Entre licores del minibar, partidos de tenis y recreos con helado, los cardenales del mundo entero se preparan para el cónclave. A partir del 7 de mayo se reunirán bajo los frescos de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina para elegir al nuevo líder de la Iglesia Católica. Antes de las votaciones, los electores se instalan en la residencia de Santa Marta, donde conviven durante algunos días y tienen la oportunidad de conocerse mejor.
El Vaticano cerró el lunes la Capilla Sixtina, el lugar donde los cardenales se reunirán la próxima semana para el cónclave que elegirá el próximo papa tras la muerte de Francisco el 21 de abril, a los 88 años.
Es clave para el evento preparar el lugar para los cardenales de túnica roja que se congregaron en el corazón de Roma para elegir al próximo papa en un proceso tradicional.
Ayer, las versiones y especulaciones ya penetraron la débil capa de discreción echada sobre el encuentro cardenalicio, en la que todos hablan de la elección de la semana próxima, pero sólo una parte podrá poner su voto.
Los cardenales ancianos y más duchos, que han visto las elecciones papales anteriores, recuerdan que, en 2005, cuando fue elegido Benedicto XVI, Josep Ratzinger, y en 2013, con la consagración del argentino Bergoglio, fueron veloces. Ratzinger fue elegido en dos días y cuatro escrutinios, mientras que Francisco lo hizo en 36 horas con cinco votaciones.
Tras el voto de la primera jornada, salvo que el candidato haya sido elegido en la primera votación; prácticamente por aclamación que proviene de la mayoría absoluta de sufragios, llega el momento de las tratativas entre los grupos de cardenales que se concreta en un refuerzo de sufragios para los mejores y el no; va más para los desechados. También pueden aparecer nuevos candidatos.
En 2005 y 2011 el segundo día fue el decisivo y concluyó con el «Habemus papam» al anochecer, de Josep Ratzinger y Jorge Bergoglio.