El arranque de 2024 encuentra a Mauricio Kartun en una intensa actividad que, aclara, “no habla tanto de mi propio empuje sino de las posibilidades que ofrece el circuito teatral argentino”.
Defensor a ultranza del trabajo en equipo, las formas de la teatralidad argentina, el teatro independiente hoy amenazado por los recortes de fondos y la amenaza de vaciamiento del Instituto Nacional del Teatro (INT), Kartun está arrancando en el Centro Cultural de la Cooperación con la quinta temporada de “La vis cómica”, última obra que escribió y dirige, al tiempo que acaba de bajar de cartel su exquisita adaptación teatral del cuento de Horacio Quiroga “Juan Darién” con el muy “kartuniano” título de “Salvajada” con dirección y puesta de Luis Rivera López, y están disponibles otros dos trabajos a los que aportó su supervisión dramatúrgica: la imperdible “Olvidate del Matadero” (Teatro del Pueblo), dirigida por Claudio Martínez Bel y actuada por Pablo Finamore (ambos premio María Guerrero 2023 por este trabajo y los dos autores del texto), y la recién estrenada “Tácito imperfecto”, escrita y protagonizada por Enrique Federman (Beckett Teatro).
“Perder Télam es perder democracia y es perder soberanía. A veces pensamos en banderas, en símbolos y a veces no nos damos cuenta que soberanía es también tener una posibilidad de información que no venga empujada por necesidades comerciales”.
Mauricio Kartun
Además, a fines del año pasado publicó “Salo solo”, una divertida y ocurrente novela que relata las aventuras de un viudo de la comunidad del Once que luego de atravesar el luto por la muerte de la esposa sale a buscar chicas, que publicó Alfaguara, y escribió y dio a conocer en un blog propio durante la pandemia.
“Normalmente no paro, hay una suerte de inercia. Marcho con el empuje y trato de llevar por delante todas las dificultades, pero toda esta producción no habla tanto de mi propio empuje sino de las posibilidades que ofrece el circuito argentino”, comenta Kartun en el inicio de una extensa charla con SomosTélam en la que pasan por el cedazo del diálogo la situación del teatro independiente argentino y las amenazas que se yerguen sobre él ante la amenaza del vaciamiento del INT, sus referentes a la hora de construir una dramaturgia propia, los modos de su trabajo teatral y la importancia de la agencia de noticias Télam, que el gobierno de Javier Milei quiere cerrar y los trabajadores defienden.
– Estamos a 100 días de la asunción del gobierno ultraderechista de Javier Milei, ¿cómo ves la situación del teatro en esta coyuntura?
– Por el momento la relación espectáculo-espectador se está sosteniendo, los espectadores siguen asistiendo, se ve con mucha claridad la zona de dificultad económica a la hora de buscar descuentos y promociones pero el público de Buenos Aires es un público que asiste por costumbre y por necesidad, el teatro es parte de su actividad y no parece dispuesto a resignarla, en eso encontramos la zona de sostén. La temporada recién está empezando, es muy difícil ver aun efectos de la nueva política. Lo que sí tenemos es mucho temor respecto de la hipótesis de desfinanciamiento que puede tener el INT, pareceríamos haber superado el riesgo que lo cierren pero inevitablemente la decisión oficial, al igual que sucede en el cine, pareciera ser la de reducir sus fondos y funcionamiento de manera drástica y esto es extremadamente peligroso porque el auge extraordinario que ha tenido el teatro argentino independiente en los últimos 20 años se produjo a partir de la ley nacional del teatro y la consecuente creación del INT y de una especie de curiosa ecología que consiguió armar el Instituto con pocos fondos y mucha actividad en todo el país. Las salas pequeñas se sostienen con pequeños subsidios que cubren apenas el funcionamiento inmueble de las mismas, si desparecen esos aportes del INT se ponen en peligro todas las salas chicas y las salas chicas son las que permiten que Buenos Aires tenga una oferta teatral extraoedinaria. Si empiezan a desaparecer esas salas quedarán solo las salas de gran formato y estallaría el equilibrio virtuoso bajo el cual nos vinimos moviendo. Eso es una tragedia.
– Un teatro independiente que es por lejos el más dinámico de la escena y donde se genera el lenguaje teatral, muy distinto del teatro comercial de las salas de gran formato que apuestan a otra cosa.
– El teatro comercial tiene como objetivo el rédito económico que se consigue intentando invertir el mínimo posible y ganando el máximo, esto genera menor cantidad de ensayos, se recurre a cosas de efecto y no hay espacio para la experimentación ni la búsqueda artística, que es lo que hace el teatro independiente, de modo tal que si se pone en riesgo el teatro independiente desaparecen las búsquedas relacionadas con la investigación, la experimentación y el hecho artístico, que hoy por hoy son las que valorizan al teatro argentino en todo el mundo. Los espectáculos argentinos que nos representan en los festivales internacionales son siempre del campo independiente nunca del campo comercial ni oficial. Esa zona es la que se pone en peligro.
– Hablábamos de “Olivdate del Matadero” y “Tácito imperfecto”, que junto con “La mujer fantasma”, trabajo de Mariano Tenconi Blanco que viene de hacer temporada en Barcelona con un elenco catalán y que se presentará próximamente en Buenos Aires, son obras que cuentan con tu supervisión dramatúrgica, ¿en qué consiste ese trabajo?
– Hice durante muchísimos años supervisiones profesionales, que es la lectura de un texto y el seguimiento desde un lugar crítico de las zonas de dificultad colaborando en la creatividad del texto definitivo. Es una mirada que intenta destrabar las dificultades que tiene siempre todo proceso creativo. Lo hice durante una década hasta que cuando empecé a dirigir, hace más de 15 años, lo suspendí por cuestiones de tiempo material pero es algo que sigo haciendo con amigos y con gente que admiro, como Federman y Tenconi, casi te diría por el gusto de trabajar con artistas en los que confío y con los que la paso bien.
