. Porque la felicidad de los más débiles construye la paz de todos. Y con Madre Teresa damos voz a los niños:
«Pido un lugar seguro
donde pueda jugar.
Pido una sonrisa
de quien sabe amar.
Pido el derecho a ser un niño,
a ser esperanza
de un mundo mejor.
Pido poder crecer
como persona.
¿Puedo contar contigo?» (Santa Teresa de Calcuta)
Gracias.
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Saludos
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos a Jesús, por intercesión de los santos que dedicaron su vida al servicio de los más pequeños, que nos ayude a ser coherentes y valientes testigos del Evangelio. Que el Señor los bendiga y la Virgen los cuide. Muchas gracias.

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