En la Argentina el dólar no es solamente una cuestión de mercaderías y bienes, es una cultura


Al cineasta italiano Sergio Leone, fallecido en 1989, se le atribuye haber dirigido “la trilogía del dólar”. La conformaron tres películas, obras cumbre del subgénero bautizado ‘spaghetti western’. Eran, a saber: “Por un puñado de dólares” (1964), “Por unos dólares más” (1965) y “El bueno, el feo y el malo” (1966). Pero la obsesión por el dólar, está claro, no se reduce a los polvorientos límites del western. Con otra locación y otra época, Argentina bien podría ser retratada -sea en cine o sea en documentados ensayos de historia económica- como la nación semi-dolarizada por excelencia.

Argentina, se ha dicho y escrito mucho sobre eso, es un país bimonetario aunque con una economía diversificada. Es, también, un país semi-industrializado (aunque hoy sumergido en el ‘industricidio’ que ejecuta planificadamente el gobierno) que padece los vaivenes de una moneda débil, volátil. Un caso singular, sí. Y que hace dos años eligió en las urnas a un outsider que prometió completar el proceso de dolarización como lema central de su campaña.

Esta saga tan particular explica por qué el ensayista Alejandro Braile (67) escribió un libro sobre la cultura del dólar en la Argentina: lo tituló -oportuno juego de palabras- “Dolorización”.

Vecino histórico de Villa Tesei (Hurlingham, PBA), Braile se propuso hacer una historia de la divisa estadounidense; de su primacía global como moneda de intercambio pero también de las acechanzas que hoy enfrenta, que reflejan cierta declinación. No es casual, por caso, que las potencias emergentes de los BRICS vengan hablando desde hace tiempo de una desdolarización de los intercambios intra-bloque. Incluso imaginaron una moneda unificada.

La reacción de Donald Trump, ante el primer anuncio en esa línea, fue de un nivel de beligerancia pocas veces visto. «Cualquier país que se alinee con las políticas antiestadounidenses de los BRICS recibirá un arancel adicional del 10%. No habrá excepciones a esta política», posteó en sus redes el 6 de julio de 2025.

Braile, para su publicación, se sumergió en la historia norteamericana, que también es la historia del dólar. En “Dolorización” analiza el surgimiento de la divisa de EEUU, el famoso papel moneda que en estas latitudes supo ser llamado “verde” y que en sus billetes ostenta símbolos de la masonería como el ojo que todo lo ve sobre una pirámide trunca. En el libro, además, repasa episodios y decisiones claves de la política monetaria estadounidense: los acuerdos de Bretton Woods en 1944; la Orden Ejecutiva 11110 emitida por John Fitzgerald Kennedy en 1963; la salida del patrón oro, dispuesta por Richard Nixon en 1971.

En cuanto al impacto local del dólar, Braile dice que las variaciones en su cotización suelen ser utilizadas para “la guerra psicológica”; lo seguirán siendo.

Esa capacidad desestabilizadora, sostiene, obliga al país a priorizar la búsqueda del superávit comercial (la capacidad de venderle al mundo más de lo que se le compra). La Argentina, sigue el autor, debe evitar que el ahorro en moneda dura se vaya sistemáticamente al extranjero: la vieja y conocida fuga (también conocida como formación de activos externos).

“Dolorización” arranca con un prefacio del secretario general de los mecánicos (Smata) Ricardo Pignanelli; sigue con un prólogo de la diputada Julia Strada. En el tramo central del ensayo, Braile recuerda el intento por crear un Banco del Sur. Una idea que no cuajó. En su narración imagina una moneda común de Sudamérica como alternativa superadora para los -recurrentes- problemas argentinos.

-Se suele decir que Argentina es un país bimonetario: para la compra de inmuebles y de bienes de alto costo se usan dólares. Es un país particular: tiene una economía media y con bastante diversificación, pero no cuenta con una moneda local fuerte para el ahorro. 

– El tema de la monetización de Argentina viene de lejos, tenemos que remitirnos a la historia: no podemos dejar de lado la convocatoria a una Convención Panamericana allá por 1890, en donde la Argentina ya tuvo un encontronazo muy grande con EEUU. Hoy el presidente que tenemos (por Javier Milei) se alinea ante las exigencias de Washington pero en su momento Argentina se puso totalmente en contra de la propuesta de EEUU de tener aranceles aduaneros iguales en todo el continente, con la misma moneda y el mismo sistema de información. Argentina, en aquel momento, se opuso. ¿Por qué? En esa época estaba muy vinculada a la economía europea. Eso yo lo cito en un libro con un trabajo de (Carlos) Escudé. Eso sí, a partir del año ’44, con Bretton Woods (cuando los aliados de la Segunda Guerra acuerdan reglas e instituciones para un sistema monetario y financiero internacional, NdR), la moneda estadounidense ha sido para nosotros una referencia. Como para todo el mundo. En el libro yo hago el racconto de todo ese paso: a partir de la Reserva Federal, su respaldo en oro, y luego cuando pasa a su respaldo en petróleo. En el ’71, Nixon le dice al mundo que el dólar no va a estar más respaldado en oro: el dólar pasa a ser una moneda de confianza, una moneda ‘fiat’ (del latín “fiat”, que significa “hágase).

