El último sábado de abril el café y centro cultural El Mariscal cerró sus puertas 


Más que un café-bar, más que una casa de comidas, más que un centro cultural, El Mariscal fue un reducto de la bohemia creativa correntina, de

La esquina cultural de Salta y Carlos Pellegrini, en pleno centro cívico de Corrientes, ya no es lo mismo sin El Mariscal.

intelectuales, músicos, escritores y sobre todo amigos, una utopía. Fue eso y todo a la vez. Pero un día, El Mariscal dijo adiós en silencio y tras una amenaza de cierre a fines de febrero, extendió un poquito más su agonía comercial y finalmente cerró sus puertas las primeras horas de domingo 28 de abril. 
Después de 30 años de actividad comercial y cultural cayó como consecuencia de los ajustes, la crisis económica que atraviesa a la Argentina y de la cual Corrientes no queda al margen, la falta de recursos económicos y la escasez de clientes. Lo cierto es que los amigos y la bohemia cultural, a menos que dispongan de recursos económicos y los inviertan en el lugar, no sostienen un local comercial. 
Las razones pueden ser muchas y variadas, sin duda todas son económicas; se puede achacar a la pandemia, a la proliferación de otros cafés / bares, al hecho que no se readecuó a los tiempos, al cansancio y al final de una etapa por parte de quienes lo alquilaban y gerenciaban desde el 17 de diciembre de 1998. Lo cierto es que cerró en silencio y sin que muchos inclusive se enteraran.
Tal vez El Mariscal cumplió una etapa, tal vez significó un espacio para la cultura y la ideas, y ese modelo de paradigma de centro cultural en Corrientes comenzó a cambiar y ahora el proceso está redefiniéndose. 
Lo cierto es que en el camino quedarán las innumerables noches de espectáculos musicales, de presentaciones de libros, conferencias de prensa, exposiciones plásticas, de charlas con café de por medio, de la Mesa de los Dinosaurios como solía llamarse a las reuniones matutinas y diarias que allí mantenían los decanos del periodismo correntino y hombres de letras (hoy prácticamente extintos) y sus almuerzos mensuales, de la Mesa de las Damas de la iglesia de la Merced, de los estudiantes que todos los mediodías a la salida de las escuelas entraban a pedir agua, a los ciclos de cine, y un montón de eventos y encuentros programados y fortuitos que se gestaron en ese lugar. 
También pasará al olvido (ojalá no se pierda) la Biblioteca de Autores Correntinos «Juan José Folguerá» que tenía su sede allí y al que muchos de los escritores, periodistas y familiares de autores donaron sus obras, algunos inclusive ejemplares únicos que no volverán a reeditarse. Cuando un parroquiano se sentaba en alguna de las mesas a tomar algo, siquiera un café, podía pedir un libro de la biblioteca y pasarse horas leyendo. Siempre había alguien que lo hacía, con los años mermó ese tipo de clientela. Como si ya nadie destinara tiempo a leer en un bar, o tal vez no allí. 
Dicen que Alcides Romero, encargado y alma mater de El Mariscal prácticamente desde los inicios, está cansado, que después de tramitar su jubilación ya no quiere lidiar con el lugar, con la falta de clientela, con la responsabilidad que implica llevar un local donde no hay nadie. Tal vez sea así, tal vez no. Pero sostener un elefante blanco se hizo cada vez más difícil. 
A propósito de los 30 años de El Mariscal, que se cumplieron en diciembre de 2023, los hermanos Romero, Gabriel y Alcides, publicaron un libro en el que reunieron relatos, expresiones respecto de qué significó esa histórica casona de la esquina de Salta y Carlos Pellegrini para muchos amigos, gente que solía asistir, los parroquianos amigos. Todos coincidieron en que El Mariscal existía porque Alcides estaba allí, sentado detrás del mostrador. Inclusive su hermano Gabriel se refirió a él en el libro de los 30 años: «Norberto Lischinsky decía que Alcides era una suerte de animal mitológico -mitad hombre, mitad mostrador- y quizás sea así… Es difícil imaginarlo sin esas antiguas maderas por delante, una especie de escudo horizontal que lo cobija en sus horas de Facebook y jazz sincopado de fondo. Reina en una rara soledad acompañada, poblada por escasos clientes y muchos amigos. Pienso que hace muchos años mi hermano se convirtió en un personaje de una extraña cofradía. Escritores, músicos, dinosaurios y otros tantos solitarios como él que buscan refugio en El Mariscal y que comparten, aunque sea un poco, su refinado gusto por John Coltrane, Miles Davis y sus correlatos locales». 
Es un poco así, no hay duda, pero El Mariscal como lugar, sus momentos transcurridos y sus personajes, ahora son historias, recuerdos. 
Dicen que la semana pasada se retiró todo el mobiliario. Qué pasará con la antigua casona, quién decidirá invertir en su mantenimiento y conservación, qué tipo de local funcionará allí… aún no se sabe, todo es una incógnita. Mientras tanto, en Corrientes hay quienes siguen pensando, creyendo en la ilusión de que El Mariscal no cerró, que continúa en actividad y disponible para aquel que quiera adentrarse a tomarse un café y a reencontrarse con la historia y sus personajes, de no hace mucho, de tan solo los últimos 30 años. (Mariela Mioni)

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