– ¿Y cómo se conforma todo ese saber teatral que se pone en juego en una supervisión y en la escritura y dirección de una obra?
– El saber teatral, como muchos de los saberes de las inteligencias múltiples, es un saber de tiempo, es decir, que se va construyendo con las sucesivas experiencias trabajando sobre el mismo campo pero en distintas casuísticas. Eso va creando una manera de ver y hay un momento en el que la cabeza se organiza sola frente a cualquier dificultad. Mi cabeza trabaja muy automáticamente en eso, a mí no me cuesta leer un cuento y armar en mi cabeza cómo funcionaría eso teatralmente como en el caso de “Juan Darién”. Por supuesto después hay escribir y en la escritura aparece el ritmo, la búsqueda del humor, la síntesis, la hipótesis de belleza, y las dificultades de composición de personajes y todo lo demás, pero algo del caparazón de lo que hago viene de cómo está organizada mi cabeza y mi cabeza está organizada como dramaturgo.
– ¿Qué personas te marcaron a la hora de construir tu dramaturgia?
– En los años 70 me contacto con Augusto Boal, un dramaturgo y director brasileño, vi sus primeras producciones, quedé fascinado y sentí que ese era el teatro que yo quería hacer. Con el tiempo estudié con él porque él pasó su exilio en Buenos Aires y hasta formé parte de uno de sus grupos. Él tuvo una gran influencia, hay algo de lo desfachatado, de lo descarado que me marcó muchísimo. También el teatro de Ricardo Monti tuvo mucha influencia en mí, sobre todo en la cuestión metafísica, con él sentí que el teatro iba mucho más allá de lo que se veía. Después tuve épocas donde Griselda Gambaro tuvo su influencia, pero al que veo siempre es a Boal y la hipótesis de un teatro popular que busca la profundidad y el compromiso, que no por popular se despreocupa ni del sentido ni de la complejidad ni de la profundidad, eso me llevó de manera natural a cierta zona de contacto con la cultura popular que está muy presente siempre en todo mi teatro. También hay referencias basadas en actos de admiración como el caso de Armando Discépolo que me produce una suerte de fascinación, con el llega el grotesco, que es un género que yo practico, atravieso, que he visto en muy distintos formatos, también lo he visto en Valle Inclán con el esperpento, que es un formato que yo también atravieso en mi escritura. Hay algo de ese reír y llorar al mismo tiempo del grotesco criollo de Discépolo que es parte de mi universo teatral.
– ¿Cómo estás viendo la situación política actual?
– Se intenta un cambio de paradigma muy radical que aun en el caso de que resultara exitoso en lo económico (con baja de inflación, la normalización de cierto equilibrio entre producción y consumo, y la aparición de un libre mercado que cree un devenir comercial mucho más dinámico), aun en el caso de que esto resulte exitoso, es un modelo que se afirma sobre la exclusión y que no entiende que en la Argentina la exclusión es inviable. En una sociedad como la nuestra, sin una hipótesis de justicia social, sin una hipótesis de inclusión, sin una hipótesis de permitirle al que viene rezagado tomar el ritmo, la caída en la exclusión se vuelve muy violenta. Es una situación paradójica porque por un lado está el temor del fracaso de este modelo que produciría inevitablemente un desastre económico y social y, por otro, está el temor de que se instale con su carga de exclusión y todo lo que eso trae aparejado.
“Los mecanismos de la inclusión son, fundamentalmente, educación, salud y cultura y esto requiere un Estado presente, no hay formas saludables fuera de esto para el país”.
Mauricio Kartun
Hay un clima mundial en que se vive el agotamiento de modelos y frente al agotamiento de modelos el manoteo desesperado de modelos opuestos como si ir a buscar a la otra punta fuese un método de solución mágico, eso creo que es mundial y en nuestro caso particular hay un modelo que mostró agotamiento: el modelo del populismo, el modelo del progresismo es un modelo que si no encuentra ajustes en lo cotidiano adaptándose a las realidades se vuelve un mecanismo frustrado y frustrante, sin embargo yo creo que tiene muchísimo para dar todavía. En este país, cualquier pensamiento de raíz incluyente es una forma necesaria. Los mecanismos de la inclusión son, fundamentalmente, educación, salud y cultura y esto requiere un Estado presente, no hay formas saludables fuera de esto para el país. Este año viajar en colectivo para muchos se va a volver casi prohibitivo, empiezan a aparecer situaciones inéditas e impensables años atrás generadoras de un malestar que obliga inevitablemente al reclamo público, la salida a la calle, la resistencia, la lucha, la defensa de derechos adquiridos. una ley es un derecho adquirido. Las ocho horas de trabajo fueron una pelea de los trabajadores de 25 años hasta que lo consiguieron, y la ley nacional del teatro, peleada también durante 20 años, es también un derecho adquirido.
– ¿Cómo ves el intento del gobierno de Javier Milei de cerrar Télam y que es para vos y en tu experiencia la agencia nacional de noticias pública?
– Hay una diferencia notable, marcada, extraordinaria entre un medio y una agencia de noticias, sobre todo una agencia de noticias nacional y pública. Nosotros a veces pensamos en banderas, en símbolos y a veces no nos damos cuenta que soberanía es también tener una posibilidad de información que no venga empujada por necesidades comerciales de una plataforma, o de un conglomerado económico. Télam es, además, en mi propia experiencia la posibilidad de poder llegar con contenido a medios impensados de todo el país, perder Télam es perder democracia y es perder soberanía.