-¿Qué es una moneda ‘fiat’?

-Una moneda cuyo valor no proviene de un bien físico sino de una decisión estatal que la declara de curso legal. Su valor depende de la confianza en el gobierno que la emite. La moneda ‘fiat’ es una moneda de confianza, que no necesita soporte, porque en lo está respaldada es en la industria, en los bienes que tiene un pueblo y con eso se maneja.

-¿Por qué el dólar se llama dólar?

– Es una deformación fonética del thaler. El thaler, o los taleros para los españoles, vienen de una moneda acuñada en Bohemia, en lo que hoy es la República Checa, de un valle llamado San Joaquín, donde había muchas minas de oro y plata. Los thaler fueron las monedas que salieron de ese lugar, la traían los españoles y llegaron hasta Estados Unidos. Luego se achicó la palabra y por deformación llegó a ser dólar (“dollar”, en inglés). Y en cuanto al símbolo del signo pesos, una S con dos palitos, proviene de las columnas de Hércules abrazadas con una cinta que estaban en la moneda española Real de a ocho.

-En el libro usted realza todo lo que ocurrió con la Orden Ejecutiva de Kennedy en 1963. ¿Por qué lo considera tan importante?

-Con esa Orden Ejecutiva, Kennedy llevó adelante la emisión de billetes, de dólares, por fuera del ejido de la Reserva Federal. Investigar eso fue lo que más me sorprendió. Yo creo que esa decisión fue la que, finalmente, le terminó costando la vida. No fueron las cuestiones humanitarias, ni Vietnam, ni nada de eso. Fue esa Orden Ejecutiva, por la cual el gobierno federal (de EEUU) empezó a emitir dinero por fuera del statu-quo. Ese episodio y el final de Kennedy le mostraron al mundo que lo que manda en ese país es la materia oscura, ese poder agazapado que siempre está. Por más que pasen los presidentes hay apellidos que permanecen. Parecen inmortales. La Orden Ejecutiva de Kennedy implicaba que el gobierno de EEUU, o sea el Estado federal, pasaba a ser el dueño del dinero y que no tendría que pagarle a la Reserva Federal por cada gasto que se hiciera (en la emisión de dólares, NdR). No se olvide que la Reserva Federal es privada. Es un conglomerado de doce bancos privados. Y todos tienen dueño: ahí está Rockefeller, ahí está Morgan, todos ellos. La Reserva Federal le cobra intereses al Estado federal. Encarna al poder permanente. Ellos no van a permitir nunca que se imprima dinero por fuera de su manejo.  (Un periodista estadounidense ya fallecido, Jim Marrs, publicó en 1989 un libro de investigación titulado “Cross Fire, el complot que mató a Kennedy”, que fue best-seller durante varios años. Marss despliega allí la hipótesis de que la Orden Ejecutiva, que le quitaba poder a la Reserva Federal, contribuyó al asesinato del presidente de EEUU. El cineasta Oliver Stone se basó en ese libro para el guión de su película JFK, NdR).

Alejandro Braile: "En la Argentina el dólar no es solamente una cuestión de mercaderías y bienes, es una cultura"

-El sostenimiento de la hegemonía de EEUU, a la que muchos analistas ven declinante o en riesgo, depende de que se siga utilizando el dólar como moneda de intercambio. China, con sus swaps, busca internacionalizar el yuan. ¿Cómo ve esta puja?

-La defensa de dólar es nada más ni nada menos que la defensa del sistema financiero. Pero además hay una guerra entre producción y finanzas: el sistema financiero multiplica por muchas veces al productivo. Por otro lado, en Latinoamérica en algún momento nos pusimos de acuerdo y quisimos hacer un Banco del Sur. Tenía como propósito la independencia económica. Tenemos que entender que el dólar no es solamente una cuestión de mercaderías y bienes, el dólar es una cultura. En nuestros países, donde estamos todo el tiempo mirando la pizarra (de cotización del dólar en sus distintos tipos de cambio, NdR) respondemos a una cultura. Así es muy difícil despegarse y tener soberanía monetaria. Ojo, hay países que lo hicieron. Brasil lo está llevando bastante bien. Ellos no están atados o anclados al dólar.

-¿Y por qué no podemos ser como Brasil?

-Mi libro tiene un capítulo muy interesante, que retoma un artículo de Raúl Zugasti que se llamaba El dólar argentino. Él lo escribió en los años ’50, cuando gobernaba (Juan) Perón. Allí dice que el dólar argentino es nada más ni nada menos que los saldos exportables. Es la diferencia entre lo que importás y lo que exportás, que es lo que te queda. Cuando un país tiene intención industrializadora con ese saldo tenés que industrializar el país. Pero el problema que tenemos aquí es, justamente, de ahorro de dólares. Ahorramos en dólares pero los que ahorran en gran cantidad se los llevan del país. La viabilidad de un país pasa por la soberanía de su moneda. Y nosotros, lamentablemente, la tenemos muy lesionada.



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