Las prácticas violentas de golpizas o abusos se encuentran dentro de «los parámetros de género» legitimados por la sociedad, como «las famosas manteadas que se hacen en los colegios, lo que después se traslada al ámbito del trabajo en la adultez», dijo el antropólogo Hernán Palermo, investigador del Conicet, consultado luego de que un operario que acababa de ingresar a la empresa Tenaris, en la provincia de Neuquén, denunciara abusos sexuales por parte de sus compañeros de trabajo en un «rito de iniciación».Consultado por Télam, Palermo, doctor en Antropología, investigador del Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (CEIL-CONICET) y autor del libro «La producción de la masculinidad en el trabajo petrolero», reflexionó sobre el hecho denunciado por el operario de Tenaris, situación investigada por la Justicia provincial, que motivó que la empresa despidiera a ocho trabajadores.
-Palermo, ¿persisten rubros asignados a hombres y no a mujeres?
–Los trabajos caracterizados como «masculinos» pueden realizarse por mujeres. Por ejemplo, las mujeres pueden ser mineras, no hay impedimentos biológicos, pero hay una construcción histórica y social que le asigna ciertos trabajos a un género y no a otro. Esta sociedad fue formada en el binarismo, donde el hombre está sujeto a la resistencia, fuerza, virilidad y la mujer a lo delicado. Pero me pregunto, ¿qué pasa cuando entramos en un ámbito exclusivamente de varones donde se legitiman prácticas asociadas a la virilidad?
En el mundo del petróleo hay una exaltación de los atributos de la masculinidad. Como todo ámbito de trabajo se evalúan los saberes técnicos profesionales, pero también lo que se evalúa son prácticas vinculadas con la masculinidad, casi como si fuera una herramienta más. La resistencia a los golpes, invisibilizar los cortes, o no detener el trabajo porque «no es una escuela de señoritas» son elementos de cómo comportarse como hombre a partir de esos requerimientos y estándares de la producción. Si un trabajador se corta, continua el trabajo, y eso es leído en clave de masculinidad, esto es armónico con los intereses empresariales.
Si le preguntas a un supervisor dirá que él da una tarea y el trabajador la tiene que terminar «llueva, truene o nieve». Entonces, en las evaluaciones de desempeño se consideran prácticas vinculadas con el ejercicio de la masculinidad donde damos cuenta una cadena de responsabilidades que profundizan esa construcción.
-El fiscal de la causa mencionó que los «ritos» son una práctica habitual. ¿Son propios de las masculinidades?
-Son ritos de «hombría». Ya desde chico en los colegios se hacen las famosas manteadas. Aguantar los golpes para demostrar que estas a la altura. Esto después se traslada al ámbito del trabajo en la adultez. En este caso de Neuquén, la justicia analizará la situación y determinará qué hacer con los trabajadores que perpetraron este abuso, pero lo que no podemos decir es que son «locos», «enfermos», «animales», sino que es lo más racionalmente humano dentro de los parámetros sociales de género, es decir, lo que estamos viendo acá es una situación tremenda, pero es consecuencia de cómo se legitiman las prácticas en el ámbito del trabajo.
Siguen existiendo actores que legitiman esto, es decir, empresarios, sindicatos, los mismos trabajadores. Pero la exacerbación de la masculinidad no es excluyente de los petroleros, es parte de nuestra sociedad. No hay irracionalidad en este acto, pero es chocante decir que esto es parte de la construcción de la sociedad, de cómo producimos y cómo formamos varones.
-Estas prácticas se dan también en el deporte, o como conocimos el año pasado, en el Ejército…
-La antropóloga y activista feminista Rita Segato ha planteado que en nuestra sociedad hay un abanico de opciones de ejercicio de la violencia masculina, pero cuando sucede una violación entre varones la sociedad se horroriza en su conjunto y dice «que es una locura», pero esa violencia tiene un ADN de todas las demás violencias.
-¿Los que se animan a denunciar, son personas que ya comienzan a sentir que hay que deconstruir los discursos y prácticas de la masculinidad?
-Creo que sí. Hay que animarse a denunciar esto y visibilizarlo. Estoy convencido de que muchos trabajadores al ingresar han sufrido estos actos de violencia. Es una cadena de legitimidad en la comunidad de varones aquel que fue víctima después es victimario. Los que ingresan porque son más jóvenes y tienen que pagar derecho de piso, hay que «convertirlos» y «hacerlos varones hechos y derechos», con estos ritos de iniciación. Una vez que soportaste esa situación ya sos el «macho que se la banca».
Si no te sometes a los ritos traicionás el código de masculinidad. Por eso es importante trabajar sobre las violencias y las masculinidades. Que las empresas y sindicatos inviten a la reflexión y al debate. La situación es compleja, no es fácil porque está naturalizado. El varón está atado a un mandato inacabable de virilidad y es frustrante vivir con eso. Pero soy optimista y creo en las nuevas generaciones. Una vez que entendemos que es una demanda social de cómo deberíamos comportarnos vivir es más sencillo.