Europa aprobó un paquete de 35.000 millones de euros para Ucrania antes de las elecciones de Estados Unidos


Ucrania respira mientras se tienta las ropas ante la catástrofe que le supondría la eventualidad de la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca. El magnate estadounidense, favorable a la Rusia de Vladimir Putin, agresora militar de Ucrania, suspendería la ayuda militar y financiera a Kiev. Los embajadores de los 27 Estados miembros de la Unión Europea pusieron este miércoles en Bruselas el primer soporte para que el edificio de la ayuda Ucrania resista sin Estados Unidos. Será imposible sustituir la ayuda militar, pero Europa cree que pueda sostener económicamente a Ucrania sin la ayuda de Washington.

Los embajadores cerraron el pacto necesario para que a partir de enero Ucrania empiece a recibir por tramos hasta 35.000 millones de euros de la Unión Europea en los próximos cinco años. El Parlamento Europeo ya dio su visto bueno al pacto: 7.000 millones al año debería ser suficientes para que el país aguante el daño económico de la guerra. Legalmente es un préstamo, pero Ucrania no tendrá que devolverlo.

Los europeos congelaron en 2022, cuando Rusia atacó a su vecina, más de 300.000 millones de euros del Banco Central ruso que estaban depositados en bancos europeos. Esa plata está confiscada en una empresa financiera belga. El dinero se invierte y los beneficios se han ido amontonando ahí. A partir de ahora se usarán para empezar a devolver esos préstamos. Será así Rusia la que termine pagando el préstamo a Ucrania.

Los 35.000 millones son parte de un paquete mayor, de unos 50.000 millones, prometido por el G7. Se supone que el resto, hasta 15.000 millones, debe ponerlo Estados Unidos, Reino Unido, Canadá y Japón.

El veto de la Hungría de Orban

Pero los europeos no consiguieron ayer pactar, por el veto de la Hungría del ultranacionalista Viktor Orban, el mejor aliado de Putin en la Unión Europea, que el régimen de sanciones a Rusia pase de renovarse cada seis meses (lo habitual en la Unión Europea con todos los regímenes de sanciones) a cada tres años. Era una exigencia de Washington para sumarse al préstamo multimillonario. Ahora queda en el aire la parte estadounidense.

El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, en Croacia. Foto AP

El veto de Orban se explica, y él mismo lo ha explicado, porque el húngaro quiere esperar a ver qué pasa en las elecciones estadounidenses. El martes en Estrasburgo (Francia), donde el Parlamento Europeo celebra esta semana su semana de sesión plenaria mensual, el premier húngaro dijo que descorcharía botellas de champán para celebrar su ansiada victoria de Trump.

El ministro de Finanzas húngaro, Mijali Varga, lo había dicho muy claro el martes en Luxemburgo: “Creemos que esta cuestión, la prórroga de las sanciones rusas, debe decidirse después de las elecciones estadounidenses”.

Y añadió: “Tenemos que ver en qué dirección irá la futura Administración en este asunto. Se puede ver en la campaña electoral. Hay dos direcciones para resolver este problema: una para la paz y otra para la guerra”. El argumento de Hungría es que Orban, como Trump, buscan la paz. Que para ellos se haría no entregando más armas a Ucrania y permitiendo que Rusia conquistara a su vecina. Ucrania desaparecería como entidad soberana. La paz de los cementerios.

Los gobiernos europeos aprobaron también el martes un nuevo régimen de sanciones contra Rusia. Se sancionará a todos los responsables de lo que Europa considera “amenazas híbridas”. Según el canciller europeo, el hispano-argentino Josep Borrell, “las acciones desestabilizadoras contra la Unión Europea, sus Estados miembros y sus socios tienen un coste”.

Para los europeos esas amenazas son la interferencia en sus procesos electorales, los intentos de alterar el correcto funcionamiento de sus instituciones democráticas, el sabotaje de sus actividades económicas o de sus servicios de interés público, así como de sus infraestructuras críticas. También el uso de desinformación y manipulación de la información de forma maliciosa, desde Rusia o a través de agentes rusos en Europa, que muchas veces son nacionales.

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