Los primeros de la especie llegaron en 1946 desde Canadá para fomentar la industria peletera. Hoy se transformaron en una plaga que afecta flora, ganadería y agricultura de la zona
Fueron traídos de Canadá en 1946 para fomentar la industria peletera, pero la falta de animales depredadores en Tierra del Fuego hizo que los castores tomaran dominio absoluto de la zona con el paso de los años. Su reproducción y expansión por la isla no solo preocupa a los agricultores y ganaderos, sino también a los habitantes de Bariloche que temen que los roedores lleguen a la zona. Actualmente, hay 150 mil castores sobre 134 mil habitantes en Tierra del Fuego que dominan los bosques y ponen en peligro la riqueza forestal y la ganadería.
Los castores adultos pesan entre 23 y 25 kilos y suelen tener entre tres y cuatro crías por año. Cada 18 meses, la población se duplica, se expanden rápidamente y pueden acabar con seis hectáreas de bosques nativos por año. Dañan el ecosistema porque sus construcciones inundan las riberas y ensanchan arroyos y ríos, lo que erosiona el suelo y altera la calidad del agua. En tanto, los árboles anegados mueren por defecto de la inmersión, mientras que un pocentaje menor porque son descortezados.
Si bien en 2011 se aprobó un convenio de erradicación entre Argentina y Chile, aún permanece trunco. Al parecer, desde la Secretaría de Ambiente de la Nación aseguran que la asignación de fondos «es inminente». «El proyecto tiene asignado US$ 3,9 millones del Fondo del Medio Ambiente Mundial, a través de Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura, y un aporte de US$ 18,2 millones de Nación. En su última visita a Roma, la presidenta Cristina Fernández firmó acuerdos que incluyen la asignación de fondos. Apenas estén disponibles implementaremos varias estrategias, entre ellas la de controlar al castor», señalaron al diario Clarín.
Christopher Anderson, biólogo de Conicet, le dijo a Clarín: «Es esperable que la invasión llegue a Bariloche. Está comprobado en Tierra del Fuego que también puede habitar ambientes sin árboles, es decir, la estepa. Así que no hay razón para no predecir que la invasión llegue a Bariloche o más».
El castor –afirman los expertos- puede ser dañino al medio ambiente: «Cambian drásticamente la dinámica de los ríos y arroyos, convierten tramos en lagunas, tienen fuerte impacto sobre el bosque de riberas», enumera Claudio Chehébar, biólogo a cargo de la Delegación Regional Patagonia de la Administración de Parques Nacionales.
Y argumentó: «En Canadá, el castor tiene depredadores naturales; en el sur, no. En su tierra nativa, los árboles cortados rebrotan, pero en la isla una lenga que es cortada, muere. En el norte, los árboles suelen soportar la inundación que producen los embalses; en Tierra del Fuego, no». Además, destruyen la flora, sus diques obstruyen caminos y afectan la agricultura y ganadería.
Marta Lizarralde, directora del laboratorio del Centro Austral de Investigaciones Científicas, insistió en la necesidad de un proyecto «permanente y a largo plazo». «El castor es un ingeniero hidraúlico perfecto, pero destructivo», lanzó.
A raíz de la gran cantidad de castores, los gastronómicos y autoridades del gobierno de Tierra del Fuego comenzaron a considerar en 2005 el consumo de carne de castor, aunque debe tener un proceso especial. Nutricionistas explicaron en su momento que esa carne es comestible, pero debe cumplir ciertos requisitos sanitarios, aunque posee alto valor nutritivo y calidad gustativa. Entre los platos principales con la carne de castor figuran el lomo, el asado y la paleta. También se preparan empanadas, rellenos para pastas, castor confitado y patés.
Algunos chefs consideran que la carne de castor «es un poco negra, fibrosa y grasosa», mientras que otros cocineros creen que de acuerdo al preparado, puede seducir muchos paladares. «No es difícil de preparar, pero hay que tener paciencia. Tiene futuro: para mí es una buena opción para agregar a la carta», informó en diario La Nación Rubén Leguizamón, del restaurante del hotel Los Naranjos, marinó la carne en jugos cítricos por 24 horas y luego lo confitó en grasa de cerdo por cuatro horas más para sacarle la fibrosidad. Finalmente lo deshilachó y lo salteó con oliva, ajo y un toque de cointreau.